domingo, 29 de marzo de 2020

La tercera bolsa

Apenas se fijaba en ningún cliente más allá de lo estrictamente profesional. Sin embargo, esa mujer tenía algo... Sus ojos verdosos resaltaban un rostro ligeramente maquillado. Debía de tener en torno a los cuarenta años aunque vestía una falda de raso por debajo de las rodillas y una blusa de lino que la hacían parecer más mayor. Pidió un bocadillo vegetal y se sentó junto a la ventana. Dejó en el suelo una bolsa de plástico y engulló el plato.

Con su último mordisco entró en el establecimiento un hombre de pelo blanco, rizado y despeinado. Llevaba una camisa de cuadros, una bufanda de lana y portaba una bolsa en cada mano. Pidió el bocadillo más grasiento de la carta y se dirigió hacia ella. Echó una mirada indiscreta a la bolsa de ella y sonrió satisfecho. Se sentó dejando las suyas sobre mesa. Ella cogió la de la derecha como si supiera de antemano cuál le pertenecía, se puso las gafas de sol y salió. No intercambiaron ni una palabra.

Él se tomó el bocadillo con calma ojeando cada cierto tiempo el contenido de la bolsa que ella había abandonado en el suelo, como si esperara que en cualquier momento dejara de estar ahí.

La dueña del bar se perdió su salida por atender a otro parroquiano; se había llevado la bolsa de ella y dejado sobre la mesa una de las que había traído. Dadas las circunstancias, esperaba ver aparecer a un tercer personaje que pusiera la nota de extravagancia y se llevara la restante. Simplemente no sucedió. Los clientes iban y venían pero ninguno se acercaba a aquella mesa.

Llegó la hora de cerrar el bar y no le quedó más remedio que acercarse a recogerlo. No pudo evitar echar un vistazo al interior, y cual fue su sorpresa al descubrir que había un paquete y un sobre con su nombre y apellidos.

miércoles, 25 de marzo de 2020

Aquellos días soleados

Los días pasaban lentos porque todo resultaba nuevo. La segunda semana de Septiembre se centró en conocer al equipo de nuestro departamento y recibir diversas formaciones. Para llegar a la oficina tenía que coger el mismo autobús que hace dos veranos tomaba para ir a la escuela de inglés, con la diferencia de que ahora voy con Flavia y Ádám. Se va dibujando un panorama que resulta de lo más alentador.

Mientras, una de las dos habitaciones que quedaban vacías en nuestro piso tiene las horas contadas para recibir a su inquilina. Chaïda llega desde Mayotte, una isla francesa situada en el canal de Mozambique, sí, un viaje muy largo hasta Bournemouth. Tiene dieciocho años y una energía desbordante, la expresión de modernidad de su generación.

Imagen tomada por Lenka
Por recomendación de uno de los coordinadores de voluntarios y por propio interés, decidimos cocinar y cenar juntos los domingos. Un rato de charla y de juegos. Nos conformamos con muy poco.

El sol se resiste a abandonarnos y nosotros somos conscientes de lo que eso significa, así que en cuanto llega el fin de semana nos lanzamos al mar. Sí, literal, tres días de bañador y juegos en la playa. No es el paraíso, el agua está helada y las risas aseguradas; es nuestro álbum de memorias del voluntariado.

Las primeras luces de Navidad toman presencia en varios parques. Sí, Septiembre, Navidad... Nada más que añadir.

Otro de los puntos del voluntariado es el programa de mentores. A cada uno nos corresponde un mentor, una persona que no tiene por qué estar relacionada con la asociación y que permite un diálogo distendido sobre nuestra nueva vida. En mi caso se trata de Andreea, una chica rumana que hizo su voluntariado hace unos años con mi misma asociación y que sabe hacer las preguntas adecuadas. En nuestro primer encuentro me lleva a una cafetería en la que escribiré varios de los relatos que he publicado en estos meses.

En cuanto a nuestra ciudad, no tardamos mucho en adherirnos a las Bibliotecas Públicas y podemos acudir al gimnasio de la asociación. La cantidad de peluquerías y barberías en el centro no es normal. Las calles y los parques están llenas de cámaras de seguridad.

Descubrimos el entorno de Hengitsbury Head. Es una Reserva Natural en Christchurch, una de las ciudades de al lado. No me impresiona mucho pero desde luego que es un entorno placentero sobre todo con buen tiempo.

La vida de voluntario europeo mola.

