miércoles, 26 de junio de 2024

La niña migrante - La tormenta 3/4

Regresa a la Parte 2: La Piscina

La madre y el padre salieron unos diez minutos más tarde de lo que deberían. Había comenzado a llover un par de horas antes. Lo cierto es que no había previsión de precipitaciones, pero el cambio climático se hacía notar cada vez más y no resultaba tan extraño. Los progenitores caminaban resguardándose entre portales y los salientes de los balcones. Comentaban apaciblemente su jornada.

Y entonces llegó: el rayo más intenso que jamás se hubiera registrado en la ciudad de Madrid. Duró casi cuatro segundos y las ramificaciones se contaban por decenas. El trueno apareció al instante sin despegarse del relámpago y se llegó a escuchar en las provincias aledañas como si hubiera impactado en las mismas.

Para cuando luz y sonido desaparecieron, el padre y la madre se habían cogido fuertemente de las manos y se observaban a los ojos con preocupación. Fue solo un instante antes de salir corriendo por mitad de la calle sin importarles los charcos. Atravesaron el portal y subieron las escaleras de dos en dos. La puerta de su piso quedó abierta mientras gritaban el nombre de su hija sin obtener ninguna respuesta. Buscaron en cada estancia, revolviendo inútilmente dentro de los armarios y bajo las camas. En realidad ellos ya sabían que no se encontraría allí. Teléfono tenía pero en aquellas situaciones quedaba temporalmente inutilizado por la descarga eléctrica.

La madre se lanzó de nuevo a la calle. Esta vez acompañada por un chubasquero. El padre se quedó recogiendo las pocas pertenencias que habían acumulado en los últimos meses. No se les ocurrió llamar a la policía: su hija había desaparecido y, por su bien, y por el de la propia ciudad, no convenía que nadie más allá de sus progenitores, la buscara.

Callejeó guiándose por su instinto, a veces acercándose al parque del árbol en el que todavía se encontraba la niña encaramada, a veces alejándose. No era la primera vez. Ni probablemente sería la última. Era evidente que cada vez se acortaban más los tiempos, pero todavía no había llegado el momento clave. De momento, sabía que debía caminar y que, por muy grande que fuera la ciudad, acabarían por encontrarse.

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