viernes, 29 de marzo de 2024

El reencuentro: dos horas después de - 6/6

Regresa a El reencuentro - 5/6

Para cuando regresaron con el resto de invitados, estaba por comenzar el ritual para desenterrar la caja del tiempo. Israel tenía el rostro extremadamente serio y Manuel parecía haber visto un fantasma, estaba pálido y con la mirada perdida. Se situaron lo más aportado posible el uno del otro.

Ninguno de los dos hizo comentarios al respecto de sus objetos desenterrados pese a que les provocó gran sorpresa redescubrirlos. Precisamente porque estaban relacionados con aquella noche del carnaval del ochenta y tres y, aunque entonces, por supuesto, no lo supieran, con ese mismo reencuentro.

Una vez acabó la parte formal del evento, Manuel se despidió alegando tener que cuidar a su madre enferma. Obviamente nadie sabía que su madre llevaba años en el cementerio. Israel no tuvo que hacer grandes esfuerzos para convencer a su mujer de que se marchara con sus hijas de vuelta a casa, él ya encontraría la forma de volver.

Mientras la gente bebía y bebía, ellos volvieron a encontrarse bajo el sauce del patio trasero. Solo que esta vez sus pasos eran decididos y sus cuerpos no dudaban.

Unas horas más tarde, los bomberos serían, de nuevo, los invitados estrella de la tarde. Solo que en aquella ocasión, más allá del susto, hubo dos desaparecidos. Sus cuerpos nunca se encontraron.

lunes, 25 de marzo de 2024

El reencuentro - 5/6

Regresa a El reencuentro: una hora antes de - 4/6


Era un día soleado de principios de septiembre pero las temperaturas habían caído en picado y lo cierto es que había incluso alertas por vendaval para el día siguiente. Hasta los árboles parecían haberse adelantado un par de meses. De momento solo alguna ráfaga hacia el amago de estropear la celebración.

Manuel e Israel se esquivaron hábilmente durante los abrazos y los 'ponme al día’. También en el aperitivo. Pero eso no significaba que no estuvieran pendiente el uno del otro. Podrían no reconocer a nadie más de su antigua clase, pero sabrían identificarse mútuamente por mucho tiempo que pasara.

Y de pronto hubo un instante en que ya no pudieron evitarse y sus miradas se cruzaron de forma casi inconsciente. Bien podía haber caído una bomba atómica, que ellos no se hubieran enterado.

A Israel se le humedecieron los ojos y a Manuel le empezó a dar un ataque de tos. No era la primera vez que recurrían a aquella estrategia, pero el echo de que ambos la iniciaran a la vez, les provocó una escalofrío. Se excusaron de sus respectivas conversaciones y caminaron con la mirada baja tratando de evitar que los introdujeran en ninguna otra charla.

Después de muchos años, volvieron a coincidir bajo el sauce del patio trasero, ahora más grande y descuidado. Exactamente como ellos mismos.

A Manuel le temblaban las manos y a Israel aún le quedaban los ojos rojos. Puede que esta vez no fuera solo parte de su táctica. Separados a un metro de distancia, se estudiaron minuciosamente. Cada arruga, cada cana, cada suspiro. En silencio. Queriendo hablar. Queriendo no tener que hacerlo.

Israel dio un paso hacia Manuel. Éste no se movió. Israel dio otro paso hacia delante. Manuel siguió sin avanzar, pero agachó la cabeza mientas su respiración se volvía cada vez más agitada. Israel dio una zancada hacia Manuel. Ahora estaban solo a unos milimetros, sin llegar a rozarse.


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jueves, 21 de marzo de 2024

En reencuentro: Una hora antes de - 4/6

Regresa a El reencuentro: cinco días antes de - 3/6


Manuel llegó una hora antes de que les citaran. Con una caja de botellas de champán. Champán del caro, no un espumoso cualquiera del supermercado más cercano. Lo cierto es que no quería presumir de lo bien que le había ido en los negocios pero no podía por menos que sentirse orgulloso de todo lo que había conseguido cuando nadie daba un duro por él. Casi nadie.

