viernes, 5 de junio de 2020

Convivencia

Por el ruido de sus pisadas pareciera ser un monstruo de dimensiones indescriptibles. Su habitación temblaba como si la avisara del fin del mundo. A veces tenía la necesidad imperiosa de esconderse en el armario con los auriculares puestos y dejar que las horas pasaran. Pero aquello era absurdo, no había ningún gigante viviendo en su casa ni sabía lo que era una terremoto. Abría la puerta y le gritaba a su compañero de piso que no hacía falta que les avisara cada vez que salía de su cuarto, que no tenían intención de ir a robarle.

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