Querida Sara,
te escribo esta carta a las doce menos cuarto de la noche de un miércoles de diciembre porque llevo varios meses queriendo hacerlo, y por lo visto el impulso definitivo ha llegado con el frío y el insomnio. La idea era dormir pronto y madrugar para hacer algo de deporte antes de ir a trabjar, y en lugar de eso, me he enfundado en la bata y la manta y aquí estoy frente al ordenador. Sí, sé que sería más bonito, más romántico y literario, hacerlo en papel y que es como te gustaría recibirla, pero no me puedes negar que eres/soy más rápida con el teclado, y que en el fondo lo importante es escribirla.
Veamos… a ver cómo hacemos esto…
En primer lugar, espero que cuando releas esta carta dentro de unas horas, de unas semanas o de unos años, te encuentres bien. Bien en todos los sentidos. O que al menos decidas encaminarte a estar bien.
Sé que ahora mismo te sientes tan dominada por la frustración como por el orgullo. Sé que vas sintiendo la solidez de tus cimientos a la par que detestas estar echando raices. Sé que quieres pasar más tiempo con la familia y contigo mismo pero lo único a lo que le prestas algo más de atención es a las redes sociales. Sé que llevas más de dos años queriendo imprimir algunas fotos para decorar las paredes de casa, de tu hogar, y que lo sigues posponiendo. Que Madrid te ahoga. Y que echas mucho de menos Bournemouth. Y yo lamento profundamente ese dolor y todo lo que surge a su alrededor. Ojalá supiera hacer que ese pensamiento sea más tierno que triste.
Peeeeero…
Te veo prosperar. Creo que estás aprendiendo a pedir ayuda, que te está costando y que no siempre lo consigues, que eres cabezota pero aceptas con más facilidad una mano sobre tu hombro.
Me fascina tu hambre de aprendizaje. Me consta que te gustaría recordar más contenido de las clases de Bachillerato, pero que no puedes evitar tener unas ganas inconmensurables de adquirir nuevos conocimientos. De adquirir y poner en práctica. Porque te costará más o menos pero al final acabas lográndolo. Ahí van ya más de cuatro años de constancia con el danés, no tanto como te gustaría pero lo mantienes, y eso es lo que cuenta.
Y oye, chica, en cuanto a la frustración, creeme que lo comprendo perfectamente y argumento a tu favor, pero tómalo como algo positivo, como otra etapa que acabará por tomar una forma verbal en pretérito.
Lo estás haciendo bien. Aunque no tengas claro el qué, lo estás haciendo bien.
Y sí, tienes que hacer cambios. Te aprecio y quiero lo mejor para ti: asi que tienes que parar. Escúchame, esto es serio: tienes que reencontrar la calma. Tienes que proponerte objetivos sin que estén obligados por el año nuevo. Tienes que cuidarte y ser más firme. Tienes que quererte. No me gusta que las pesadillas sean un constante en tus noches. No me gusta ver cómo te tiemblan las manos. No quiero que seas genuinamente incapaz de encontrar una horita a la semana para sentarte a escribir.
P.D.: Por favor, no te quedes con la forma del texto, soy consciente de que estarás disfrutando de la narrativa, pero esto no es un relato. No digo que te obsesiones, porque eso tampoco va a ser bueno, pero quiero… me gustaría… que reconsideraras cada pensamiento que aquí te he volcado, porque llevo queriendo hacerlo desde el verano y he tenido que meterme congelada en la cama, para que brotara un algo muy intenso y me decidiera a encender la luz y por fin dedicarte estas palabras.