Llevaba la mala suerte metida en la sangre. Era una persona organizada y atenta, pero todo lo que podía salir mal iba a ocurrirle. Había visitado a varios psiquiatras e incluso se había sometido a una sesión de exorcismo. La conclusión de todas las personas que la rodeaban era la misma: por mucho que se empeñara en evitarlo, tenía la capacidad innata de atraer al mal augurio.
En su búsqueda de una solución para su problemilla, encontró una una conferencia de base científica titulada "Los elementos del hogar que provocan una energía negativa en el alma". Así que recorrió cincuenta kilómetros en dos autobuses (porque el primero se estropeó pese a ser nuevo), pagó por una entrada al recinto cuando era gratis y se sentó en la cuarta fila de un auditorio en el que surgían las primeras goteras junto encima de ella.

Nota: la creencia de que abrir un paraguas en el interior del hogar trae mala suerte se remonta a la Inglaterra del siglo XVIII; resultaba tan difícil abrirlos que se convertía en un peligro para los que se encontraban alrededor.
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