martes, 2 de abril de 2024

Alimentos o sustancias para subsistir

Llegó al supermercado arrastrando las zapatillas. Casi parecía que le costaba respirar. Inhalaba profundamente y daba la sensación de que el aire llegaba hasta sus pies y la impulsaba a dar un par de pasos. Exhalaba de golpe y no caminaba durante ese escaso segundo.

Tenía el pelo mojado. Muy mojado pese al día soleado. Olía a rosas pero no lo llevaba peinado. Parecía como si hubiera salido de la ducha, se hubiera vestido y, sin apenas rozar la calle, hubiera entrado al establecimiento. 

Vestía unos vaqueros ajustados y un jersey de lana. El abrigo, de corte masculino, le quedaba varias tallas grande. Tenía profundas ojeras y los ojos rojos. Quizá el champú de rosas hubiera escapado de entre sus cabellos hasta más allá de sus párpados. Su expresión era seria. Ni triste ni enfadada. Seria.

Cogió un carro. Más que para llenarlo, como punto de apoyo. Se paseó de aquí para allá sin prestar atención a ningún producto concreto. Cabizbaja, se movía casi como un autómata.

Llegó al pasillo de los yogures, soltó las manos del carro y dejó que se alejara de ella unos centímetros. Levantó la cabeza, observó los lácteos sobre las estanterías y a la gente a su alrededor. Dio un grito desesperado y se derrumbó en un llanto incontrolable.

Para cuando llegaron los servicios de emergencia, su pelo ya se había secado pero seguía oliendo a rosas. En cambio, era su jersey el que estaba empapado.

A la salida del hospital esa misma tarde, con los ojos aún rojos y un cóctel de pastillas en el estómago, le estaba esperando un hombre mayor que ella con un ramo de flores y una caja de bombones. Trataba de parecer relajado pero no terminaba de ocultar la pena. Ella dibujó una sonrisa sincera y corrió a abrazarle.

No hay comentarios:

Publicar un comentario