Regresa a la Parte 2: La Piscina
La madre y el padre salieron unos diez minutos más tarde de lo que deberían. Había comenzado a llover un par de horas antes. Lo cierto es que no había previsión de precipitaciones, pero el cambio climático se hacía notar cada vez más y no resultaba tan extraño. Los progenitores caminaban resguardándose entre portales y los salientes de los balcones. Comentaban apaciblemente su jornada.
Y entonces llegó: el rayo más intenso que jamás se hubiera registrado en la ciudad de Madrid. Duró casi cuatro segundos y las ramificaciones se contaban por decenas. El trueno apareció al instante sin despegarse del relámpago y se llegó a escuchar en las provincias aledañas como si hubiera impactado en las mismas.
La madre se lanzó de nuevo a la calle. Esta vez acompañada por un chubasquero. El padre se quedó recogiendo las pocas pertenencias que habían acumulado en los últimos meses. No se les ocurrió llamar a la policía: su hija había desaparecido y, por su bien, y por el de la propia ciudad, no convenía que nadie más allá de sus progenitores, la buscara.
Callejeó guiándose por su instinto, a veces acercándose al parque del árbol en el que todavía se encontraba la niña encaramada, a veces alejándose. No era la primera vez. Ni probablemente sería la última. Era evidente que cada vez se acortaban más los tiempos, pero todavía no había llegado el momento clave. De momento, sabía que debía caminar y que, por muy grande que fuera la ciudad, acabarían por encontrarse.
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