martes, 12 de julio de 2022

El texto sí pero poco más

Recientemente se ha podido ver en el Teatro de la Abadía el espectáculo Sólo yo escape. Procedente del festival Temporada Arte (un relevante festival de artes escénicas del otoño catalán) y del Teatre Lliure de Barcelona, se ha convertido, bajo mi punto de vista) en una decepción más de la temporada.

La historia nos habla de un grupo de ancianas que comparte un rato de charla en el jardín, pasando por elementos cotidianos hasta los pensamientos más profundos de todos y cada uno de esos personajes. El texto, esto sí, está lleno de recovecos, con diálogos naturales donde las unas se cortan a las otras, con frases cargadas de subtexto y, en espcecial, unos monólogos que muestran la perfecta construcción de los personajes.

Pero ya está. Porque creo que la dirección va en contra de todo eso. El texto habla de la tercera edad desde un punto de vista moderno (demasiado actual si se tienen en cuenta los fragmentos que hablan de un futuro próximo apocalíptico pero fue escrito previamente a la pandemia...) y la dirección creo que pretende subirse a ese mismo caballo y acaba por generar un mundo que llama la atención pero no conjuga con lo demás: desde el vestuario a la escenegrafía (y me detengo un segundo aquí porque sobre las tablas vemos cuatro sillas y una pared llena de plantas. Creo que se pueden hacer grandes maravillas sin, o con muy pocos, elementos sobre el escenario si se sabe jugar precisamente con el espacio, con el equilibrio, con la coreografía, con las luces,... y eso aquí no pasa, hay movimiento pero la escena es estática). Lo mismo sucede con la videoescena, desde luego que los recursos de proyección son un elemento que está ganando cada vez más relevancia, pero hay que utilizarlos con un fin determinado, como lo son todos los demás; aquí se proyectan los números al inicio de cada fragmento (¿para qué?) así como un texto en el mismo estilo de las interrupciones que lleva un personaje haciendo toda la obra (¿qué aporta?).

Vuelvo al texto para hablar de las interpretaciones. Sí, es un texto muy picado lleno de interrupciones, los monólogos como fragmentos individuales son geniales y la parte de la rabia es lo mejor con diferencia, pero ya. Por ratos parecía que leían el texto, casi terminabas por entender el patrón de cuándo una iba a pisar a la otra porque se veían demasiado preparadas. No hay cariño entre los personajes pese a que el texto sí lo deja ver, nunca se acercan las unas a las otras. Es como poner la televisión cuando llegas a casa cansado de todo el día trabajando. Ruido de fondo. Sin apenas silencios. Y cuando lo hay, en los últimos minutos, ya casi no tiene sentido. Es una cuestión de ritmo y no creo que sea nada fácil, pero ahí está, por ejemplo, la ya lejana Hermanas de Pascal Rambert que hace esto mismo y lo hace parecer fácil.

En conclusión, si ya venía pensando que había sido una temporada teatral muy floja en Madrid, sospecho que en toda España. Han sido varias las apuntas por textos sobre la tercera edad pero los montajes se quedan en banalidades para sacarles el dinero precisamente a esos que pretenden homenajear. Menos mal que queda el teatro alternativo.

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