Enero 2020. El mundo empieza ilusionado un año que va a cambiar el mundo tal y como lo conocemos. De momento es solo enero con noticias poco claras de lo que sucede en China.
Los voluntarios fuimos volviendo de las vacaciones en nuestros respectivos países y la caldera seguía sin arreglar desde que se nos rompiera el día de Navidad. La pieza estaba en nuestra casa pero tenían que ponerla. Yo había estado en España diez días y entrar en mi habitación era como meterse dentro un congelador pese a que le diera el sol casi todo el día. En la planta baja apenas se notaba porque subía el calor de abajo y estaba la cocina también, pero en las habitaciones de arriba era insufrible. Dormir se podía gracias al edredón, que parecía fino pero no lo era. Hacer vida era imposible. Tampoco teníamos agua caliente y, aunque hervíamos agua, la olla más grande (y la única) seguía siendo muy pequeña. Nos dejaron ir a las duchas de la asociación pero por unos días también estuvieron estropeadas.
En mi oficina teníamos cuatro radiadores portátiles que enseguida nos prestaron. Después de dieciséis días terminaron por arreglarnos la caldera aunque el agua caliente tardó aún varios días en funcionar y la calefacción siguió dando problemas.
Unos días después Sabine encontró un par de chinches en su cama (sí, chinches, leíste bien). Pero es que no era sólo ella, en por lo menos tres habitaciones más también había. El casero no quiso hacer nada pero nuestra organización preparó una fumigación para el lunes.
El sábado estuvimos Lenka, Sabine, Ádám y yo viendo Guardianes de la galaxia vol.1 (James Gunn, 2014) en el salón. Cuando acabó nos quedamos en el sitio, escuchando mil veces la canción de los créditos (Come and get your love de Redbone), no fue intencionado, simplemente enlazamos la conversación y los silencios. Hablamos de recuerdos de infancia (pese a que seguimos siendo muy jóvenes), de pesadillas, de leones y de las chinches amables de la habitación de Sabine porque, aunque luego descubriríamos que era la que más tenía, no la mordían. Pocas veces me he sentido tan cómoda como aquella noche. Era nuestra casa. Era nuestra pequeña familia. Fue muy bonito y sencillo. Pensarlo después de todo lo que ha pasado lo hace aún más especial. Puede que las películas de fin de semana todos juntos sea de lo que más he echado de menos.
Para el lunes por la mañana tuvimos que dejar las habitaciones completamente vacías. Fue muy triste porque aún nos quedaban más de siete meses de voluntariado. Ver las habitaciones tan huecas, tan sin vida pese a que todavía eran nuestra vida...
El salón desapareció bajo las pertenencias de siete voluntarios temerosos de qué pasaría si nos hicieran también vaciar el salón, dónde íbamos a meter todo aquello. El lunes fue la primera fumigación. El lunes fue el primer capítulo de un final.
Los voluntarios fuimos volviendo de las vacaciones en nuestros respectivos países y la caldera seguía sin arreglar desde que se nos rompiera el día de Navidad. La pieza estaba en nuestra casa pero tenían que ponerla. Yo había estado en España diez días y entrar en mi habitación era como meterse dentro un congelador pese a que le diera el sol casi todo el día. En la planta baja apenas se notaba porque subía el calor de abajo y estaba la cocina también, pero en las habitaciones de arriba era insufrible. Dormir se podía gracias al edredón, que parecía fino pero no lo era. Hacer vida era imposible. Tampoco teníamos agua caliente y, aunque hervíamos agua, la olla más grande (y la única) seguía siendo muy pequeña. Nos dejaron ir a las duchas de la asociación pero por unos días también estuvieron estropeadas.
En mi oficina teníamos cuatro radiadores portátiles que enseguida nos prestaron. Después de dieciséis días terminaron por arreglarnos la caldera aunque el agua caliente tardó aún varios días en funcionar y la calefacción siguió dando problemas.
Unos días después Sabine encontró un par de chinches en su cama (sí, chinches, leíste bien). Pero es que no era sólo ella, en por lo menos tres habitaciones más también había. El casero no quiso hacer nada pero nuestra organización preparó una fumigación para el lunes.

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Y aquí aún faltaban varias maletas. |
El salón desapareció bajo las pertenencias de siete voluntarios temerosos de qué pasaría si nos hicieran también vaciar el salón, dónde íbamos a meter todo aquello. El lunes fue la primera fumigación. El lunes fue el primer capítulo de un final.
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