Así de simple.
Últimamente tengo la fortuna de escuchar muchas veces la palabra gracias, sobre todo los fines de semana. Y me sorprende porque no esperaba que llegara a mis oídos con tanta frecuencia e intensidad en España. Hasta no hace tanto la sentía más como un compromiso, un complemento al final de la frase, vacío, sin sustancia. En Inglaterra, en cambio, era algo sincero; serán unos descerebrados pero no les faltaba el agradecimiento.
Obviamente no se trata de esperar un reconocimiento de gratitud, es un gesto de amabilidad que apenas gasta un poco de saliva y la energía para mover unos cuantos músculos.
Me gusta mucho verme en las fotos de Inglaterra. Allí sonreía de verdad. Era sincero. Era feliz. Y lo era porque vivía rodeada de gente buena. Creo que si ahora me hicieran una foto, también me gustaría.
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