viernes, 31 de diciembre de 2021

Dramaturga

Hace unas semanas alguien me preguntó si era dramaturga y sin pensarlo respondí que no, que bueno, Sin con tacto era el primer texto pero ya... ¡Error!

Según la RAE el dramaturgo es el autor de obras dramáticas. Vale, estrictamente eso podría justificar mi inmediata respuesta negativa porque se trataba de una comedia... una comedia trágica pero comedia. Lo que pasa es que siendo realistas, sí que debo englobarme en esa categoría. Y digo debo porque es algo de lo que enorgullecerme. Sin duda. Y digo categoría porque llamar a las cosas por su nombre es darle una entidad por mucho que a veces no nos gusten las etiquetas. Porque en este caso facilitan avanzar.

Otra cosa es considerarme novelista. Sí, publiqué una hace cinco años y estoy ahora (y quien dice ahora habla de cuatro largos años) con tres más, pero, mientras sigan almacenadas en un par de cuadernos y en muchos documentos del ordenador, sin que nadie más tenga constancia de su existencia más allá de creer en mi palabra porque no han accedido a sus páginas, no creo que pueda seguir incluyéndome en ese estrato. Y digo incluyéndome porque saber dónde estás y a dónde quieres ir es querer progresar. Y digo estrato porque es una profesión aunque haya quien le quite su valor.

Cierto, el texto de Sin con tacto dejé de tocarlo allá por Octubre, pero como estoy con otros dos proyectos de los que sí hablo y tengo la certeza de que llegarán a un escenario aunque el cuándo a veces sea incierto, seguiré temporalmente valorándome como dramaturga.

Otra cosa es considerarme guionista. No tengo claro por qué exactamente. Aplicando lo hasta ahora argumentado, y teniendo en cuenta los dos largometrajes (no grabados pero juzgados positivamente por tribunales se supone que profesionales), un cifra indefinida (pero baja) de cortometrajes (que fueron vistos por pocas personas pero más que suficientes), el piloto de una serie (en reposo pero que llegará lejos) y esos videos de verano en el pueblo (que supongo deben incluirse en este apartado), debería afirmar que sí, soy guionista. Pero no, no me sale definirme como tal por mucho que me haya pasado un año estudiando precisamente eso. Es un no todavía... pero quizá pronto. Expresión que últimamente se está traduciendo en sí a su debido momento.

Aunque como término me parece demasiado moderno para mí, soy bloguera. A veces no me importa no tener tiempo para las novelas si lo he podido invertir bien aquí. Sobre todo esas historias en las que me quedaría a vivir unos días. Esas en las que después del punto y final permanezco en silencio observando el papel, esperando poder atravesar la página y observar a los personajes de cerca, queriendo conocerlos un poco más a sabiendas de que he sido yo quien ha decidido cerrar su historia. Quisiera mirarles a los ojos y que me echaran en cara sus decisiones. Quisiera poder averiguar la razón de que esas páginas no tengan un solo tachón aunque inicialmente no supiera qué iban a contarme. Pero también me gusta publicar esos otros textos feos, inacabados y sin gracia. Porque hacen referencia a la constancia y me recuerdan que, si puedo con ellos, puedo con una novela o con tres. Y porque significa quererme más y distanciarme un rato de ese inalcanzable que es la perfección.

Cierto, aquí es donde entras tú, lector anónimo (o no tanto). Gracias por apoyarme y por estar ahí. Al final siempre es necesario que haya alguien a quien llegue lo contado y me gusta que seas precisamente tú.

Dramaturga, novelista, guionista, bloguera... quizá abandone alguna en ciertos momentos o de forma indefinida, pero no creo que pueda dejar de decir que soy escritora (sí, tampoco es la primera vez que hablo de esto). Porque considero que escribir es, además de garabatear en un papel o apuñalar el teclado, escoger con precisión cada palabra, pensarlas y ordenarlas con mimo y algo de picardía. Disfrutarlas. Eso soy yo. Porque no es solo una profesión o una afición, es mi forma de ser, mi forma de transmitir lo que muchas veces no soy capaz de decir de viva voz. Y cambiaré... o no... pero hoy por hoy, y señalo hoy como 31 de Diciembre de 2021, me gusta que sea así, pese a la cobardía de ocultar ciertas historias y por la valentía de mostrar otras.

