martes, 14 de enero de 2025

Inmensamente azul - 2/4

Regresa a la parte uno

La policía abandonó la búsqueda un mes después de su desaparición. Daniel comenzó a estudiar en profundidad todos y cada uno de aquellos documentos. Algunos le parecían más bien fragmentos de novela de fantasía, ya no de ciencia ficción. Aún en su incredulidad, investigó también toda clase de organizaciones que de una forma más o menos tangencial se relacionaba con el océano. Visitó bibliotecas públicas, privadas, universidades y museos sin apenas despegarse de la pantalla de su móvil en busca de alguna noticia que para bien o para mal acabara con aquella búsqueda.

No podía negar que con cada artículo, con cada entrevista, con cada nuevo libro, se sentía un poco más lejos de su padre, y a la vez más cerca que nunca. Daniel se cuestionaba si en algún momento su padre le habría hablado de aquel tema y él, de forma consciente o solo distraído, había podido no prestarle y que eso definiera tal distancia entre ellos como para que el progenitor no se atreviera a contarle la locura que fuera aquella que le había llevado a abandonarle sin decir nada.

Hubo una noche que soñó con él. Sospechaba que fruto de la desesperación por no estar siendo capaz de dar con su paradero. Fue un sueño extraño en el que su padre le aseguraba que estaba bien y que le quería mucho, que era muy inteligente y que se sentía orgulloso de él. Debía ser su subconsciente tratando, erróneamente, de tranquilizarle. Se encontraban en una barca sobre la arena en un día gris pero calmado. Le entregaba un mapa y le pedía que quemara todos sus libros, todos, sin excepción. Afirmaba estar esperándole, pero que no tenía prisa, que debía disfrutar su propio camino y que si prefería no ir, lo comprendería. Después se levantaba sin que pudiera retenerle, caminaba hasta adentarse en el agua y se alejaba nadando. Su figura acababa por perderse en el horizonte de la infinita extensión de agua.

O a lo mejor precisamente lo que su subconsciente quería decirle era lo que pensaban todos en el barrio: que la depresión había acabado con él y su cuerpo aparecería un día tras unos arbustos.

Pasó el resto de la noche en vela, y para cuando amaneció se encontraba ya revisando cada ejemplar de las estanterías de sus padre; página por página en busca del mapa que le había entregado en el sueño. Los revisaba con extrema atención, leía su contenido y palpaba cada folio en busca de alguna señal… y de pronto ahí aparecieron, algunas marcas, a veces a lápiz, a veces de bolígrafo, en ocasiones al principio y en otras más hacia el final, pero fragmento a fragmento, fue dibujando un conjunto de líneas que le marcaban un destino.

Mientras iba deshaciéndose de aquellos ejemplares, valoraba si debía aceptar aquel mapa como el camino hacia su padre. Desde luego que no había sido un sueño al suelo, pero atreverse a ir más allá, hacia lo desconocido eran palabras mayores. A fin de cuentas, su propio padre le había dicho que no tenía por qué ir a buscarle.

Continúa con la parte tres

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