sábado, 13 de enero de 2024

La criatura del embalse - 3/3 La sequía (por el camino realista)

Regresa a la parte 2 (por el camino realista)

Por lo visto ha salido en las noticias que el embalse está bajo mínimos y que incluso está emergiendo el antiguo pueblo. ¡En el telediario! Mi pueblo en el telediario. Lo de la sequía ya lo sé muy bien que me he acercado casi a diario. Me doy un paseo bien tempranito antes de ponerme a trabajar. Pero llevo un par de semanas que me encuentro muy cansado, y el médico se quedó muy preocupado con la última analítica. Es curioso que seamos, con gran diferencia, el único embalse del país en situación tan extrema.

Esa mañana me pongo el despertador una hora antes. Apenas se aprecia el sol apareciendo por el horizonte. Me pongo las deportivas y caliento en el jardín cuando los pajarillos aún no se han desperezado. Salgo al trote. Voy directo el embalse. Enseguida me falta el aire y paso a caminar. Sí, lo cierto, es que nunca lo he visto tan bajo. Me da mucho pena.

Y entonces te veo. No, no te veo. Te recuerdo. Vislumbro, en lo que deberían ser las profundidades del embalse, una floreado arbusto rodeado de tierra seca. Freno en seco. Recalculo la distancia, pero lo tengo claro: ha crecido exactamente en el lugar en el que te hundiste. ¿Sabes? Al principio pensaba mucho en ti. Venía aquí y te comentaba cómo había sido mi día. Hubo un tiempo en que pasaste a ser mi única amiga. Luego seguí viniendo pero te ignoré. Me sentía muy cruel hablándote de mi día a día mientras tú yacías en el fondo.

Camino despacio, ansiando alcanzar el arbusto y a la vez no queriendo llegar nunca. Es hermoso. Tremendamente hermoso. Como tú. Hay varias flores de colores intensos, y lo que parecen unos jugosos frutos. Apenas lo tocó, se desprende. Siento el impulso de llevármelo a la boca. Está delicioso. Lo devoro. Me como una segunda pieza. Siento no haber vuelto a acordarme de ti. Siento no haber logrado salvarte.

Para cuando me doy cuenta, tengo el rostro empapado en lágrimas. Supongo que las que no llegué a derramar cuando te vi desaparecer. Se caen dos piezas de fruta más y soy consciente de que debo de llevar varias horas allí. El sol calienta con intensidad. Recojo los frutos y regreso caminando al pueblo.

A la mañana siguiente me lavanto también temprano para hacerme la analítica. Me siento con algo más de energía. No es lo habitual, pero decido rechazar mi taza de café y me como las frutas de tu arbusto.

Me cruzo con mi doctor en el centro de salud. Tiene varias hipótesis y ninguna muy halagueña. Debemos esperar unos días más.

Vuelvo al embalse. Vuelvo a ti. Tengo la impresión de que se han multiplicado las flores y los frutos. Me llevo varios. Y repito la operación durante toda la semana. El viernes recibo la llamada del médico: parece que los resultados no son tan negativos como se esperaba y quiere hacerme más pruebas.

Un mes más tarde, el doctor decide dar por concluido mi expediente, me encuentro como una rosa. No se puede decir lo mismo del embalse. Ni de ti. Llevas varios días más apagada de lo normal. Ya no quedan flores. La misma mañana en que recojo la última pieza, comienza a llover en el valle. Nunca más volverá a verse el embalse tan vacío como aquellas semanas en que me salvaste la vida.

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