lunes, 26 de febrero de 2024

El camino de vuelta - 2/2

Regresa a la parte 1


Ella se imaginó que las manos le temblarían. Trataría cuatro veces de encenderlo. Sin éxito. El mechero se apagaría un segundo después de accionarlo. Pararía a una parejita joven que le mirarían raro. Conseguiría que ella le encendiera el ciganillo. Le daría tres caladas sin apenas pausa, y dejaría que el resto se consumiera. No apartaría la vista del portal.

Respiraría profundamente antes de regresar al edificio. Serían pasos cortos. Lentos. Pero confiados. Sacaría el llavero y lo acariciaría. Metería la llave en el cerrojo. Cerraría tras de sí y cruzaría el pasillo. Se detendría de nuevo antes de alcanzar el primer peldaño. Y entonces desaparecería.

Ella se imaginaba cómo él hacía todo aquel recorrido para llegar a su piso, el camino que habían hecho juntos cientos de veces, el camino de vuelta a casa. Recordaba cómo habían ido cogidos de la mano y se soltaban al llegar al portal, como él le acariciaba la mejilla antes de buscar sus llaves. Recordaba cómo atravesaban el pasillo comentando qué podrían preparar para comer. Y entonces su recuerdo se tornaba en invención e imaginaba cómo él se volatilizaba al pestañear. Las partículas de su cuerpo se desvanecerían y de él no quedarían ni la ropa ni el llavero. Algo como una abducción alienígena pero sin naves espaciales ni marcianitos de por medio.

Cada noche desde hacía cuatro meses, enredada en las sábanas y con los ojos humedecidos, evocaba aquella ensoñación como último recurso al que aferrarse, porque prefería confiar en una explicación irracional, a seguir tratando de entender cómo era posible que hubiera desaparecido de su vida y, al parecer de la faz de la tierra, sin dejar rasto. Ni una nota, ni una pista, ni una señal. Absolutamente nada.

jueves, 22 de febrero de 2024

El camino de vuelta - 1/2

Se imaginó cómo él caminaba por la calle. Absolutamente decidido. Con sus pantalones vaqueros y su jersey de lana. Con gafas de sol y una sonrisa plena. El pelo alboratado. Salvaje. Libre. Y auriculares baratos con muísica rock a todo volumen. La mirada bien al frente. Observándalo todo. Pelo suelto a lo John Lennon.

Se detendría en el semáforo en rojo y marcaría el ritmo de la música con la pierna izquierda y la mano derecha. Constante. Muy vivido. Un niño desde su carrito se fijaría en sus deportivas verdes fosforitas. Él le sonreiría con aún mas intensidad.

Cruzaría el paso de cebra saltando sobre las franjas blancas, ante la atenta mirada de los padres del crío en la sillita que comentarían lo atolondrada que está la juventud hoy en día, y ya de vuelta a la acera, se pegaría al escaparate de una librería analizando cada portada de los libros que hubieran colocado recientemente. Eso ya no lo observarían los padres. Él permanecería varios minutos en aquella posición y se sentirá atraído por unos cuantos títulos, pero no llegaría a entrar.

Retomaría su caminar enérgico y se pararía frente a nuestro portal. Sacaría un manejo de llaves del bolsillo delantero izquierdo, se detendría un segundo a acariciar el llavero que le regalé, y buscaría la llave con una marca en el dorso pintada con rotulador azul. La introduciría en la cerradura y abriría la puerta. La cerraría tras de sí sacando el mp3 y acallando la música.

Atravesaría el pasillo hacia las escaleras con determinación y, antes de plantar el pie derecho sobre el primer escalón, se detendría. Y le vendrían las dudas. Le caerían como una losa sobre la espalda o en forma de bofetada. Le impactaría seriamente. Trataría repetidas veces de plantar el pie sobre el escalón, pero sentirí/a que su cuerpo no responde, y luego que la respiración se le va agitando, y que se marea, y que le falta aire. Se apoyaría en la pared y se iría resbalando hacia el suelo. Permanecería tumbado con la mirada perdida durante media hora.

Luego escucharía la puerta del segundo izquierda abrirse. Se pondría en pie, deprisa y abandonaría el portal. Con decisión. Se apostaría al final de la calle y se liaría un cigarrillo. Con torpeza.

Continúa con la segunda parte.

domingo, 18 de febrero de 2024

Mis nietas separadas - La familia perfecta 3/3

Regresa a Mi hermana viva.

Ojalá pudiera hacerte saber que no fue que te quisiera menos a ti que a ella. Comprendí que no quisieras verme pero tampoco podía pasar mucho tiempo con tu hermana sin que los recuerdos me devoraran.

Ojalá pudiera pediros perdón y con eso traerte de vuelta. Pedirte perdón de verdad sin lamentar lo que eso le supusiera a tu hermana. Sé que ha vuelto al pueblo para quedarse. Y que estás pensando reabrir la puerta del accidente. Me gustaría estar. Me gustaría ayudaros. Me gustaría hacer algo más que lo que hice entonces. Creo que solo entonces todos terminaremos de descansar. Descansar en paz.

