jueves, 30 de enero de 2025

Hay un rincón del mundo

Hay un merendero dentro del bosque. El río corre enérgico entre pinos y robles. Los pájaros canturrean, vienen y van.

Hay dos familias que han llegado juntas. Los padres beben cerveza mientras vigilan a un bebé en su carrito. Las madres juegan a la orilla del río con otra niña pequeña.

Hay una pareja de jubilados que apenas se hablan. Han esparcido tantos táperes por la mesa que no queda hueco libre.

Hay un joven leyendo un libro en alemán. Sobre el banco ha dejado sus gafas de sol, una botella de agua medio vacía y una pelota de papel de aluminio arrugado.

Hay un grito en el bosque y luego un silencio sepulcral. Todos buscan con la mirada el origen del alarido. Nadie se mueve. Solo el bebé emite un par de arrullos.

Hay un bramido divino. Las aves alzan el vuelo.

Hay un cambio en el universo.

domingo, 26 de enero de 2025

Teatro de guerra

Hacer teatro nunca es sencillo, y desde luego que meterse en un monólogo es siempre un riesgo aún mayor, algo menos si se trata de un comediante de renombre (para qué arriesgar en busca de nuevos artistas), pero cuando es dramático, el vértigo es incalculable, y sin embargo, reconozco que “Mujer no reeducable” es una propuesta que sale triunfante.

La obra sigue a Anna Politkóvskaya, una periodista rusa desde la segunda guerra de Chechenia hasta su asesinato; desde luego que un tema nada sencillo y no apto para todos los estómagos. El texto tiene escenas superpotentes en su relato, desde situaciones "cotidianas" como los problemas logísticos a los que se enfrenta trabajando en un territorio en guerra, a conversaciones con altos cargos que no están de acuerdo con su trabajo (o más bien con el tono de sus artículos). Son situaciones muy duras para una actriz con una voz muy dulce que acomoda exitosamente a las de otros personajes.

Quizá haya demasiada escenografía, o más bien, diría que hay algún elemento que está más por decoración que por utilidad; rellenan el espacio de forma algo efectista, cuando lo cierto es que se podrían incorporar en ciertos momentos.

De apenas una horita de duración y con buen ritmo, entiendo el frenetismo y la sensación propia de la guerra de un evento tras otro sin apenas tiempo para respirar, para asimilar, pero el espectador necesita poder asumir qué está viendo, por lo que algún silencio en puntos estratégicos reforzarían aún más lo que se quiere mostrar, aprovechándolo, por ejemplo, para generar esa soledad de la que se habla en varias ocasiones.

A nivel iluminación, resulta interesante el juego de frontales fríos con contras morados frente a los tonos completamente azules o rojos que he podido ver otras propuestas en esta misma línea dramática. Algún momento de penumbra sí que me faltó.

Programada en la sala pequeña del Teatro Lara, seguirá todos los miércoles hasta el 26 de Febrero.


miércoles, 22 de enero de 2025

Inmensamente azul - 4/4

Regresa a la parte 3

Julia se echó a llorar y le abrazó con fuerza; le pidió ver el mapa con absoluta admiración repitiendo su profunda admiración por el padre de Daniel aún cuando no le conocía.

Le contó que ella tenía un hermano mayor que siendo ella aún pequeña, desapareció. En su casa apenas se habla de ello, pero en ocasiones ha conseguido sacarles algo de información a sus padres: por lo visto fue seducido por aquello tan desconocido que era el “océano”. Durante todos esos años había conocido a otras personas a cuyos familiares o amigos les había pasado lo mismo. A nivel público no se sabía nada de todas aquellas desapariciones, y cada vez que trataban de buscar respuestas en voz alta, de organizarse, se producían graves incidentes “casuales” que acababan con la vida de alguno de ellos: estaba claro que fuese lo que fuese el océano, había a quien no le interesaba que lo supieran.

