
Se tumbó en la hamaca del jardín con una bolsa de golosinas. El sudor se impregnaba a su piel y a lo lejos aún podía escuchar el débil llanto de sus pequeños sobrinos. Sonrió aún emocionada de haberles ayudado a llegar al mundo.
Comenzó a deslizar el dedo por la pantalla pasando de la sorpresa a la indignación con cada plan aprobado si nadie decía lo contrario en los siguientes treinta segundos. Al final todo sería una pérdida de dinero y de tiempo que todos ignorarían por el 'bien de la comunidad'.
Una suave brisa y el trinar de los pájaros la ayudaban a conservar la calma necesaria para no atragantarse con las gominolas. El exceso de azúcar no iba a dulcificar su lengua viperina, menos aún cuando ponían en su boca palabras que no había dicho.
Cuando llegó al final de la conversación era incapaz de comprender de qué estaban hablando, intercambiaban preciosas estampas de cómo irían vestidos a un evento que nadie se iba a encargar de organizar.
Su mano izquierda llegó al final de la bolsa sin encontrar nada que llevarse a la boca. Sonó un nuevo mensaje: la reprochaban su falta de compromiso con el grupo por no enviar una foto con su vestuario. Iba siendo hora de hacer algo de provecho. Salió del grupo y bloqueó a todos sus miembros. Cuando la preguntaran en persona por los motivos no tendría ningún problema en hablar y discutir del estúpido mundo de los grupos multitudinarios y de la necesidad de tener vida privada.
25-07-2019
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