Ya pasó. Fue otro momento. El que no llegaron a mostrar en los telediarios porque se emitía el episodio de la última serie de moda. El del niño que pintarrajea el catálogo de unos grandes almacenes como lista de los deseos para sus majestades los Reyes Magos. El de la tarta de cumpleaños dispuesta sobre la mesa con las velas encendidas y nadie alrededor para la celebración.
Ya no es. Se fue a otro tiempo. A una época que no existe en los libros de Historia. Descansa a la sombra de un ciprés y se enreda entre las hojas del helecho. Se diluye. Flota. Cuando el viento sopla, abraza a las palabras olvidadas y conjuga los sueños en duermevela con los secretos a medianoche. Se abrasa. Arde. Protege sus frutos. En la tierra. En el agua. En el aire. En el fuego. En un mundo al que no pertenece ni quiere volver.
Ya. Es nada. Pero fue.
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