Cierto, hoy he puesto demasiado el foco en mí pero quería acabar el año con un texto así. Primero por la libertad que aún conservo aquí para contar lo que me dé la gana cuando me dé la gana. Lo segundo por todas las montañas de este año, en general y en la escritura en particular. Y lo tercero, y principalmente, para dar muerte al autosabotaje que me hice este año.

miércoles, 29 de diciembre de 2021

Es

Una casa en la montaña. Algo así como el paraiso del que siempre hablas para tu jubilación aunque sabes que no lo tendrás. Y te da igual. Porque en eso que llamas hogar, en esas paredes que te conocen mejor que nadie y que serán de varias habitaciones, es donde quieres sacar el pie izquierdo de entre las sábanas en la mañana de un domingo invernal, o dejar que la brisa, aún ardiente de las noches de verano, se pose en cada gota de sudor que recubre tu cuerpo.

Un paseo por la playa. Temprano, viendo cómo las nubes se tiñen a cada segundo, esperando que el sol haga su aparición por encima de las olas. Entonces es cuando te das cuenta de que allí amanece por detrás de la ciudad. Y te da igual.

Una estructura que parecía repetitiva. Algo así como jugar contigo y removerte la conciencia cuando se trata de la intuición encontrando su sentido. Una búsqueda no comenzada que te hace sentir el vértigo en el momento en que ya te has caído por el precipicio. Algo así como colapsar. Y eso es bueno.

Un poco de arena que se desliza entre los dedos. Esa piel inocente que aprende a ser soñada y ese cuerpo que se desvanece en susurros sin palabras.

Una noche para ver las estrellas y descubrir que solo hay truenos. Y te da igual. Porque el cielo sigue brillando concediéndole espacio a otras constelaciones.

No pensar, solo compartir.

miércoles, 22 de diciembre de 2021

Convergentes

Coinciden en el tiempo como si fuera casualidad. Se dan la mano y se autoalimentan. A veces hasta parece que son de esos hermanos separados al nacer. Luego resulta que todo tiene una explicación y no es atribuible al azar o a los designios de las estrellas. Si acaso al esfuerzo. Y a la constancia. Al trabajo diario marcado por el sacrificio y un porrón más de palabras cultas.

Coinciden y parece que lo van a llenar todo, que van a ahuyentar las dudas hasta el punto de que no quedará siquiera aire por respirar, y que la tormenta que vendrá suena más bien a anécdota para hacer el cuento un poco más bello, más épico, más realista.

En el tiempo del que escapan los silencios que fueron ignorados y los susurros mal pronunciados. En esos instantes en que las estrellas duermen en recovecos sin noche y los gritos se esconden en las vaguadas.

Como si esas casualidades tuvieran cabida entre las intuiciones, o como si juntar un puñado de realidades fuese una forma más de pasar el rato. Como si el azar fuera tan caprichoso para señalar siempre el camino deseado, o si las caídas fueran tropiezos mal apuntalados.

Coinciden en el tiempo como si fuera casualidad en lugar del resultado de las decisiones de toda una vida.

domingo, 19 de diciembre de 2021

Ruido

Está aquí. Otra vez. El frío se ha adherido a tus huesos y tratas de ocultar las sacudidas en tus manos. Sabes que no es un abrigo lo que te hace falta. O sí, pero no uno de tela. Sabes que se ha sentado. Cerca. Muy cerca. Con su mirada negra sobre tu cuello. Con su aliento afilado acariciándote todavía la piel.

Está aquí. Otra vez. Lo intuyes pero ya no reconoces su forma. No tiene nombre. Se lo preguntas... preguntas al aire. No hay respuesta. Es una sombra que campa a sus anchas por tu habitación. Vuelves a formular las mismas palabras y te das cuenta de que es inútil. No se escuchan tus gritos, acaba de cercenar tu voz. Te has despistado un solo segundo y ni siquiera intuyes por dónde mana la lava. Tú sí le oyes. Es un susurro. Muy débil. No le hace falta más para que tus rodillas cedan.

Está aquí. Otra vez. Tirando de tu pelo a intérvalos caprichosos. Agarrándose a tus tobillos para que ni te plantees caminar. Tejiendo una enrredadera sobre una almohada que ya sientes de espinas. Cubriendo las ventanas con estaño para que no seduzcas a la luna. Pujando por tu caída. Buscando en tus verbos la mínima señal de debilidad. Acechando. Constantemente. A cada instante. En perpetua compañía. Acompasándose a tu latido. Esas pulsaciones que te martillean en el silencio.

Está aquí. Otra vez. Se apoya en tu frente y te anima a seguir su juego. Da igual que todo haya caducado. Es uno contra uno. La misma ventaja, la misma inferioridad. La misma dependencia, la misma vacuidad. La misma fortaleza, la misma fragilidad.

Está aquí. Otra vez. Y también estás tú. Tú más allá de tu veneno.

jueves, 16 de diciembre de 2021

¿Cuándo?

