Se van. Se volatilizan y dejan huella. Honda. Se enredan en cualquier excusa y no regresan. Y mientras todo pasa y nada cambia. Se envuelven en un paño de nostalgia. Porque es lo que les corresponde. Por su edad, por su consistencia, por su estatura. Porque da igual. Es lo que tienen que hacer. Se agitan y permanecen perennes. Se diluyen y ruegan por la sequía. Abrazan los tiempos fugaces y se asalvajan en las tardes largas. Duermen la siesta y codician los instantes dorados. Se lamentan y no se reconocen frente al espejo. No intentan cambiarlo. Apenas buscan aliados pero construyen una densa red en la que sostenerse. Se revuelcan en el barro y nadan en mar abierto. Luchan sin peleas. Informan a la luna de los tejemanejes del sol. Se inventan sus propios monstruos y se adueñan de sus ideas de dominar el mundo. Se presentan como amantes del equinocio y pareja del solsticio. Se van. No vuelven.
Hay un instante en que el corazón se acelera y el estómago se llena de mariposas. Es amor... pero no como piensas. Escribir, leer,... vivir la cultura y no ser capaz de abandonarla. Me encantan las matemáticas pero amo el arte. Me gusta el cine pero amo el teatro. Sueño despierta porque la realidad en ocasiones me aburre. Me llamo Sara y quiero sentir.
lunes, 18 de abril de 2022
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario