Regresa a El reencuentro: una hora antes de - 4/6
Era un día soleado de principios de septiembre pero las temperaturas habían caído en picado y lo cierto es que había incluso alertas por vendaval para el día siguiente. Hasta los árboles parecían haberse adelantado un par de meses. De momento solo alguna ráfaga hacia el amago de estropear la celebración.
Manuel e Israel se esquivaron hábilmente durante los abrazos y los 'ponme al día’. También en el aperitivo. Pero eso no significaba que no estuvieran pendiente el uno del otro. Podrían no reconocer a nadie más de su antigua clase, pero sabrían identificarse mútuamente por mucho tiempo que pasara.
Y de pronto hubo un instante en que ya no pudieron evitarse y sus miradas se cruzaron de forma casi inconsciente. Bien podía haber caído una bomba atómica, que ellos no se hubieran enterado.
A Israel se le humedecieron los ojos y a Manuel le empezó a dar un ataque de tos. No era la primera vez que recurrían a aquella estrategia, pero el echo de que ambos la iniciaran a la vez, les provocó una escalofrío. Se excusaron de sus respectivas conversaciones y caminaron con la mirada baja tratando de evitar que los introdujeran en ninguna otra charla.
Después de muchos años, volvieron a coincidir bajo el sauce del patio trasero, ahora más grande y descuidado. Exactamente como ellos mismos.
A Manuel le temblaban las manos y a Israel aún le quedaban los ojos rojos. Puede que esta vez no fuera solo parte de su táctica. Separados a un metro de distancia, se estudiaron minuciosamente. Cada arruga, cada cana, cada suspiro. En silencio. Queriendo hablar. Queriendo no tener que hacerlo.
Israel dio un paso hacia Manuel. Éste no se movió. Israel dio otro paso hacia delante. Manuel siguió sin avanzar, pero agachó la cabeza mientas su respiración se volvía cada vez más agitada. Israel dio una zancada hacia Manuel. Ahora estaban solo a unos milimetros, sin llegar a rozarse.
Continúa con El reencuetro: dos horas después de - 6/6