No existe. Oficialmente no es nada. No tiene ni forma ni lugar. No se puede nombrar; tampoco definir su edad. Ni el momento histórico al que pertenece. Son huesos sin forma de esqueleto. El hallazgo de una cantera no excavada. O la ropa que siempre queda en el cesto de la colada.
No existe aunque se pretenda buscar en las mentiras las mil y una formas del engaño. Esa es la parte más absurda. La del fingimiento constante, tanto que parece lo real.
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