Un poco de calma. Una llamita que se tambalea con el viento.
La vela siempre encendida en el rincón siempre olvidado.
Algo de luz. Como cuando la linterna revela la capa de polvo
que se refugia bajo el sofá. Virutas de corcho y vida que crecen sin prisa pero
sin pausa. Como cuando la lámpara que apenas roza los rostros titila en una
discusión familiar. Parpadeo inconstante que responde a unas bombillas que ya
no se fabrican.
Un poco de calma. El pilotito rojo que ubica la televisión
en el mueble abarrotado de libros no leídos. Un destello monótono, incesante,
seguro, incansable sobre la pantalla del móvil.
Algo de luz. Como cuando el microondas no reclama la
atención. Con su chisporroteo y el olor a macarrones recalentados. Como cuando
la chimenea mantiene las brasas hasta que todos se han dormido. Con sus crepitar
y el aroma del bosque.
Un poco de calma. Los rayos del sol sobre las mejillas en un
tarde fría. El resplandor de un mantel blanco en la comida de Navidad.
Algo de luz que ciegue la falta de claridad.
Un poco de calma que engulla la niebla.
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