¿Hay alguna señal antes de que suceda? ¿Cuánto puede durar agrietado? ¿Cómo comprobar su resistencia?  ¿O da igual que se parta porque siempre se puede pegar? ¿Cómo saber si se acerca al punto de lo irreparable? ¿Vale cualquier pegamento? ¿Cómo puede saberse si el adhesivo es el correcto o le va a dar alergia? ¿Y si se pierde un pedacito por pequeño que sea? ¿Y si las grietas siguen infectadas aunque las limpie todos los días con agua oxigenada? ¿Puede seguir utilizándose luego como si no pasara nada? ¿Y si se vuelve a romper por el mismo sitio? ¿Y si aparecen cortes en el lado opuesto? ¿Y si el pegamento que necesito sólo se fabrica a kilómetros de aquí? ¿Y si no tengo suficiente dinero para pagar su tratamiento? ¿Y si ni siquiera existe y me lo tengo que inventar yo? ¿Y si decido que no hay cura? ¿Cuánto esperar para esa sentencia? ¿Es mi decisión o puedo compartirla? ¿Me valdrá aunque esté roto? ¿Puede darle otro uso aunque sepa que su utilidad era otra? ¿Cuánto tiempo para el duelo? ¿Cómo se organiza ese entierro? ¿Puedo mejor preparar una fiesta con música hasta el amanecer?

Porque no sé el cuándo pero sé que al final se rompe. Porque no sé cuando llegarán las respuestas pero sé que lo voy a cuestionar todo. Porque no sé el cuando pero sé que querré seguir volando.

viernes, 10 de diciembre de 2021

Ventana cerrada

A lo mejor podía haber sido sin tanta cabezonería, si en lugar de siempre silencio hubiéramos hablado, si en lugar de siempre charlar nos hubiéramos mirado a los ojos.

A lo mejor podía haber sido sin tanta responsabilidad, si hubiéramos podido hacer un paréntesis a todo lo demás, si todo lo demás no tuviera que ser un paréntesis.

A lo mejor podía haber sido sin tanta espera, si la inocencia hubiera estado solo de visita, si la experiencia hubiera sido otro viajero más.

A lo mejor podía haber sido sin tanto miedo, si la valentía hubiera seguido dando pasos, por pequeños o silenciosos que fueran, si las agallas hubieran permitido la respiración que los pulmones ignoraban.

A lo mejor... pero no es. Simplemente no ha sido.

martes, 7 de diciembre de 2021

Tu madre

Me encontré a tu madre. ¡No ha cambiado nada! Y yo que me alegro de que no haya recaído. Te lo digo en serio: me hizo muchísima ilusión verla. No le pregunté por ti. No sé, pensé que era lo mejor. Le enseñé las fotos de cuando estuve en Tanzania y le hablé de mi próxima incursión en las Filipinas. No sé, pensé que era lo mejor... para mí. Porque estaba convencido de que ella sí te hablaría de mí. Por eso cuando me preguntó que cómo estaba realmente, me esforcé al máximo en mentirla. Sé que se dio cuenta pero me siguió el juego. Tu madre siempre fue lo mejor de nuestra relación. La prometí que la llamaría pronto y de verdad te digo que pienso cumplirlo.

Lo siento. Sí, ya sé que no tenía ninguna obligación, pero sé que a la mujer le habría hecho ilusión. Un par de días antes de irme a Filipinas te juro que tuve el móvil en la mano e incluso busqué su contacto, pero surgió un problema con el pasaporte y... Desde allí me hubiera salido muy caro, y como sigue sin querer ponerse el whatsapp... Con lo bien que se le dan las tecnologías y sigue empeñada en no instalar la aplicación. Bueno, ¿qué te voy a contar a ti?, si eres digno hijo suyo. Mira, lo de la postal o la carta es verdad que ni se me vino a la cabeza. Lo reconozco, fallo mío, pero es que iba a estar solo unos meses y han pasado casi cuatro años. Es un lugar precioso y mi trabajo allí ha sido... ha sido duro pero también gratificante y... no sé... estar tanto tiempo lejos... Pero hoy la he vuelto a ver, vamos, que he ido específicamente hacia vuestra casa. No he llegado a subir. Estaba en el parque con tu sobrino. ¡Es un niño precioso! A ella la vi bien, sí, quizá un poco más cansada, con alguna cana más, pero el nuevo corte de pelo la sienta genial. Y oye, que ya me ha estado contando lo de sus excursiones a balnarios. A ver si va a ser ella la que se eche novio ahora. ¿Te imaginas? Sí, bah, si no parabas de hacerle bromas, te encantaría que se volviera a enamorar. Tu madre es una persona maravillosa que se hace querer enseguida. Anda, pues claro, con su temperamento y sus cosillas, como todos. Supongo que no le habrá faltado tiempo para contarte que me voy a establecer definitivamente en España. No, no me ha echado nadie el guante. Que sí, que hay alguien que... pero no, nada serio. Tampoco le pregunté por ti y como ella tampoco te mencionó... pensé que era lo mejor. Ella dice que me ve cambiado. Yo creo que es solo apariencia. O sea... sí... han pasado cosas y... he aprendido, me he tropezado con la misma piedra... me he acordado de ti... mucho... fíjate que incluso hubo un día que me pareció verte entre un grupo de turistas alemanes. Sí, ¿cómo ibas a ser tú? Hay demasiados kilómetros. Además, con tal de no estar cerca de un alemán hubieras cancelado la excursión, por muy cara que fuese, y te hubieras encerrado en la habitación del hotel, previa queja a la guía que, con gran amabilidad pero a punto de perder la paciencia, te hubiera hecho ver que el problema era tuyo por equivocarte de grupo asignado, y mira que te lo dejó bien claro el día de antes. No, no soy adivino, sabes perfectamente que hubiera sido así. Te conozco... o te... conocía. Sí, lo he superado... Ahora creo que ya sí. No sé, me estoy imaginando que hablo contigo y... todo está bien. Espero que tú también... espero que te vaya todo bien.