Finalmente se había decantado por un pantalón de pinza beis y un jersey de cuello alto a juego. Lo cierto es que hasta en eso había cambiado. Para el carnaval del ochenta y tres apareció con un chándal oscuro que solía vestir fuera del colegio, y como elemento diferenciador, una máscara comprada en el todo a cien.

Charló brevemente con la antigua directora y se paseó por el colegio. Estaba muy cambiado. La tecnología imperaba en cada aula, había calefacción y aire acondicionado, pero el suelo y las paredes no habían cambiado, pese a que se merecían ya la renovación. Pero eso estaba bien porque le permitía rememorar anécdotas en cada una de las baldosas. Se apostilló en los ventanales de la segunda planta. Desde allí podía vigilar el patio sin apenas ser visto.

Israel fue de los últimos en llegar. Con su mujer y sus dos hijas. Dos adolescentes que claramente hubieron preferido quedarse castigadas en casa sin teléfono a tener que acompañar a un padre al que cada vez veían menos y poco les importaba en realidad. Exceptuando el viaje del que acababan de regresar, no compartían mucho más de diez minutos diarios juntos. Y ni siquiera en el viaje pudiera decirse que hubieran tratado de estrechar lazos, sino todo lo contrario.

El hombre se hizo con una cerveza y se introdujo hábilmente en un grupo en el que no reconocía a nadie ni tampoco hizo el esfuerzo por vincularlos con las imágenes de su memoria. Simplemente bebía de la lata tratando, inútilmente, de localizar a Manuel.

Este otro no alcanzó a verle aparecer, y decidió reunirse a los demás invitados después de observar por más de media hora que no llegaba ningún coche más y que por la cantidad de vehículos en el parking debían estar todos ya.

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domingo, 17 de marzo de 2024

[IN-]

Escena 15 del Acto 3.

EXT./DÍA - Calles del centro de Madrid.

Luz difusa que no deje clara la hora del día. No hay un sol radiante ni tampoco un cielo tormentoso. En un decorado de cartón piedra a medio acabar: con edificios al que aún no les han pintado las ventanas y una carretera sin señales. Algún figurante en medio con la lección más clara que ciertos operarios).

Aparece una chica tremendamente delgada, con la piel pálida y profundas ojeras. Lleva un chándal morado varias tallas más grande que acompaña con una gorra amarilla. De su hombro izquierdo cuelga una bolsa de deporte. Camina tecleando en su móvil. Se detiene junto al paso de cebra. Mira a ambos lados de la calle. No viene ningún coche. Tampoco hay ningún semáforo que la impida avanzar. Pero espera. Acaba de contestar un mensaje y guarda el teléfono en el bolsillo trasero derecho del chándal. Alza la mirada.

CHICA-. Inconsistencia. Masa polimórfica indefinida. Hoy nadé 18 minutos. Sin machacarme pero a mi ritmo. Insuficiente para el cansancio. Aprobado raspado para la rutina.

Quitarse la ropa. Lanzarla dentro de la taquilla, cerrarla con el candado. Una ducha de agua fría, las chanclas. El gorro y las gafas. Demasiada gente. Intolerancia.

Los pies sobre el bordillo, las gafas sobre los ojos. Las piernas mojadas, el estómago y el bañador. La cabeza dentro. Ignífugo.

Respiración. Brazada derecha, brazada izquierda, brazada derecha, brazada izquierda, respiración. Brazada derecha, brazada izquierda, brazada derecha, brazada izquierda, respiración. Intacto. Íntegro. Intangible.

Respiración. Brazada derecha, brazada izquierda, brazada derecha, brazada izquierda, respiración. Brazada derecha, brazada izquierda, brazada derecha, brazada izquierda, respiración. Imperceptible, implacable, impedido.

Respiracion. Brazada derecha, brazada izquierda, brazada derecha, brazada izquierda, respiración. Brazada derecha, brazada izquierda, brazada derecha, brazada izquierda, respiración. Media vuelta. Mirar el techo.

