Como decía hace unos meses, a mediados de enero la caldera de nuestra casa había sido supuestamente reparada (y digo supuestamente porque todavía daba problemas, pero al menos la calefacción y el agua caliente funcionaban de vez en cuando). Y justo después descubrimos chinches en por lo menos cuatro habitaciones, así que tuvimos que vaciarlas para que pudieran fumigar. Por la noche todo parecía en orden y empezamos a desempaquetar… dos días más tarde, nuevas chinches volvieron a saludar.
Era miércoles y nuestra organización nos pidió no ir a
nuestros puestos para evitar expandir las chinches (suena como una cuarentena y
de alguna manera lo fue)… Nuestra casa iba a ser fumigada de nuevo con un
producto más fuerte y nos iban a trasladar a otra casa por unos días.
Preparamos una maleta pequeña y, como no podíamos llevarnos la comida,
decidimos pasar la tarde comiendo juntos, nos lo iban a tirar todo de cualquier
forma.
Y la aventura comenzó…
El jueves tuvimos que poner en bolsas de basura una muda
completa. Fuimos a una lavandería para eliminar posibles chinches.
Afortunadamente nuestra organización se ocupó de todo. Nos invitaron a
desayunar y recuperamos esa ropa. Nos llevaron al edificio principal de la
organización a darnos una ducha y ponernos la ropa limpia. Nos limpiaron los
zapatos a mano pero seguían mojados. Los abrigos también se los llevaron.
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Una casa típica de Studland |
Subieron la música en el mini bus… condujeron menos de una
hora. Nuestra “nueva” casa estaba en Studland, un pequeño pueblo rodeado de
bosque junto al mar, el mismo lugar en que hicimos nuestra inducción al iniciar
el voluntariado. Siendo honesta, era un lugar increíblemente tranquilo en el que
íbamos a pasar casi una semana. Nos habían comprado comida también, sólo nos
quedaba esperar.
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