Ahora no puedes regañarme. No han pasado ni dos meses. Venía de comprar fruta. Físicamente la veía igual pero... no sé... había algo... me ha dicho que era tu aniversario... joder, ya me podías haber dicho que te habías casado... vale, no hemos tenido nada de contacto en estos años, pero algo así... me habría alegrado... bueno, vamos, que me alegro... Eran sus ojos, sí, los ojos de tu madre suelen tener una luz... se lo dije... y me contestó que tenía prisa, que quería pasarse a verte y... oye, pues pensé... "es el momento, voy a acompañarla y conozco a tu..." ¿Cómo?... No... ¿No te has casado? Pensaba que... tu... ¿aniversario?... Tendría que haberlo sabido antes... tendría que... Y tu madre tan amable como siempre... Me ha subido a casa y nos hemos tomado una infusión. Hemos hablado mucho de ti y nos hemos reído hasta que nos ha dolido el estómago. Sí, a ver, es que tenías cada salida... Creo que voy a ir a China. No, no, no me voy a quedar, tengo que volver y traerle a tu madre un recuerdo de la muralla. Me ha dado todos tus mapas y la planificación que tenías preparada. Joder, tú sí que habías cambiado.

China ha sido brutal. Hoy te hemos ido a ver al cementerio.

jueves, 2 de diciembre de 2021

Sobre la tarde ayer

Tengo que recuperar la grabadora. Eso o muy pronto mis dedos inventando historias en el móvil mientras camino por Madrid van a convertirse en falanges amputadas, por no hablar del porrazo que me voy a meter por no mirar al frente.

Sí, sé que el móvil también graba voz, pero con los guantes la pantalla táctil no funciona, de manera que estaría en la misma de antes. A favor de la grabadora señalar que tiene botones y se puede manipular sin necesidad de que la piel sea devorada por la temporatura ambiente.

Lo que pasa es que sería otro tipo de experiencia. O sea, por un lado, ponte que supone ir hablando sola con un cachivache extraño (que para mí no lo es pero supongo que llama la atención, genera miradas y me despistaría porque buscaría en quienes sienten curiosidad algún punto de interés).

Y por otro lado, escucharlo sería un problema. ¿Un problema?... ¿En serio, Sara? Por favor, que poco tacto... Sería un problema porque prestaría más atención a mi tono de voz y querría sacarle más jugo del que quizá tenga (sí, en verdad sería interesante el encontrar matices que a veces no son tan concretos con palabras escritas deprisa y corriendo, pero a la larga creo que me cansaría de tanto análisis y total, "no hace falta entenderlo todo" - estas comillas son una referencia a otra cosa que no voy a mencionar ahora, pero de la que quede bien claro: estoy muy orgullosa).

Sería un problema... ¿un problema? ¿otra vez?... sería eso porque trataría de transcribir, más allá de mi voz, la de otros viandantes y seguro que hallaría nuevas y emocionantes historias... ¿sería eso realmente un problema? A ver, donde creía encontrar una idea aparecen otras tres, lo que mola mucho, pero implicaría una cantidad ingente de relatos que no llegaría ni a querer escribir (eso sí que es mentira)... que no llegaría a poder escribir, lo cual sería frustrante e innecesario... supongo que si la historia no fue capturada en el momento en cuestión a lo mejor no es necesario darle voz... y si realmente tengo que escribirla, estoy convencida de que hallará otra forma de aparecérseme y que la ponga en palabras.

Es decir, que voy a seguir paseando por Madrid con los dedos congelados sobre la pantalla del móvil.