PD: no es una escritura perfecta... es una escritura de recuerdos. A veces le permito a la perfección descansar un rato.

viernes, 20 de marzo de 2020

Ladrones de oficio

Ya le habían robado dos veces a Clotilda mientras estaba de vacaciones y no iba a permitir que sucediera una vez más; así que habló con Manolín, el del segundo, y trazaron un plan que se les antojó perfecto: ella saldría de incógnito con la calorina (que sabía que la espiaban y seguro que a esas horas echarían la siesta, que serían ladrones pero seguían siendo humanos); Manolín tendría invitados en su casa cada día porque era por todos conocido que ella era una juerguista, la única del portal, por lo que era preciso que se siguiera viendo movimiento en el portal (y si lo sabía el vecindario entero seguro que había llegado a oídos de los ladrones, que su segunda profesión era la de cotillas); debía tender cada dos días, para lo cual Clotilda le había dejado una maleta de ropa limpia que solo tenía que mojar y que había incluso clasificado por días siguiendo su lógica de vestuario para que no se evidenciara ningún cambio con la rutina del tenderete; y para colgarlo solo tenía que sacar los brazos a la ventana, no tendría porqué vérsele la cabeza, de manera que era esencial que se pintara las uñas, cada una de un color diferente y cambiarlas cada cinco días, como ella hacía para seguir mostrando su elegancia más allá de la edad.

Manolín era un santo, estaba dispuesto a cumplir hasta con el más mínimo detalle, todo por su querida vecina Clotilda. Para no dejar evidencias del magnífico plan, el hombre se lo había estudiado a conciencia y había hecho un par de exámenes para estar seguro del aprendizaje y así poder deshacerse de las pruebas.

Así que dada la perfección del procedimiento, la mujer se fue de vacaciones con absoluta calma e incluso decidió prolongar dos semanas sus días de descanso ante el parte positivo de Manolín que recibía cada noche vía Whatsapp.

Antes de regresar decidió comprarle al hombre un par de botellas del champán más caro como regalo por todo su gran trabajo. Se las entregó en el portal porque salía de camino al hospital, que su tía se había puesto mala. ¡Si es que el hombre era tan atento!

¡Ay, el hombre!... Jamás volvió a irse de vacaciones. De su casa sólo quedaban las paredes. Manolín no iba al hospital, se había mudado y ni siquiera se llamaba Manolín.

lunes, 16 de marzo de 2020

Resolución

Ya tengo las respuestas
a las preguntas no formuladas.
Y alzo mi voz:
si duele
está curando.

Condeno mis mentiras
por hacerme creer infeliz
cuando era quien quería ser.

Me encadeno a mi libertad,
a los sueños por los que vuelo.
Sigo siendo yo.

Soy yo quien cierra puertas
para abrir ventanas.
Soy yo,
mis decisiones.

viernes, 13 de marzo de 2020

En los bolsillos de una chaqueta cualquiera

Había quedado abandonada en medio de la calle como si fuera una chaqueta más. Elisa se acercó cautelosa, observando a su alrededor por si se tratara de una broma con cámara oculta. Imaginaba a las viejecitas acechando tras las cortinas ante la expectación de que alguien por fin la recogiera. Llevaba más de un mes ahí tirada y su dueña parecía no haberse percatado de su ausencia o haber mostrado el mínimo interés por recuperarla.

Parecía ligera y debía ser preciosa recién comprada. Aquella lucía varios años de vida y roña, por no hablar de lo abultado de sus bolsillos. Elisa lo cogió con cuidado expectante ante la mínima pista sobre su propietaria.

Empezó a sacar elementos del bolsillo izquierdo: cuatro pañuelos usados, tres calcetines desparejados, varias flores aplastadas, el metal de una percha, dos piedras, cuatro listas de la compra y un trozo de tela. Curioso.

Turno del bolsillo derecho: monedas (de verdad y de mentira), tres cochecitos descoloridos, varios coleteros, tropecientos envoltorio de caramelos y demás, dos gominolas mordisqueadas y tres con un color sospechoso, un mechero y un cepillo de dientes. Un caso claro de la chaqueta de una madre.

Elisa devolvió todo a su sitio y recorrió el pueblo en busca de una mujer demasiado ocupada cuidando de sus polluelos.

domingo, 8 de marzo de 2020

Un cuento a seis voces

Iba aún en el autobús cuando me añadieron a un grupo de Whatsapp titulado 'Soleado Bournemouth'. Ahí ya tuve la primera impresión de una de mis compañeras. Alessandra enviaba audios cada dos por tres. Por el momento es sólo una voz, no hay cara ni historia detrás.

A mi llegada a la estación que tan bien conocía, me esperaba la coordinadora de los voluntarios. Charlamos un rato mientras esperábamos a otra voluntaria. Se detuvo un autobús y una chica rubia nos miró sonriente. Sabine acababa de cumplir los dieciocho años pero su madurez no es la de cualquier otra joven de su edad. Es alemana, le gusta la fotografía y la repostería, pero aún pasará un tiempo antes de que seamos testigos de su buen hacer. En los próximos días descubrirá que ya había estado en Bournemouth. ¿Qué será lo que tiene está ciudad para hacernos regresar?

La coordinadora nos trasladó a uno de los centros de la asociación, Fusion. Allí conocemos a otra de las personas encargadas de los voluntarios y a otras dos chicas. Flavia tiene un año más que yo y también es española. Le fascina el arte y tiene un cariño inconmensurable por su sobrino. Lenka es de mi edad y su pasión también está en la captura de imágenes, enseguida se convertirá en nuestra Fotógrafa oficial. Es de República Checa y también es buena con los pinceles, tanto sobre papel como con el maquillaje. Ella llegó el día anterior y nos lleva de paseo a la que próximamente será nuestra casa.

