Durante la niñez fue una presentación que tenía su gracia y, además, lograba con su objetivo. Durante la adolescencia, no fueron pocos los que se burlaron de aquella forma particular de buscar amistades. Marieta no le daba importancia, es más, lo entendía como una forma de selección natural de la gente con la que no debía relacionarse.
Fue al llegar a la universidad cuando se planteó la necesidad, o estupidez, de mantener aquella fórmula. Era parte de su esencia pero hasta sus padres insistían en la urgencia de que madurara. Así que determinó simplemente no presentarse a nadie. A los ojos de los demás, era una chica tímida y ya está. Mejor eso a que la consideraran una infantil.
Hasta que conoció a Emma.
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