viernes, 28 de enero de 2022

Campo magnético

Están cada vez más difusas. Son la parte inquebrantable de la realidad y el lado invisible de la rutina. Se han vuelto escurridizas pero flotan en el mismo estanque. Se han acogido a su derecho de permanecer en silencio. No hay soborno válido. El ambiente es inoloro en su mezcla de perfumes e incoloro en su mezcla de emociones.

Parecen estar pastando libremente y sin ningún compromiso. De cerca se aprecia su milimétrica inmovilidad y el vacío que las engulle. Es por su campo magnético. No hay forma de escapar. Ni de quedarse en medio. Tampoco de dar la voz de alarma. Sí está permitido pedir ayuda, pero no va a llegar.

Es que no saben a dónde van. Ni de dónde vienen. Eso está bien, deja margen de maniobra. Tampoco se enfadan si el jersey les queda demasiado grande. Ni emiten una opinión favorable cuando es el traje ideal. Se sienten cómodas en pantuflas si tienen que salir a escalar. Saben que no es lo más adecuado. Son las dueñas y te enseñan su poder. Lo comparten si el día es lluvioso; nunca cuando hay tormenta.

Se posan sobre una mesa sobrecargada. Saltan y patalean. La madera cruje. Luego estalla. Las astillas se clavan en la piel. Pero ahí no duele. Se siente cuando atraviesan los músculos. Es el frío que se instala en el tuétano.

No tienen consistencia. Se detienen apacibles en mundos destartalados. Descansan en la alambrada. Sin miedo. Abrazando una tristeza densa que augura su alianza. Un día serán la moneda de cambio y el talismán prohibido.

martes, 25 de enero de 2022

Cloruro sódico

Un puñado de sal se filtra en la tierra, desciende por la corteza, atraviesa el manto, se acerca al núcleo y vuelve a la superficie. Era cloro y sodio. Ahora es la escarcha que decora las ventanas de la casa del pueblo. Nadie mira a través, pero las arañas se pasean por el techo. Vigilan a las hormigas en procesión por la encimera. El gallo cacarea pero aún es pronto para que salga el sol. Un señor de ciudad que intenta dormir en la casa rural busca los tapones en la mesilla de noche, entre la botella de coñac y el paquete de cigarrillos que no iba a comprar.

Las estrellas no iluminan la tierra porque están muy lejos, pero parecen sal esparcida por el cielo. Las farolas tampoco iluminan la calle porque a esas horas y con ese fresquito mejor no estar en la calle. Así que el alcalde decidió que no iban a tener farolas. Y así llevan cuarenta y siete años porque el alcalde aún tiene mucha guerra que dar.

Ya si acaso amanece por la mañana y la escarcha se convierte en rocío. Todavía no se evapora porque tiene que pasar el panadero, pero las cabras y los niños ya berrean por el prado. Las vacas mugen y las campanas de la iglesia repican. A nadie le importa ni lo uno ni lo otro porque la vida ahora ya es otra cosa.

El río baja con fuerza porque la montaña ya está harta de la nieva, que es blanca, como la sal. O como esa ceniza que sale de la tierra y va hacia el cielo.

jueves, 20 de enero de 2022

Estimado calcetín del portal 10

Madrid a 19 de enero de 2022

Llevas más de un año en la misma posición y me estaba preguntando si es que no tienes intención de bajar de ahí. Que no es que te quiera echar, pero es que te has tragado una Filomena y un verano caluroso que no llegó a ola de calor, has sido pañuelo de gorriones y testigo de la invasión de las cotorras, por no hablar de cómo llegaste a parar ahí, con estos ojitos que vi la caída, y pequeña no fue.

Últimamente te veo un poco mohoso y he empezado a temer por mi propia integridad física, que de aquí a nada cobras vida y te mudas a mi ventana y, lo siento en el alma, pero yo ya llevo mucho tiempo vigilándote y no puedo implicarme más. ¿Que soy un poco egoísta? Pues mira, a lo mejor sí. A ver, que yo sé que la amenaza de la lavadora devoradora de calcetines es real, lo sé. Y vale, también es cierto que no vinieron a buscarte ni denunciaron tu desaparición. Pero no puedes seguir en ese estado.

Puedo entender que no quieras socializar con otros calcetines. Se me ocurre que puedes dar un paseo con las palomas. O mejor, ir al cine con los guantes divorciados, que mucho se habla de los calcetines perdidos en la lavadora, pero se nos olvida que los guantes también se quedan solos de vez en cuando. Busca ayuda entre los niños si ves que tal. Yo solo te lo digo como vecina preocupada, no te lo tomes como algo personal.

Un saludo y ya me contarás qué decides.

domingo, 16 de enero de 2022

Vas. Entras. Sales. Eres arena que no encuentra su playa.

Vas por la calle. Con tu abrigo azul marino. Eres un punto más en la multitud, el borrego que no bala pero sigue al rebaño, la paloma mensajera que nunca aprendió su ruta.

Vas por la calle. Con tu mochila naranja fosforita. Eres un cuerpo en unos pies de ampollas sin reventar y rozaduras sin curar, la pierna izquierda amoratada y la derecha hinchada.

