lunes, 18 de mayo de 2020

Precipitaciones

Huele a lluvia. En primavera, verano, otoño e invierno. Abro la ventana e inspiro lentamente dejando que cada alvéolo sea ocupado por el oxígeno. Cuando nos conocimos hacía frío aunque no era la época para ello. Me encandilaron tus ojos de la misma manera que lo hicieron mis labios contigo. Las estaciones pasarían pero tú y yo apenas nos daríamos cuenta porque nuestras caricias no se veían afectadas.

Huele a lluvia. Aquí, en Madrid, en Barcelona y en cualquier otro lugar del mundo. Abro la ventana y saco mi mano izquierda dejando que cada célula de mi piel registre la presencia de esas gotas. No sé dónde te dije por primera vez `Te quiero`. Me habías llevado a tantos lugares que me dejaban sin palabras, que no me atrevería a decir el punto exacto. Odiábamos las cursiladas, las declaraciones románticas y demás verborrea azucarada. Hablábamos, hablábamos mucho de nuestras emociones pero aquellas dos palabras eran dar un salto más allá de las ciudades.

Huele a lluvia. Sean las tres de la mañana o las cinco de la tarde, el reloj del universo corre sin tener en cuenta el estado del cielo. Abro la ventana y observo los charcos alimentarse. Recuerdo nuestro último beso en aquel amanecer eterno. El sol apenas se ocultaba un par de horas al día y habíamos perdido la noción del tiempo. En todos esos momentos, como con la lluvia, solo existía la sensación de comodidad que no ha de acabarse nunca.

Huele a lluvia. Tú ya no estás aquí. No tengo fecha, hora ni lugar porque ese aroma solo me transporta a ti. Abro la ventana. No hay nada que mirar, nada que sentir. Ya no hay recuerdos que pueda rellenar.

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