Ojalá hubiérais crecido juntas. Ojalá no hubiera que haberse inventado toda aquella mentira. Ojalá no me hubiera creído aquella mentira. Ojalá no hubiera sido tan cobarde. Llevo reviviendo aquel día en cada atardecer. Daba igual que estuviera echando la partida o que me estuvierais llevando al cementerio, los últimos rayos en el horizonte me llevaban al instante en que tu hermana te quitó la vida.

miércoles, 14 de febrero de 2024

Mi hermana viva - La familia perfecta 2/3

Regresa a Mi hermana muerta

Me gustaría no sentir esta necesidad tan grande por abrazarte. Y me apena de verás no poder hacerlo. Pero es que por encima de todo te odio y no puedo sentir otra clase de afecto hacia ti.

Supongo que la tía Pili diría que lo que tengo son celos, envidia de ti. Y sí, claro, tú tienes una vida por delante y yo nada más que la muerte. Antes no era así. No me dabas asco.

Al principio iba detrás de ti a todas partes. Te gritaba muy fuerte en el oído y te ponía la zancadilla. No con intención de hacerte daño sino para llamar tu atención. Pero tú no te inmutabas. Es normal, pero me llevó un tiempo comprender mis nuevas normas corporales.

Cuando volvisteis a Madrid, os acompañé. No me gustó verte jugar sola en casa pero me encantó la pulsera que te regalaron mis amigas del cole. Y cómo te abrazaban cuando te acordabas de mí.

Luego conociste a aquel chico del instituto y veníais mucho a casa a hacer los deberes y ver películas. Me aburría un poco. Y luego empecé a sentir que estaba de sujetavelas aunque no supierais que estaba allí. Nunca supe si debía alegrarme de que tuvieras tu primer novio. Yo te iba a organizar la boda a ti y tú te encargarías de la mía. ¿Qué iba a pasar ahora? Te casarías sin mí, por supuesto. Quizá me mencionaras en el convite pero todo sería perfecto. Sin mí.

Cuando os fuisteis el siguiente verano al pueblo, regresé con vosotros y decidí quedarme aquí. No en casa, había demasiada gente e iba a ser complicado. Así que opté por el cementerio. En el fondo, era realmente ese mi nuevo hogar. ¡Fui independiente antes que tú! Aunque ni mamá ni nadie me felicitaría por ello.

Conocí a otros niños, niños de mi edad con los que podía jugar e irme de aventuras. No era como cuando íbamos con Tomás y Ernesto, pero también me divertía.

Lo que no soportaba era que el abuelo viniera a verme todos los días. Así que según le veía aparecer por la verja, me iba de allí. Lo más lejos que podía.

Luego él se murió y le enterrasteis a mi lado. ¿Qué pasa, que tenía que vigilarme todo el día? ¿No podía dejarme descansar tranquila? ¿Es que no recordabais ya lo que me había hecho? Que sí, que yo sé que no fue su culpa. Pero sí quien tomó las decisiones importantes. El abuelo no me dijo nada. Ni siquiera un "hola". Había estado más de seis años visitándome casi diariamente y no se atrevía a mirarme a la cara.

Por eso me volví a casa. Todos vosotros dejasteis de venir a menudo y yo me instalé aquí. A fin de cuentas alguien tenía que ocuparse de las goteras y de mantener a raya a los ratones. El polvo y las arañas os lo dejé a vosotros para que no fuera muy cantoso. Y porque no me iba a ocupar yo de todo, que suficiente tenía con lo mío.

Hace unas semanas me di cuenta de que te estabas organizando para mudarte aquí. Y entonces pensé que teníamos que hablar... De lo que pasó realmente aquel día. Creo que mereces saberlo. No me gustaría guardarte rencor eternamente.

Sería bonito volver a vivir juntas… Aunque trate de negarlo… Yo también te echo mucho de menos.


Continúa con Mis nietas separadas.

sábado, 10 de febrero de 2024

Mi hermana muerta - La familia perfecta 1/3

Eras tú. Había tenido dudas pero ahora ya estaba claro: tiraste al suelo el marco con la foto del abuelo, el cristal se rompió y sacaste la imagen.

Cuando se lo conté a mamá por teléfono, enseguida saltó con que seguro que había sido Blanquita. Sí, claro, ahora resulta que tiene pulgares oponibles, no te digo. ¿Y qué más?

A mamá no le gusta Blanquita porque lo llena todo de pelos. Creo que a ti te encantaría. Es muy cariñosa. De hecho le puse ese nombre por... ¿Te acuerdas de aquel día en las eras que jugamos con Tomas y Ernesto?...

Echo de menos aquellos días...

La tía Pili dijo que ni de coña, que Blanquita era un trozo de pan y seguro que no se había movido de la cocina. Es verdad, apenas sale de allí; se sube a la silla… que utilizaba el abuelo. Bueno, espera, que esto no sé lo sabes: ahora mamá y la tía se llevan superbién, vamos, que se ven casi a diario. Justo aquel día habían estado juntas en el gimnasio. Es todo una cosa extrañísima que tampoco sabría muy bien cómo explicarte. Total, que la tía saltó con que debía haber sido por una corriente de aire, que al encender la chimenea, según ella, es normal.