Julia detuvo su relato. Le abrazó fuertemente y continuó hablando, pero esta vez con la cabeza baja. Le aseguró estar completamente enamorada de él aunque al principio se le acercó por interés: su investigación le había llevado a su padre, aunque para entonces este acababa de desaparecer, lo que confirmaba su teoría.

Daniel la abrazó: no podía culparla porque él mismo le había estado ocultando todo aquello, entendía que hubiera esperado a sentirse segura. En verdad lo que le apenaba era de nuevo el pensamiento de que no conocía a su padre. Julia le pidió que mejor interpretara el hecho de que se hubieran conocido como una nueva oportunidad para reconectar con su progenitor. Sin perder un segundo, comenzaron a trabajar sobre el mapa que había dejado el padre oculto entre los libros.

Daniel rememoraba su sueño cada atardecer, pero no lo hacía con devoción a que se cumpliera, sino desde la perspectiva de estar satisfecho con su propio camino, junto a Julia, y convencido de querer conocer mejor a su padre.

Desaparecieron de la noche a la mañana, como un símbolo hacia los poderosos de que no iban a poder callarles por más que lo intentaran. Ellos sí dejaron una nota, sabían que no llegaría a hacerse pública, les bastaba con remover la consciencia de los poderosos.

sábado, 18 de enero de 2025

Inmensamente azul - 3/4

Regresa a la parte 2

Julia apareció justo el día en que quemó el último de los libros que poseía su padre sobre el misterioso “océano”. Con eso conseguía completar el mapa que debía llevarle hasta él. Aún debía descifrarlo, pero cada vez estaba más cerca de encontrarle.

Ella era una compañera de trabajo, una más de la oficina y de la que sabía el nombre de casualidad. Se presentó en su casa hecha un manojo de nervios. Daniel la hizo esperar en el portal en lo que guardaba el mapa, supuso que desde luego aquella no era forma de tranquilizarla, pero no quería que nadie más supiera de aquel asunto; si su padre lo había mantenido en secreto, no podía echarlo él todo por la borda.

La muchacha apenas pudo contenerse en cuanto Daniel le abrió la puerta y se abalanzó a abrazarle mientras le aseguraba que estaba muy preocupada. Él recibió aquella muestra de cariño con evidente sorpresa. Julia se separó de él y se disculpó dudando si debía haber ido. Daniel la hizo pasar y preparó un par de tazas de té.

Lo cierto es que había perdido todo contacto con su empresa unos días después de la desaparición de su padre; había pedido la baja y, cuando se la rechazaron, se despidió sin ningún preámbulo. Le llamaron en repetidas ocasiones tratando de buscar un acuerdo; él apagó su teléfono y no lo había vuelto a encender.

Ella le explicó que en la empresa estaban muy preocupados por su paradero. Daniel no la creyó: hasta ese momento tan solo ella – ni siquiera sus supuestos amigos – habían ido a su casa a comprobar cómo se encontraba. Aunque al principio la conversación fue forzada, con el paso de las horas se fueron relajando.

Esa noche, Daniel dudó… A lo mejor se estaba obsesionando con el asunto del océano… a lo mejor sus amigos sí habían intentado contactarle... había perdido toda conexión con la realidad y quizá su pad… Por unos segundos, se cuestionó si merecería la pena todo aquel sacrificio.

Julia empezó a visitarle con cierta regularidad. Pasaban las tardes charlando de literatura, naturaleza, política,… cualquier tema amenizaba sus tardes hasta el punto de que en más de una ocasión volvía incluso a salir el sol.

Según avanzaba su amistad, Daniel, de forma inconsciente, le iba dedicando menos tiempo a descifrar el mapa. La relación pasó a ser un romance y Julia empezó a pasar también allí algunas noches.

El chico empezó a sentirse culpable tanto con su padre como con Julia: con el primero por estar abandonando su búsqueda y con la segunda por no estar siendo sincero. Así que un día, se decidió a contarle aquella parte de su vida de la que no habían hablado antes: aquello podía acabar con su relación, pero realmente quería construir un futuro con ella y no quería hacerlo sosteniendo ninguna mentira. La reacción de ella le resultó de lo más inesperado.

