Combinar las palabras en un juego que aparenta carecer de lógica. Es una voz interior que dicta con conciencia aunque no le encuentre sentido aún. Tiene que nacer. Quizá solo lo entienda un tiempo después. O nunca. Pero tiene que ser así. Pero quiero que sea así. Inexplicablemente vida.
Quemar su significado, darle la vuelta y dejar que el viento se lleve sus cenizas. Pueden llegar como susurro o como grito. Encuentran su tono deslizándose entre mis dedos: acariciando la piel y rascando las uñas. A veces tengo que acunarlas para que no se precipiten; otras, son retenidas en un cerco de sangre ahuyentando sus temores.
Generar una estructura lo suficientemente firme para que llame la atención por sí misma y creas que me has atrapado. Lo suficientemente endeble para mantener el ritmo y confíe en lo queda más allá de la musicalidad. El sustrato es esa puerta a la adrenalina. Las escaleras te llevan a un infinito de posibilidades que se pelean en el ático.
Cuestionar la sobreadjetivación y la concreción de cada frase. Se balancean preguntas sin respuestas que aún no tienen forma de interrogante. Letras por símbolos que conducen imprudentes en carreteras pantanosas y aceleran al llegar la media noche, cuando la luna silva en el reflejo de los amantes sin sueño.
Tener que darle un título y no encontrar su consistencia. Es la necesidad de nombrar para que comience a existir y no permanezca en la penumbra eternamente, de definir sus límites para que sea un marco y sostenga las piezas de un puzle que no siempre está acabado, puede que barnizado antes de comprender que las fichas no encajan, pero que igualmente merece ocupar un espacio.
Adjudicar una fotografía. Se trata de vagar entre los recuerdos y reconocer como única posibilidad aquella imagen que no estaba planeada para un texto así. En ocasiones frustrante si se dibuja como matrimonio de conveniencia. Quizá solo una cuestión de que necesitan más tiempo para conocerse. Si han acabado juntos no ha sido por una decisión al azar. Hay un hilo, invisible a los ojos pero no al corazón.Entrar en la categoría de prosa poética. Porque es un mundo de tinieblas en el que se aprecian formas y colores. Porque huye de las rimas y abraza la belleza estética que se manifiesta en las profundidades. Porque hay un camino señalado y la obligatoriedad de interpretarlo a gusto del consumidor. Porque es intuición y, sobre todo, ganas consumadas de contar.
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