Por el camino mis ojos se deleitan con esas calles de recuerdos veraniegos no tan lejanos. Es difícil aún pensar que voy a vivir aquí por un año entero. Nos acompañan los silencios y las primeras preguntas sobre quienes somos.

La casa está situada en el centro. El portal... bueno, hay películas de terror que empiezan con un plano similar... pero en realidad aún es sólo una sensación, todavía no conocemos al monstruo. Las habitaciones son bastante espaciosas y las ventanas amplias. No hay persianas. Dentro del propio piso hay dos plantas. Hay quien escoge habitación pero yo no me decido.

Volvemos a Fusion y conocemos a Ádám, por el momento el único chico. Tiene veinte años y es de Hungría. Le encanta la música y, para su suerte y la de todos los demás, va a encontrar una guitarra en la casa con la que deleitarnos horas y horas. Va a ser actor, de comedia o de lo que la vida le ofrezca, pero va a triunfar. Salimos a dar un paseo por la playa. Vamos descubriendo que nos unen las dudas del futuro; hemos cerrado etapas y no sabemos qué puerta abrir a continuación pero tenemos claro que queremos disfrutar de nuestro año de voluntariado, tenemos tiempo para pensar qué hacer después... o no.

Regresamos al centro y cargamos todas nuestras maletas y un montón de comida en un mini bus de la asociación. Uno de los coordinadores se viene con nosotros y nos conduce otro chico joven. Paramos en la estación a recoger a Alessandra. Es italiana, la mayor del grupo y que en los próximos meses va a insistir en que es vieja cuando no supera ni la treintena. Está como un cencerro y no se calla ni debajo del agua (sí, lo he comprobado), pero ante todo, sabe cómo hacerse querer.

Nos conducen en la noche a Studland, un pueblo costero a algo más de media hora. De nuevo me vienen imágenes de película, nos dejamos llevar con plena confianza, pero quién sabe nada. El minibus se detiene en Sandyholme, una residencia de la asociación en la que vamos a realizar la primera formación hasta el viernes. Comparto habitación con Lenka. Es extraño mantener toda la ropa en la maleta.

Las jornadas siguientes transcurirán entre pequeñas lecciones y juegos para conocernos mejor. Disfrutamos de la cultura gastronómica con su desayuno. Cocinamos entre todos, bueno Ádám mira cómo lo hacemos las demás, pero aún no se ha convertido en el probador oficial, ojo que no es una tarea fácil entre tanta multiculturalidad. Una noche vienen dos voluntarios que terminan su experiencia de dos meses y nos dan consejos. También nos llevan a un tour por los diferentes centros. Otra tarde la pasamos de excursión a Old Harry Rocks, posiblemente una de las razones por las que tanto me gusta el entorno.

El viernes por la noche regresamos a Bournemouth con un montón de comida (y plátanos, muchos plátanos) y un montón de ilusión. Subirlo todo hasta la segunda planta desata las primeras carcajadas. Ha sido como un campamento y los lazos que hemos formado van a ser ya para siempre.

miércoles, 4 de marzo de 2020

De por vida

Llevaba la mala suerte metida en la sangre. Era una persona organizada y atenta, pero todo lo que podía salir mal iba a ocurrirle. Había visitado a varios psiquiatras e incluso se había sometido a una sesión de exorcismo. La conclusión de todas las personas que la rodeaban era la misma: por mucho que se empeñara en evitarlo, tenía la capacidad innata de atraer al mal augurio.

En su búsqueda de una solución para su problemilla, encontró una una conferencia de base científica titulada "Los elementos del hogar que provocan una energía negativa en el alma". Así que recorrió cincuenta kilómetros en dos autobuses (porque el primero se estropeó pese a ser nuevo), pagó por una entrada al recinto cuando era gratis y se sentó en la cuarta fila de un auditorio en el que surgían las primeras goteras junto encima de ella.

Salió traumatizada. Mal, todo mal desde el inicio de su existencia. Su madre se lo había contado mil veces como si de un evento superdivertido se tratara, cuando lo cierto es que podía ser el origen de su desgracia. Aquel día llovía y su madre había empezado a sentir contracciones hacía horas, pero quería esperar a que llegara su padre del trabajo. Iban a salir hacia el hospital. Su madre abrió un paraguas en el recibidor. No llegaron a salir porque en ese momento llegaba ella al mundo, con su madre sosteniendo aquel paraguas en el interior de la casa y transmitiéndola de por vida la mala suerte.

Nota: la creencia de que abrir un paraguas en el interior del hogar trae mala suerte se remonta a la Inglaterra del siglo XVIII; resultaba tan difícil abrirlos que se convertía en un peligro para los que se encontraban alrededor.