Continúa con la parte 4

martes, 14 de enero de 2025

Inmensamente azul - 2/4

Regresa a la parte uno

La policía abandonó la búsqueda un mes después de su desaparición. Daniel comenzó a estudiar en profundidad todos y cada uno de aquellos documentos. Algunos le parecían más bien fragmentos de novela de fantasía, ya no de ciencia ficción. Aún en su incredulidad, investigó también toda clase de organizaciones que de una forma más o menos tangencial se relacionaba con el océano. Visitó bibliotecas públicas, privadas, universidades y museos sin apenas despegarse de la pantalla de su móvil en busca de alguna noticia que para bien o para mal acabara con aquella búsqueda.

No podía negar que con cada artículo, con cada entrevista, con cada nuevo libro, se sentía un poco más lejos de su padre, y a la vez más cerca que nunca. Daniel se cuestionaba si en algún momento su padre le habría hablado de aquel tema y él, de forma consciente o solo distraído, había podido no prestarle y que eso definiera tal distancia entre ellos como para que el progenitor no se atreviera a contarle la locura que fuera aquella que le había llevado a abandonarle sin decir nada.

Hubo una noche que soñó con él. Sospechaba que fruto de la desesperación por no estar siendo capaz de dar con su paradero. Fue un sueño extraño en el que su padre le aseguraba que estaba bien y que le quería mucho, que era muy inteligente y que se sentía orgulloso de él. Debía ser su subconsciente tratando, erróneamente, de tranquilizarle. Se encontraban en una barca sobre la arena en un día gris pero calmado. Le entregaba un mapa y le pedía que quemara todos sus libros, todos, sin excepción. Afirmaba estar esperándole, pero que no tenía prisa, que debía disfrutar su propio camino y que si prefería no ir, lo comprendería. Después se levantaba sin que pudiera retenerle, caminaba hasta adentarse en el agua y se alejaba nadando. Su figura acababa por perderse en el horizonte de la infinita extensión de agua.

O a lo mejor precisamente lo que su subconsciente quería decirle era lo que pensaban todos en el barrio: que la depresión había acabado con él y su cuerpo aparecería un día tras unos arbustos.

Pasó el resto de la noche en vela, y para cuando amaneció se encontraba ya revisando cada ejemplar de las estanterías de sus padre; página por página en busca del mapa que le había entregado en el sueño. Los revisaba con extrema atención, leía su contenido y palpaba cada folio en busca de alguna señal… y de pronto ahí aparecieron, algunas marcas, a veces a lápiz, a veces de bolígrafo, en ocasiones al principio y en otras más hacia el final, pero fragmento a fragmento, fue dibujando un conjunto de líneas que le marcaban un destino.

Mientras iba deshaciéndose de aquellos ejemplares, valoraba si debía aceptar aquel mapa como el camino hacia su padre. Desde luego que no había sido un sueño al suelo, pero atreverse a ir más allá, hacia lo desconocido eran palabras mayores. A fin de cuentas, su propio padre le había dicho que no tenía por qué ir a buscarle.

Continúa con la parte tres

viernes, 10 de enero de 2025

Inmensamente azul - 1/4

Conocía la palabra 'océano’ exclusivamente de haberla leído en el diccionario. Estaba en desuso y tampoco terminaba de entender su alcance. ¿Cómo? ¿Un lago que no se podía cruzar a nado dada su extensión? ¿Cómo? ¿No era estacional? ¿Cómo? ¿Tan profundo que ni se llegaba a conocer el fondo?

Daniel había empezado a investigar el término una semana después de la desaparición de su padre. Una mañana, de pronto, el hombre no estaba. Ni había dejado una nota. Ni parecía haberse perdido yendo a la compra. No había ni una sola pista. En el barrio se rumoreaba que la depresión tras la muerte de su esposa le había llevado a quitarse la propia vida. Daniel no quería creerlo, pero no podía negar que fuera una posibilidad.

