martes, 30 de junio de 2020

Un cuento de hados

Aquel tiempo en que creímos en las hadas era el producto de una tierna infancia y la confianza en el mundo. Todo eran cuentos, aventuras en las que pasaba de pirata a princesa con tan solo pestañear, aventuras en las que me dabas la mano y volábamos sin ir a ningún lado.

Al llegar a la adolescencia se acabó la confianza y maté personalmente cada hada que dejaste que poblara mis sueños de niñez. No podía haber magia si no había humanidad. Y te marchaste, elegiste vivir en las estrellas sin que te importara abandonarme.

Recuerdo aquellos años como un inmenso vacío aunque ni siquiera en mi habitación estaba sola. Pinté de negro cada esperanza que se posaba sobre mi hombro, llené de odio cada vaso medio lleno, cubrí mis dedos con la arena que debía cubrir nuestros veranos. Te maldije y quise olvidarte. Me maldije y quise olvidarme.

No sé en que momento trajiste de vuelta a aquellos seres mitológicos. Supongo que cuando me di cuenta de que nunca te habías ido, que seguías aquí vigilando cada uno de mis pasos y mimando cada uno de mis errores. Me devolviste a la vida y te traje de vuelta a los recuerdos. Mandaste desde el mundo de los etéreos un par de alas que se acoplaran solas a mi espalda. Me convertiste en una hada en el preciso momento en que dimitiste como ángel de la guarda.

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