domingo, 5 de febrero de 2023

La mujer del lago I

Llegó hasta la orilla del lago con una bolsa de playa y un café bien frío. Era una mujer de mediana edad, con el pelo rubio, muy claro, y gafas de sol grandes.

Se alejó un poco del camino. Tampoco es que fuera un gran lago, más bien lo contrario. Estaba cerca del pueblo pero los lugareños preferían pagar unos eurillos por la piscina municipal del pueblo, y evitar a sus vez los insectos salvajes propios del entorno. A veces sí podía verse a algún turista o ciertos críos preparando trastadas.

Extendió la toalla sobre una roca plana y se descalzó. Se acercó hasta la orilla y metió el dedo gordo del pie derecho. No pareció impresionarla la temperatura pese a las precauciones que estaba tomando. Al lago le daba el sol toda la mañana y gran parte de la tarde, era ya a eso de las siete y media, cuando ella había llegado, que la sombra iba ganando terreno.

Se quitó la camiseta y se tumbó boca abajo. Sacó un pintauñas rosa chicle y comenzó a pintarse las uñas de las manos. Al acabar, se giró a contemplar el cielo azul mientras esperaba a que se secara el esmalte. Era un día claro, sin una sola nube. No había sido así la última semana, que entre la lluvia y el granizo, los veraneantes no había tenido tregua para las cervezas en alguna terraza de bar.

Se sentó cruzando las piernas y se pintó los labios de rojo sin utilizar ningún espejo. Le quedó perfecto. Sacó un par de revistas del corazón ya manoseadas. Pasó las páginas lentamente, sin leer, más bien fijándose solo en las fotografías mientras degustaba su café, ahora ya no tan frío.

Cuando el sol comenzó a desaparecer tras las montañas, se quitó las gafas y entró en el agua. Despacio. Muy despacio. Calculando cada uno de sus pasos.

Empezó a nadar a braza. Casi con torpeza. Sin querer mojarse el pelo. Muy cerca de la orilla, bordeando el lago. Casi rozando las rodillas con la arena. Dio cuatro vueltas. Para la quinta, cambió de estilo, empezó a nadar a crol y aceleró el ritmo. Tres vueltas después, podría decirse que su velocidad era la de una atleta de alto rendimiento. Entonces comenzó a bucear haciendo círculos. Cada vez más lejos de la orilla.

Para cuando el cielo comenzó a mostrar las constelaciones y sin tomar una bocanada más larga de aire, se zambulló justo en el centro del lago y no volvió a salir a la superficie hasta el séptimo día.


Continúa en la parte 2

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