jueves, 17 de marzo de 2022

Muro con ventana en medio

De pronto es más denso que el silencio. Y escuchas el aleteo del mosquito al otro lado del océano. Crece. Se convierte en un zumbido para el que no encuentras botón de apagado. Crece. Hasta purgar tu equilibrio.

Entonces enciendes la televisión. No te acomodas en el sofá, es éste el que se adapta a tu forma y modela una postura incómoda. Se adhiere a tu piel sin hacerte partícipe. Después ya no te levantas. Decides esperar. Hasta cuando el sofá se despiste. Tampoco te quedas alerta todo el tiempo. Esperas. Sin impaciencia ni regocido. Saludas si alguien se acerca.

Luego ya estás de pie. No sabes cómo has llegado ahí. Culpas al televisor. Buscas unas escaleras. No por nada en concreto, pero es lo que toca. Algo así como tu boleto premiado de la lotería.

Subes y enciendes la luz. O encuentras el sol. O simplemente hay claridad. Descubres el agujero y lo tapas. Primero con un par de ramas. Te alejas y decides volver para señalar la abertura.

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