Brazada izquierda, brazada derecha, brazada izquierda, brazada derecha, brazada izquierda, brazada derecha. El aire apartado de los pulmones y el agua dentro de la piscina. Brazada izquierda, brazada derecha, brazada izquierda, brazada derecha, brazada izquierda, brazada derecha. Respiración. Inquebrantable. Irresoluble. Injerencia.


La chica saca su móvil del bolsillo trasero derecho del pantalón, comprueba la hora, mira a ambos lados de la calle. Cruza tecleando en la pantalla.

miércoles, 13 de marzo de 2024

El reencuentro: cinco días antes de - 3/6

Regresa a El reencuentro: Tres semanas antes de - 2/6


La desesperación estaba llegando a puntos insospechados. A Manuel había dejado de funcionarle la táctica de hacer horas extra: se le venía constante la imagen de aquel chico que tan importante había sido en su infancia. Así que decidió que, si no podía hacerle frente a su enemigo, se aliaría con él. Recuperó su horario de trabajo y empleó las tardes en prepararse para el encuentro.

Por un lado, se pasó toda la semana revolviendo en sus armarios para decidirse por el atuendo más apropiado para el evento. Acabó visitando la gran mayoría de tiendas de la ciudad y picando de aquí y de allá pero con la duda constante de qué debía ponerse para no llamar excesivamente la atención, encontraba similitudes con las prendas que él o cualquier otro llevaron aquel día del carnaval del ochenta y tres.

Precisamente, por otro lado y, aunque habían tratado de evitarlo, una vez abierta la grieta, lo siguiente era rememorar aquel día. Manuel salía cada noche a su balcón con una copa de vino y un plato de queso curado. Se apoyaba en la barandilla e iba desmontando capas de su memoria hasta profundizar en cada detalle de aquella tarde. Las imágenes iban y venían: de pronto se encontraba llegando al colegio, como que estaban por llegar los bomberos o se recordaba besándose con Israel bajo el sauce del patio trasero.

Israel se había cogido la semana libre y organizado de forma casi maratoniana, un viaje con su familia. Pero no al pueblo, eso sería todavía peor. Era un tour por los países nórdicos, una excursión cara que apenas les dejaría tiempo siquiera para recuperarse físicamente entre jornada y jornada.

Pero, por supuesto, a él le quedaba la suficiente energía para destapar el recuerdo de aquellos ojos que le habían llevado a cometer tantas locuras y a la vez ninguna sino el demostrar cuánto le importaba y hasta dónde estaba dispuesto a llegar.

Y es que por mucho que no lo quisieran reconocer abiertamente, lo cierto es que les preocupaba tanto aquella reunión como las ansias que les generaba volver a verse.


sábado, 9 de marzo de 2024

El reencuentro: tres semanas antes de - 2/6

Regresa a El reencuentro: dos meses antes de - 1/6

Israel descubrió lo que era el insomnio. Nunca, jamás en su vida, había experimentado tal sensación. Le daba igual acumular cansancio durante el día, forzar a su cuerpo en el gimnasio y optar, por fin, por ir caminando al trabajo en lugar de en autobús, pero según rozaba la almohada, su mente proyectaba fantasías (nunca recuerdos) sobre su reencuentro, sin que fuera capaz de encontrar el botón para apagarlos. Se había roto la sólida barrera y era incapaz de reconstruirla.

Manuel no tuvo tantos problemas para conciliar el sueño, pero desde luego que a ello ayudaba la dosis extra de somníferos que, por si acaso, había empezado a tomarse. Su mecanismo de defensa tampoco estaba muy firme; de lunes a viernes había aumentado la cantidad de horas extras con el supuesto objetivo de ser el mejor empleado (o empresario) del año, y los fines de semana los pasaba rebuscando en internet noticias de Israel. No había mucho. Excepto en las redes sociales. En Facebook era bastante popular, no tanto en Instagram. Twitter no parecía tener. Quizá solo era que no estuviera bajo su nombre real. La imagen de perfil era un muñeco de Mazinger Z; y la de portada, un hermoso entorno verde con casas de piedra al fondo. Probablemente de su pueblo. Una vez le invitó a visitarlo. Israel, sin duda, lo adoraba. La descripción de su biografía era mordaz. Chistosa. Ingeniosa. No decía nada personal, pero era reconocible su forma de ser.

