Con el Bachillerato se distanciaron. Casi incluso que se olvidaron el uno del otro. Roberto obtuvo una beca deportiva en Estados Unidos y Manuel se volvió frío, comprendió su orientación sexual, ligoteó con algún que otro compañero, nada serio, y decidió no escribir a Roberto si este no lo hacía primero, entendia que tenía un nuevo mundo que explorar y él solo iba a molestarle.
El deportista triunfó al otro lado del Atlantico pero perdió el contacto de Manuel, literalmente. Con el cambio de número, se le borraron varios contactos y el chico además no tenía redes sociales. Intentó por todos los medios localizarle pero no tuvo éxito. Acabó por regresar a España al terminar los dos cursos de la beca, alegando echar de menos a su familia y haberse dado cuenta de que no se quería dedicar profesionalmente al baloncesto. Para entonces la familia de Manuel acababa de mudarse y no logró dar con nadie que tuviera su contacto o las señas exactas más allá de que estarían en algún pueblo costero del norte.
El carácter de Roberto se volvió de pronto más arisco. Eligió los estudios universitarios a boleo y solo por contentar a sus padres. No sabía definir qué le pasaba y muchos a su alrededor simplemente entendían que era parte del desequilibrio hormonal propio de la edad. Él solo se sentía vacío. Perdido.
Se reencontraron por Navidad. Roberto pidió a su familia festejar el fin de año en la costa. Ellos, preocupados por la depresión en la que parecía estar entrando su hijo, accedieron. Y quiso la casualidad, o el destino, o esa mano invisibile que se empeñaba en juntarles, que la familia eligiera precisamente el pueblo en el que vivía Manuel.
Pasaron a escribirse frecuentemente e incluso a llamarse un par de veces por semana. Roberto retomó el baloncesto; y Manuel, el ajedrez. Se visitaban en cuanto les surgía la minima oportunidad y acabar por reconocerse que no querían ser solo amigos, que el aprecio era admiración y que querían apoyarse el uno al otro en las alegrías y las penas.
Intentaron fervientemente mantener una relación a distancia pero no supieron hacerlo; fracasaron en mantener una comunicación afectiva donde los miedos, las dudas y las mentiras fueron ganándole terreno a su afecto. Pronto llegaron las discusiones y todo acabó en un profundo odio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario