Llegaron a la vez. Ella entró por el extremo izquierdo y él por el derecho. Era casi imperceptible pero les unía un hilo.
Nicole se sentó a la sombra, sobre el césped, en el centro del jardín. Desenfundó su guitarra y se quitó las gafas de sol. Rasgó un par de cuerdas. No sonaba muy bien. Sacó el móvil y se puso los auriculares.
Comenzaron a recoger a la vez. No cruzaron una sola mirada. Ni siquiera el uno advirtió la presencia del otro. Ella salió por el extremo derecho; él, por el izquierdo. Era casi imperceptible pero el hilo se había roto.
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