Julia apareció justo el día en que quemó el último de los libros que poseía su padre sobre el misterioso “océano”. Con eso conseguía completar el mapa que debía llevarle hasta él. Aún debía descifrarlo, pero cada vez estaba más cerca de encontrarle.
Ella era una compañera de trabajo, una más de la oficina y de la que sabía el nombre de casualidad. Se presentó en su casa hecha un manojo de nervios. Daniel la hizo esperar en el portal en lo que guardaba el mapa, supuso que desde luego aquella no era forma de tranquilizarla, pero no quería que nadie más supiera de aquel asunto; si su padre lo había mantenido en secreto, no podía echarlo él todo por la borda.
La muchacha apenas pudo contenerse en cuanto Daniel le abrió la puerta y se abalanzó a abrazarle mientras le aseguraba que estaba muy preocupada. Él recibió aquella muestra de cariño con evidente sorpresa. Julia se separó de él y se disculpó dudando si debía haber ido. Daniel la hizo pasar y preparó un par de tazas de té.
Lo cierto es que había perdido todo contacto con su empresa unos días después de la desaparición de su padre; había pedido la baja y, cuando se la rechazaron, se despidió sin ningún preámbulo. Le llamaron en repetidas ocasiones tratando de buscar un acuerdo; él apagó su teléfono y no lo había vuelto a encender.
Ella le explicó que en la empresa estaban muy preocupados por su paradero. Daniel no la creyó: hasta ese momento tan solo ella – ni siquiera sus supuestos amigos – habían ido a su casa a comprobar cómo se encontraba. Aunque al principio la conversación fue forzada, con el paso de las horas se fueron relajando.
Esa noche, Daniel dudó… A lo mejor se estaba obsesionando con el asunto del océano… a lo mejor sus amigos sí habían intentado contactarle... había perdido toda conexión con la realidad y quizá su pad… Por unos segundos, se cuestionó si merecería la pena todo aquel sacrificio.
Según avanzaba su amistad, Daniel, de forma inconsciente, le iba dedicando menos tiempo a descifrar el mapa. La relación pasó a ser un romance y Julia empezó a pasar también allí algunas noches.
El chico empezó a sentirse culpable tanto con su padre como con Julia: con el primero por estar abandonando su búsqueda y con la segunda por no estar siendo sincero. Así que un día, se decidió a contarle aquella parte de su vida de la que no habían hablado antes: aquello podía acabar con su relación, pero realmente quería construir un futuro con ella y no quería hacerlo sosteniendo ninguna mentira. La reacción de ella le resultó de lo más inesperado.
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