En el fondo sé que las dos tenían el mismo culpable que yo. Pero no se atrevieron a decirlo en voz alta.

¿Sabes? Me venía dando cuenta de un tiempo a esta parte, que al poquito de entrar en la casa, escuchaba como pasos en la planta de arriba. Retirándose. Como si supieran que iba a estar solo el fin de semana y luego pudieran volver a tener la casa libre.

A ver, yo diría que no creo en los fantasmas. No en los fantasmas como tú. Y en realidad me replanteo si realmente creo o solo acepto que tú transformes temporalmente mi pensamiento.

En los monstruos de la noche sí que sigo creyendo. Que sí, que soy mayorcita, pero desde que te fuiste, tengo pesadillas casi todos los días. Por eso también pensé que sería buena idea venirme aquí, que respirando aire puro y viviendo menos estresada, podría descansar mejor.

El caso es que en esta ocasión, escuché los pasos dando vueltas por la habitación. No se iban. Era un caminar pensativo. Supongo que sabías que no venía para pasar unos días sino una larga temporada. Indefinida más bien. No, no lo supongo. Sé que seguimos conectadas aunque ya no estés aquí. Bueno, aquí, sí, claramente estás, pero…Te echo mucho de menos.

Sé que fuiste tú quien se llevó la fotografía del abuelo. Entiendo tu enfado y tu dolor pero no hacía falta. Quiero decir, no vas a conseguir nada con eso. No vas a volver. Y él no tuvo la culpa. Solo fue un accidente, un fatal accidente.

Ojalá pudiera verte. Y abrazarte de nuevo. Como en tu último día.


Continúa con Mi hermana viva

martes, 6 de febrero de 2024

Mensaje en el contestador de voz - 2/2

Regresa al primer mensaje de voz.

¡Hola, Lucía! Menos mal que no me has cogido la llamada. No me apetecía mucho hablar contigo. Síííí, era yo. El caso es que yo también te reconocí pero me dio cosilla decirte algo. Es que han pasado muuuuuchas cosas en estos años y… no creo que sea una buena idea, la verdad. Lo siento. Prefiero que no mantengamos ninguna relación. No tengo ningún interés ni ninguna necesidad en que seamos siquiera amigos. Tampoco pretendo que lo entiendas. Es solo que... bueno... ya está. Ya fue y no hay porqué estirar del chicle. No te guardo rencor pero... no quiero hablar contigo. Lo entiendes, ¿verdad? Y si no estás de acuerdo... lo siento, a veces estas cosas pasan. Ya no es momento para nada.

En cuanto a tus preguntas, vas a flipar: ahora estudio y trabajo; ¡yo! el lumbreras de clase. Es una locura pero merece la pena. Y no, qué va, con la cocina ahora soy un poco torpe, jejeje, me sacas de los macarrones con tomate y los huevos con patatas fritas, y puedo envenenarte.

Sí, sí, mis padres están genial, se han mudado a la costa y viven de lujo. A veces me preguntan por ti... pero nunca me atrevo a decirles la verdad. Sé que está mal. Fatal. Pero creo que es lo mejor.

Pues nada que... te dejo, que tengo mucho que hacer... ¡Adiós!

sábado, 3 de febrero de 2024

Mensaje en el contestador de voz - 1/2

Hola, David. Espero que éste siga siendo tu teléfono. Supongo que ahora te pillo ocupado.

Creo que hoy me he cruzado contigo y no te he reconocido. Lo creo pero tampoco quiero creerlo. Porque me da mucha pena pensar que, después de tantos años compartidos, no soy capaz de mirarte a la cara y tener la certeza de que eres tú. Y te preguntarás entonces, '¿pero era yo de verdad o me has creído ver en otro?' Estoy prácticamente convencida de que eras tú. Pero estabas cambiado. Normal, quiero decir, yo tampoco soy la misma. Pero seguimos siendo nosotros. O sea, por un lado tú y por otro yo.

Ibas solo. Con una mochila y una bolsa del supermercado. La cocina siempre se te dio bien. Y la mochila deduzco que del trabajo. ¿O es que has vuelto a estudiar? Me alegraría tanto lo uno como lo otro, aunque reconozco que me daría envidia cualquiera de las dos respuestas. Sigo posponiendo (eternamente como dirías tú) lo de meterme en alguna escuela de pintura. Y respecto a la faena… pues solo por temporadas. Y ahora mismo no es una de ellas.

No quise interrumpirte. Parecías tener prisa. ¿Ibas a ver a tus padres? Espero que estén bien, sinceramente lo espero.

¿Y tú? ¿Cómo estás? Lo cierto es que no retuve tu expresión. Solo me quedé con la sorpresa de verte.

Y... bueno, nada que... todo este mensaje es básicamente para decirte que... te echo de menos y que... siento haber dejado que nos distanciáramos tanto. Me gustaría que nos viéramos un día de estos y nos pongamos al día. Si te apetece, claro. ¡Un abrazo fuerte!


Continúa con la respuesta.