Vas por la acera. Con tus zapatos de los domingos. Eres una voz de pelos alborotados y mirada concentrada, de mofletes sonrojados desde aquel día veraniego y de pintalabios verde desde aquella chica invernal.

Entras al centro comercial. Subes las escaleras. Te miran atónitos desde la rampa mecánica. Eres un animal al que de pequeño se le enganchó el cordón del zapato en la puerta del ascensor.

Entras al supermercado. Te diriges directamente al último pasillo. Eres una nebulosa que se pasea por la bóveda celeste, que le susurra a Marte qué hay en la cara oculta de la Luna. Algunos clientes te miran. Dicen que has convertido el cosmos en otro planeta que habitar. No les llevas la contraria y permites que vean tus constelaciones.

Sales por la puerta giratoria. Con una pizza congelada. Se la servirás esta noche con el mayor de los cariños a tu madre. Eres una escultura modelada por las rocas del acantilado y erosionado con la respiración que te da la vida.

miércoles, 12 de enero de 2022

Intuiciones (y títulos pobres)

Combinar las palabras en un juego que aparenta carecer de lógica. Es una voz interior que dicta con conciencia aunque no le encuentre sentido aún. Tiene que nacer. Quizá solo lo entienda un tiempo después. O nunca. Pero tiene que ser así. Pero quiero que sea así. Inexplicablemente vida.

Quemar su significado, darle la vuelta y dejar que el viento se lleve sus cenizas. Pueden llegar como susurro o como grito. Encuentran su tono deslizándose entre mis dedos: acariciando la piel y rascando las uñas. A veces tengo que acunarlas para que no se precipiten; otras, son retenidas en un cerco de sangre ahuyentando sus temores.

Generar una estructura lo suficientemente firme para que llame la atención por sí misma y creas que me has atrapado. Lo suficientemente endeble para mantener el ritmo y confíe en lo queda más allá de la musicalidad. El sustrato es esa puerta a la adrenalina. Las escaleras te llevan a un infinito de posibilidades que se pelean en el ático.

Cuestionar la sobreadjetivación y la concreción de cada frase. Se balancean preguntas sin respuestas que aún no tienen forma de interrogante. Letras por símbolos que conducen imprudentes en carreteras pantanosas y aceleran al llegar la media noche, cuando la luna silva en el reflejo de los amantes sin sueño.

Tener que darle un título y no encontrar su consistencia. Es la necesidad de nombrar para que comience a existir y no permanezca en la penumbra eternamente, de definir sus límites para que sea un marco y sostenga las piezas de un puzle que no siempre está acabado, puede que barnizado antes de comprender que las fichas no encajan, pero que igualmente merece ocupar un espacio.

Adjudicar una fotografía. Se trata de vagar entre los recuerdos y reconocer como única posibilidad aquella imagen que no estaba planeada para un texto así. En ocasiones frustrante si se dibuja como matrimonio de conveniencia. Quizá solo una cuestión de que necesitan más tiempo para conocerse. Si han acabado juntos no ha sido por una decisión al azar. Hay un hilo, invisible a los ojos pero no al corazón.

Entrar en la categoría de prosa poética. Porque es un mundo de tinieblas en el que se aprecian formas y colores. Porque huye de las rimas y abraza la belleza estética que se manifiesta en las profundidades. Porque hay un camino señalado y la obligatoriedad de interpretarlo a gusto del consumidor. Porque es intuición y, sobre todo, ganas consumadas de contar.


sábado, 8 de enero de 2022

Crisálida

Un poco de agua que mana de la tierra, que recorre los campos abandonados y reposa junto a las olas, acariciado por la espuma, mecido por el viento. Una corriente suave que arrastra la sal hacia el abismo y un delfin que sale a respirar.

Un poco de lava que se escapa entre las grietas de un volcán adormecido y una gota de sangre en la piel de un recién nacido. Una silueta que ataca y acuna, la última pieza de aquel primer puzle perdida en las sábanas.

Un poco de aire fluyendo entre los escombros de la guerra, esa voz ahogada de quien solo ha conocido los truenos que no trae la tormenta, es mirada tierna sepultada bajo la metralla.

Un poco de vida jugando a la sombra de un cerezo, flores que se marchitan lento y raíces que cavan profundo en la arena. Una mirada cómplice y una sonrisa que se instala en los tímpanos.

martes, 4 de enero de 2022

Palabras

Han perdido su valor. O sea, puedes jugar con ellas a tu antojo y construir unidades más grandes. Puedes pensarlas día y noche, e incluso evitar que se te acerquen demasiado. Desde luego que puedes deshacerlas en tus labios y marcarlas con tus dientes. Puedes encerrarlas en un susurro pendiente o amortajarlas en los gritos que te dejan ronco.

Y aún fluyen. Siguen siendo el vómito y el aliento que te llevan al precipicio. Pero esta vez no hay rescate posible.

Porque han quedado vacías. Porque han preferido cavar su propia tumba en lugar de seguir viendo cómo las disfrazabas. Han tomado la migración como nueva forma de vida, puede que inspiradas por quienes antes les daban la mano, puede que exiliadas a donde sus voces se conviertan luego en un canto generacional. Porque están cansadas de ser asesinatos con testigos ausentes.