Apretaba los puños, expectante, dubitativa, con todos sus sentidos alerta. Hubiera side capaz de escuchar a una oruga arrastrarse por la tierra húmeda de su monstera de la cocina. ¿Y si chillaba? Sería una señal ineludible de que estaba en peligro. ¿Y qué? ¿Iba a conseguir despertar a alguno de sus vecinos, quien, obviamente, tiraría la puerta de una patada y la rescataría sin que a todo ello la sombra hiciera nada? No, no tenía ningún sentido; sus vecinos eran ancianos y medio sordos. ¡Ay, no, y que la vieran desunda? Quita, quita, nada de berrear.
Echó el everpo hacia delante en un intento por ver más allá de los límites de la ducha sin querer perder su posición de defensa. No vio nada. Avanzó medio paso más. Ni que, efectivamente, fuera a tener allí dentro una gran defensa. ¡Espera! ¿y si ponía el agua muy caliente y abrasaba a su invasor? Podría aprovechar para despistarle, ponerse una toalla y salir corriendo del edificio. Eso suponiendo que se acercara a ella porque la manguera no es kilométrica. Por no hablar de que encharcaría el suelo y vete tú a saber si no se deshace y acaba en el piso de abajo, que, de nuevo, muy barato el alquiler porque los materiales son lo que son. O también podía ser que precisamente el precio se debiera al regalito de compartir piso con la dichosa sombra.
Un escalofrío le recorrió la espalda. ¿Acababa de escuchar la tostadora? ¿En serio le estaba preparando el desayuno? A ver, si no iban a compartir gastos pero al menos se encargaba de la cocina, pues a lo mejor le podía resultar un acuerdo provechoso.
Dio un paso más у se pegó a la mampara, que había comenzado a empañarse. Como a quien fuera que estuviera allí se le ocurriera imitar su gesto como si fuera un espejo, le daría un infarto de seguro. Pero no, siguió sin pasar nada, tan solo podía dejarse llevar por el delicioso olor a croissant recién hecho. ¿Se lo dejaría ya relleno de mermelada también? Ah, no, eso era imposible, también debía ir a comprarlo! A no ser, que además del desayuno, se hubiera pasado por el supermercado durante la noche.
Abrió la mampara con renovada motivación. Nunca habia convivido con una pareja pero sospechaba que podía ser algo así. Se envolvió en una toalla y se puso las chanclas. Fue hasta la cocina. Sí, el café recién hecho y la tostadera fuera de su armario y enchufada. Sonrió con cierta timidez. No obstante, la mueca se desvaneció al llegar al salón: sobre la mesa reposaba una taza ya vacía y un plato con varias migas de hojaldre, pero frente a la silla, no había nadie, sino en el suelo; literalmente, se dibujala una silueta con forma de cuerpo humano come si allí estuviera sentada, solo que solo era eso, una sombra.
Próximamente la parte 3
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