miércoles, 2 de octubre de 2024

Érase una vez una chica llamada Marieta que... - 1/2

Estaba convencida de que cada vez que conocía a alguien debía presentarse con la fórmula “Érase una vez una chica llamada Marieta que un día conocía a (cualquiera que fuera el nombre del nuevo individuo)”. Así la relación llegaría a buen puerto y el cuento acabaría con un “fueron felices y comieron perdices”.

Durante la niñez fue una presentación que tenía su gracia y, además, lograba con su objetivo. Durante la adolescencia, no fueron pocos los que se burlaron de aquella forma particular de buscar amistades. Marieta no le daba importancia, es más, lo entendía como una forma de selección natural de la gente con la que no debía relacionarse.

Fue al llegar a la universidad cuando se planteó la necesidad, o estupidez, de mantener aquella fórmula. Era parte de su esencia pero hasta sus padres insistían en la urgencia de que madurara. Así que determinó simplemente no presentarse a nadie. A los ojos de los demás, era una chica tímida y ya está. Mejor eso a que la consideraran una infantil.

Hasta que conoció a Emma.

Continúa en la parte 2

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