lunes, 16 de mayo de 2022

Materia combustible

Una punzada. Aguda. Repentina. Pasajera. Luego constante. Como la lluvia. Pero sin llegar a los ojos. En el pecho. O en las entrañas. Profunda. Enraizada. Una corona de espinas. Y la flor del cerezo. Un mito de la Antigua Grecia. Y una leyenda en las calles de la capital. Aquellos días. El polen flotando en la primavera. Un gesto inocente. Un pensamiento ajeno. Las voces de una tarde fría.

Afilado. Poroso. Ingenuo. Esa mirada que actúa como sentencia. Las noches vacías cuando las estrellas fugaces cruzan el cielo. Y no buscan dónde posarse. Palomas mensajeras sin tratado de paz. Vidas ajenas. Caminos cercenados. Algunas madrugadas que quedaron pendientes. La aurora que ya no precede al amanecer. Pedazo de pan sin boca que alimentar. Esperas. Una tras otra. Segundos que ya no cuentan las horas. Luna de abril en busca de su octubre.

Amargo. Ácido. Insípido. Látigo y punzal que han de ser escondidos. Caudal que se desborda para ser torrente salvaje. Naturaleza descarnada. Hoguera de verano. Piel desnuda. Luces titilantes de una casa desvencijada. La arena deslizándose entre los dedos. Y un recuerdo difuso. Motor que ya no sabe rugir. Curiosidad perdida.

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