El joven había regresado al hogar de su infancia росо tiempo después del fallecimiento de su madre. Fue su propio padre el que se lo pidió. Lo suplicó más bien, no quería condicionar la vida de su hijo pero realmente sentía que su presencia le sanaría. Daniel aceptó sin apenas pensarlo, le preocupaba seriamente cómo le afectara aquella situación.

Al principio, más allá del dolor, tuvieron una convivencia feliz. Pero con el tiempo, se volvió rutinaria y acabaron рог ser casi dos desconocidos que compartían piso. Daniel no sabía especificar qué había sucedido, sentía que de pronto se había instalado entre ellos una barrera que creció exponencialmente sin darle tiempo a reaccionar. Y luego, simplemente, desapareció.

Tras acudir a la policía, empapeló las calles con su imagen, recorrió una y mil veces los lugares que solía frecuentar y a los que iba junto a su madre, desmanteló su habitacion y prácticamente media casa, en busca de alguna carta en la que su padre diera alguna explicación, pero nada dio resultado.

En cambio descubrió en el salón una estantería supuestamente de libros clásicos que, en cambio, guardaban en su interior cientos de documentos en los que se repetía la palabra “océano”. Jamás había escuchado a su padre interesarse por aquel tema, pero intuía que podía haber un vínculo para su desaparición. Eran archivos que hablaban con mayor o menor profundidad sobre inmensas extensiones azules. Estaba ahí a la vista de cualquiera y quizá donde precisamente nadie miraría. Necesitaba que hubiera un vínculo.

lunes, 6 de enero de 2025

Ventana con otras vistas

Puedes leer aquí Ventana con vistas. Bueno, ya no tantas - la carta

(A ver cómo os escribo yo esto para que no suene violento)

Buenos días,

y felicidades,

y gracias,

pero sois un poco capullos.

Bueno, lo primero es lo primero… Ay, ay, es que no me lo acabo ni de creer, ¡que voy a ser tía! A ver que ya, que no seré tía de sangre, pero parecéis una pareja muy moderna, de esos que hacéis mucha insistencia con lo de la familia que uno elige, ¿no? Pues ya está, yo soy su tía elegida y punto.

Pero vamos, que ya os vale, es que casi que ni me da tiempo a felicitaros por el embarazo, que la chiquilla debe de estar ya en los siete meses por lo menos. Es que a mi me hubiera gustado saberlo con algo más de tiempo para hacerme a la idea, que yo sé que solo soy vuestra vecina de enfrente y que no me debeis nada, pero ¿qué trabajo os costaba?

Oye, y por otro lado… no sé si es que os llegó de alguna manera mi anterior misiva o es que con esto de la maternidad estais un poco desorientados; lo que pasa es que os asomáis más a la ventana y miráis hacia la mia. Y esto ya toca un poco la obsesión y me da un poco de cosita que me estéis mirando todo el tiempo. Estaría bien que dejarais de hacerlo. Que por otro lado, bien es cierto que ahora no bajais la cortina, y no sabéis lo feliz que me hacéis. Que ya, que no será por mí, pero… dejad que me haga al menos esa ilusión.

Pues nada, ya me diréis cuando me paso a veros y nos conocemos ya de una vez en persona, que me hace a mi mucha ilusión. Yo es que podría daros muchos consejos, ¿sabéis? No, a ver, yo no es que haya sido madre porque a mi marido no se le está dando muy bien eso de acertar en la diana… ya me entendéis, ¿no? Que lo de meter la pelota en la canastita pues como que… ¡Ay, que me liais!, si vosotros sabéis perfectamente a lo que me refiero, que por algo está ya el pan en el horno. Y que a mi tampoco es que me haga tanta ilusión eso de tener por ahí a un crío berreando todo el día, pero ser tía es solo la parte bonita de los niños.

