Regresa a la parte 2 - a medio día.
Un hombre sonriente apaga la radio y enciende la televisión. Se sienta en el sofá justo al inicio de una telenovela nacional. La ve casi sin pestañear. Ni mostrar emoción alguna. No se aburre. Tampoco le entretiene. Cuando finaliza, cambia de canal y se traga la mitad de otra telenovela patria. Durante los anuncios no se mueve del sofá. Apura a leer todos los créditos, apaga la televisión y se levanta del sofá.
Un hombre amable ya apenas puede leer porque el sol se está ocultando. La lectura le ha resultado entretenida y la temperatura era ideal. Contempla su jardín y a un caracolillo atravesar el porche. ¿Quién sabe si va corriendo al trabajo o regresa del gimnasio?, piensa. Alza la vista: este año no han plantado nada. Él nunca ha sido muy admirador de los cultivos. Pero le entretenía. No tiene tan claro que en esta ocasión lo pueda disfrutar tanto.
Un hombre sonriente interrumpe la línea de pensamiento al escuchar el teléfono sonar. Recoge el libro y la taza y entra a la casa. Atiende la llamada. Habla con su hijo. Le visitará pronto pero todavía no sabe cuándo. A Pablito se le mueve un diente y Nuria ha aprendido a decir “papa”. “Te quiero, hijo”. Silencio. “Y yo a ti también, papá”.
Un hombre bueno revisa los mensajes que han entrado en el teléfono a lo largo del día. Los lee todos. Responde un par. Ignora la mayoría. Les contestará pero no ahora. Devuelve el libro a la estantería y mete la taza en el fregadero.
Un hombre amable abre de nuevo la nevera y saca una tartera con fiambre. Parte un par de rodajas de pan y se prepara un bocadillo. Lo deja sobre un plato y se sirve un poco de vino en un vaso. Coloca ambos recipientes sobre una bandeja de hojalata y se la lleva al salón. Extiende el mantel y enciende la cadena de música. Pone un disco de una banda independiente que descubrieron hace un par de veranos cuando estaban de vacaciones por Mallorca.
Un hombre sonriente cena de forma pausada sin moverse del sitio hasta que acaba el disco. Realmente disfruta cada canción. Apaga la cadena de música, dobla el mantel y se lleva la bandeja de hojalata ahora con los recipientes vacíos. Deposita sobre el fregadero el vaso y el plato. Ahora hay una cacerola, dos tenedores, dos tazas, dos vasos y cuatro platos. Eso le gusta. Le enternece incluso. Ahora ya sí que puede fregar.
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