lunes, 26 de diciembre de 2022

Aullido

Una vocecita en cada esquina,
en el cuarto a oscuras
donde habitan los miedos,
en el sendero
donde se pierde la inocencia.

Una vocecita que desgarra los tímpanos,
que susurra a gritos,
que se acuesta en el césped recien cortado
cuando el tiempo salpica las horas muertas.

Una vocecita le ahuya a las estrellas,
encubre a la luna los días de fiesta,
le esconde los secretos
a los guardianes de los sueños.

Una vocecita se agarra a los pulmones,
busca tesoros en el baúl del olvido,
acaricia las mentiras
que aún no se han contado.

Una vocecita.
Sin timbre.
Sin eco.
Sin voz.

viernes, 16 de diciembre de 2022

Querer o intentar lograrlo

Quiero que te enfades conmigo. Quiero que dejes pasar tres días sin contestar mi último mensaje; y al cuarto, mandes seis breves audios, en tu tono divertido pero que dejen muy claro tu descontento, que reconozcas que no te lo esperabas y que no sabes cómo actuar, que querrías hablarlo con calma pero que quizá sea mejor no decir nada más.

Quiero que me dejes en paz. Quiero que dejes de aparecerte en mis noches y cada vez que huelo tu perfume por la calle. Quiero dejarte de hablar. Quiero quedarme conforme cuando te deje de hablar. Quiero poder dejar de darle vueltas y simplemente cerrar tu puerta. Quiero enfadarme contigo.

Quiero bloquearte y cuando encuentres otra forma de contactarme, decir que no sé qué ha pasado, que el móvil últimamente hace cosas raras y que a mí también me había extrañado tu silencio, que pensé escribirte un par de veces y que incluso comencé a teclear, pero luego me arrepentí porque no quería molestarte. Porque no quería sentirme molesta conmigo misma después.

Quiero que me digas que estoy loca y que todo está en mi cabeza, que estoy pretendiendo que todo sea blanco o negro, que siempre elegimos discutir sobre los límites, que estuviste de acuerdo en dejar las cartas sobre la mesa, que todo está bien pero que todo ha cambiado.

Quiero dejar de conocerte. Quiero saber que tú tampoco te inventas conversaciones conmigo sabiendo que jamás las vamos a tener. Que no te reconcomes con aquel diálogo de besugos en que queríamos dejar de hacernos daño y no lo conseguimos. Quiero sentir tu rechazo. Quiero no darte pena.

Quiero volver al momento en que nos conocimos y saludarte con la misma cortesía; fijarme de nuevo en tus calcetines e insistir en que tenía unos exactamente iguales, con el mismo círculo descolorido en el tobillo izquierdo y los tres agujeritos en la planta del derecho.

Quiero sacudirme la primavera y aprovecharme del invierno. Quiero gritarte que te odio. Con todas mis fuerzas. Aunque se hayan esfumado todas mis energías. Quiero dejar de martirizarme, dejar de sentir mi propio rechazo, dejarme ser sin más.

Quiero susurrarte que ya no puedo quererte y que en este mismo instante dejo de hacerlo.

lunes, 12 de diciembre de 2022

Un mundo interior

Con sus calles cubiertas de pétalos rosas soterrando el asfalto. Entre parques tan inmensos que son ciudades de gnomos y gigantes. Bajo un cielo dibujado a carboncillo, pintado con témperas y decorado con virutas de chocolate puro.

Ante la mirada expectante de una pantalla que reclama toda la atención, que suplica por robarte la batería. Contra los fantasmas que saludan por la noche en recién construidos edificios. Desde las jaulas que están fuera de la cárcel y se empapan al saltar sobre los charcos de las aceras. Tras la cortina que nunca cumple con su función.

Según lo que se decía en los cuentos y podía haber sido leyenda o crónica histórica. En medio de ese rincón secreto que es el oasis del desierto y ha olvidado sus coordenadas. A la orilla de un río de aguas turbias y corrientes en calma. Hacia puertos que tienen que esconder la noche sobre sus aguas.

Para soñar una realidad que ni siquiera fue imaginada por dulce y tierna. Sobre el humo de una hoguera que arde incluso cuando se han llevado los rescoldos. De escamas de sirena que relucen bajo la luz de la luna llena y alas de hada que se recortan bajo el sol resplandeciente. Hasta playas infinitas bañadas por arena fina y acantilados escarpados. Sin cordones en los zapatos ni bolígrafos permanente.

Por el hostil mundo exterior en el que aún quedan sueños.

jueves, 8 de diciembre de 2022

Corrientes eléctricas

Algo de luz. Como cuando no hay persianas y el techo refleja la vida nocturna de la ciudad. Con sus risas, su jolgorio, sus colores festivos y su silencio. Como cuando la luna y las estrellas deslumbran los campos de trigo. Con sus graznidos, sus crujidos misteriosos, sus sombras y su silencio.

Un poco de calma. Una llamita que se tambalea con el viento. La vela siempre encendida en el rincón siempre olvidado.

Algo de luz. Como cuando la linterna revela la capa de polvo que se refugia bajo el sofá. Virutas de corcho y vida que crecen sin prisa pero sin pausa. Como cuando la lámpara que apenas roza los rostros titila en una discusión familiar. Parpadeo inconstante que responde a unas bombillas que ya no se fabrican.

Un poco de calma. El pilotito rojo que ubica la televisión en el mueble abarrotado de libros no leídos. Un destello monótono, incesante, seguro, incansable sobre la pantalla del móvil.

Algo de luz. Como cuando el microondas no reclama la atención. Con su chisporroteo y el olor a macarrones recalentados. Como cuando la chimenea mantiene las brasas hasta que todos se han dormido. Con sus crepitar y el aroma del bosque.

Un poco de calma. Los rayos del sol sobre las mejillas en un tarde fría. El resplandor de un mantel blanco en la comida de Navidad.

Algo de luz que ciegue la falta de claridad.

Un poco de calma que engulla la niebla.