Y una tarde en que ya había analizado en exceso tanto la portada como la imagen de perfil, se creó un perfil falso en Facebook y le envió una solicitud de amistad.

Israel también se planteó investigar sobre la vida de Manuel. Pero le daba pánico. Y optó por no hacerlo. Cuando recibió la solicitud de amistad del perfil falso del otro, simplemente la ignoró. Le llegaban a menudo. Pensó que sería otro obsesionado de las redes que querría engrosar su lista de amigos.


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martes, 5 de marzo de 2024

El reencuentro: dos meses antes de - 1/6

La última vez que se vieron fue en el carnaval del ochenta y tres. Lo que había empezado como una agradable tarde primaveral, con temperaturas demasiado elevadas para la época del año pero estupendas para una reunión al aire libre, acabó con los bomberos como invitados estrella. No hubo víctimas, solo un susto grande.

Aquella noche no se despidieron. Ni al día siguiente. Ni al siguiente. No volvieron a hablarse. Ni a verse. Israel no había querido saber nada más de Manuel y a éste no le dejaron saber nada más del otro. No les quedó más remedio que enviarse mutuamente a la parcela del olvido de sus respectivas recuerdos. Era tal la situación, que ni siquiera podría decirse que les supuso un gran esfuerzo personal. Tomaron la determinación y punto. E incluso habían conseguido desarrollar una sólida estrategia para que en ningún momento, sus cerebros se enredaran en aquella maraña.

Entonces les llegó la invitación del colegio para desenterrar la caja del tiempo. Era costumbre en su escuela guardar un objeto relevante para cada alumno de octavo de EGB en una caja de zapatos y enterrarla en el jardín trasero. Pasados al menos diez años, cualquier alumno podía solicitar un reencuentro de compañeros y realizar la extracción. Ellos habían sido una generación bastante tardía. Comprensible, por otro lado, teniendo en cuenta cómo acabó todo. Sin heridos. Solo con el suelo. Pero un buen susto.

No querían ir. Ni Manuel, ni, por supuesto, Israel. Es que no tenían ninguna necesidad. A fin de cuentas, habían perdido también todo contacto con el resto de compañeros, y era más que entendible que alguno no pudiera acudir enredado en los hilos de sus propias vidas.

Y sin embargo, ambos se habían reservado la fecha en el calendario según recibieron la carta.


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viernes, 1 de marzo de 2024

Desecado

Se está deshidratando. Hace solo unas semanas era un torrente vigoroso. Fluía veloz entre las rocas en su nacimiento, y luego se amansaba al llegar al valle, discurría entre los prados verdes y los pueblos empedrados. Como un joven enérgico que brinca de un lado para otro respirando el aire puro y acariciando la corteza de los árboles.

No quedará nada. Se convertirá en barro y luego se disipará. Las cumbres seguirán bañadas por la nieve pero no habrá gota que descienda a los cauce. Las nubes se instalarán en la cordillera pero el sol seguirá cruzando de este a oeste. Sin detenerse ni un solo instante. Se observarán las zanjas pero no se intuirá la humedad. Como ese mismo joven que recibe un único golpe pero le derrumba y se convierte en un ser ajado, esquelético, que se dedica a pasar el insomnio vagando bajo el único amparo de las estrellas.

Entonces las flores pasarán a ser alimentadas por otros afluentes, a los que también acudirán las ardillas para salpicarse entre ellas. Y se crearán nuevos caminos y hordas de excursionistas los patearan entre berridos.

Pero allí, justamente allí, donde la hierba era mecida por las lágrimas del deshielo, no habrá ni una sola gota de agua. No quedará ni un solo alma. Tan solo la tierra agrietada será testigo del cambio. Como la piel en un cuerpo que ha aprendido a dejar de sentir.