viernes, 9 de agosto de 2019

Paraísos secretos

Nos hablaba de aquel lugar como de un mundo mágico, de naturaleza salvaje y espirítus indomables; donde el tiempo fluía con la lentitud propia de la desdicha pero llenando el espacio de gloria.

Había quienes le llamaban egoísta porque jamás revelaba su ubicación. Era el secreto que se llevaría a la tumba. Para otros no era más que un cuento sin fundamento dado que tampoco enseñaba fotografías.

Solo en una ocasión le pregunté por aquel paraje que parecía ser el origen de su felicidad. Su respuesta resultó ambigua a la lógica de mis desvelos. Al principio tuve la impresión de que cambiaba de tema: me habló de la familia no compartida, de los sueños de verano que se adelantan a la primavera y de cómo la niebla acariciaba el monte pero nunca arañaba.

En la fiesta que le organizamos por su cincuenta cumpleaños conocimos a su familia. Enseguida hubo quienes se abalanzaron sobre su hija para preguntarle el nombre de su pueblo; resulta que no tenía y que de echo odiaba las vacaciones. Su mujer se mostró ligeramente desencantada, que su marido le había contado maravillas de sus compañeros y ninguno tenía superpoderes.

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