A lo que iba, que tenemos que quedar un día de estos para que os de unos consejitos, porque una ya tiene una edad - no tanta, no os vayáis a pensar - y pues hay cosas que yo sé sobre ser madre y que vosotros seguro que no. Porque hijos no pero sí he tenido muchas conocidas, y hasta amigas, que han tenido sus criaturitas y me las han prestado un ratillo.

Ale, venga, un abrazo fuerte y enhorabuena.

Próximamente Ventana con nuevas vistas

jueves, 2 de enero de 2025

Carta a mi yo de 27 años

Querida Sara,

te escribo esta carta a las doce menos cuarto de la noche de un miércoles de diciembre porque llevo varios meses queriendo hacerlo, y por lo visto el impulso definitivo ha llegado con el frío y el insomnio. La idea era dormir pronto y madrugar para hacer algo de deporte antes de ir a trabjar, y en lugar de eso, me he enfundado en la bata y la manta y aquí estoy frente al ordenador. Sí, sé que sería más bonito, más romántico y literario, hacerlo en papel y que es como te gustaría recibirla, pero no me puedes negar que eres/soy más rápida con el teclado, y que en el fondo lo importante es escribirla.

Veamos… a ver cómo hacemos esto…

En primer lugar, espero que cuando releas esta carta dentro de unas horas, de unas semanas o de unos años, te encuentres bien. Bien en todos los sentidos. O que al menos decidas encaminarte a estar bien.

Sé que ahora mismo te sientes tan dominada por la frustración como por el orgullo. Sé que vas sintiendo la solidez de tus cimientos a la par que detestas estar echando raices. Sé que quieres pasar más tiempo con la familia y contigo mismo pero lo único a lo que le prestas algo más de atención es a las redes sociales. Sé que llevas más de dos años queriendo imprimir algunas fotos para decorar las paredes de casa, de tu hogar, y que lo sigues posponiendo. Que Madrid te ahoga. Y que echas mucho de menos Bournemouth. Y yo lamento profundamente ese dolor y todo lo que surge a su alrededor. Ojalá supiera hacer que ese pensamiento sea más tierno que triste.

Peeeeero…

Te veo prosperar. Creo que estás aprendiendo a pedir ayuda, que te está costando y que no siempre lo consigues, que eres cabezota pero aceptas con más facilidad una mano sobre tu hombro.

Me fascina tu hambre de aprendizaje. Me consta que te gustaría recordar más contenido de las clases de Bachillerato, pero que no puedes evitar tener unas ganas inconmensurables de adquirir nuevos conocimientos. De adquirir y poner en práctica. Porque te costará más o menos pero al final acabas lográndolo. Ahí van ya más de cuatro años de constancia con el danés, no tanto como te gustaría pero lo mantienes, y eso es lo que cuenta.

Y oye, chica, en cuanto a la frustración, creeme que lo comprendo perfectamente y argumento a tu favor, pero tómalo como algo positivo, como otra etapa que acabará por tomar una forma verbal en pretérito.

Lo estás haciendo bien. Aunque no tengas claro el qué, lo estás haciendo bien.

Y sí, tienes que hacer cambios. Te aprecio y quiero lo mejor para ti: asi que tienes que parar. Escúchame, esto es serio: tienes que reencontrar la calma. Tienes que proponerte objetivos sin que estén obligados por el año nuevo. Tienes que cuidarte y ser más firme. Tienes que quererte. No me gusta que las pesadillas sean un constante en tus noches. No me gusta ver cómo te tiemblan las manos. No quiero que seas genuinamente incapaz de encontrar una horita a la semana para sentarte a escribir.

P.D.: Por favor, no te quedes con la forma del texto, soy consciente de que estarás disfrutando de la narrativa, pero esto no es un relato. No digo que te obsesiones, porque eso tampoco va a ser bueno, pero quiero… me gustaría… que reconsideraras cada pensamiento que aquí te he volcado, porque llevo queriendo hacerlo desde el verano y he tenido que meterme congelada en la cama, para que brotara un algo muy intenso y me decidiera a encender la luz y por fin dedicarte estas palabras.