Pensar en los días que pasamos en aquella casa en medio del bosque y cerca del mar, es rememorar buenos momentos. Por supuesto que emocionalmente fue complicado pero no podíamos hacer nada más que disfrutar del entorno.
Esto era la tercera semana de Enero y no teníamos nuestros abrigos o las toallas. La coordinadora de voluntarios nos trajo juegos de mesa, cocinábamos juntos y tuvimos televisión por primera vez en nuestra estancia inglesa. Hablamos mucho sobre lo que estábamos viviendo, compartíamos nuestros sentimientos y proyectábamos planes para los próximos meses (si no hubiera habido pandemia).
El segundo día nos hicieron un lavado de urgencia con alguna de nuestra ropa pero, siendo siete, algunos recibieron ropa interior, otros la toalla o la chaqueta. Así que decidimos compartir los abrigos para que todos tuviéramos la oportunidad de salir un rato. Y claro, ¿a dónde iba a ir yo? A la playa, si lo has dudado aún no me has conocido lo suficiente...
También tuvimos continuas visitas de la gente de nuestra organización. Todos ellos traían cajas con cosas que ya habían limpiado con los productos para las chinches. Pero en las cajas venía todo mezclado, lo de un armario de las habitaciones de arriba y lo de un cajón de las de abajo, así que era como abrir los regalos de Navidad: a ver si me he portado bien y me ha tocado algo. Cada día una nueva caja y alguien pendiente de nosotros.
También fue el momento del anuncio de Flavia: iba a acabar su voluntariado antes de tiempo. No era una tragedia, por supuesto, pero era triste tener que decir adiós.
El segundo día una persona de nuestra organización nos recogió a Sabine y a mí para ir a una lavandería al pueblo más cercano y poder lavar toda nuestra ropa. Estuvimos cuatro horas usando seis lavadoras y cinco secadoras. No paramos un segundo y aún quedaron cuatro bolsas llenas de ropa cuando la tienda cerró. Pero la mayoría estaba ya hecho y todos teníamos ya algo limpio. Volvimos a casa y tiramos toda la ropa limpia en el salón. Era una montaña enorme de ropa que nos regaló unos momentos divertidas. Y dirás. es una situación estúpida, ¿por qué estás riendo?, y sí, tienes razón, pero cuando no tienes nada es mejor tomárselo así. Nos sentamos todos en torno a la montaña y comenzamos a buscar cada uno lo suyo. Ropa interior, camisetas y bañadores volaron en todas las direcciones. Como había más camas que personas viviendo allí, convertimos las que nadie usaba en nuestros armarios personales.
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Una de nuestras cuatro tiendas de zapatos ;) |
También recibimos nuestros zapato pero estaban aún mojadas después de haberles puesto el producto de las chinches. Los colocamos todos junto a los radiadores de los pasillos. Era como una tienda de zapatos.
Y los días pasaron viendo películas, escribiendo en el blog de Lenka en nuestros propios idiomas (y enfadándonos porque no encontrábamos en el teclado de su ordenador checo los caracteres para expresar lo que queríamos) y haciendo pequeñas excursiones por la zona. No es mucho pero todo lo que teníamos. Y estuvo muy bien.