Tiene garras y se sujeta fuertemente. No hace daño. Al contrario. Insufla nuevos aires y permite estirar las alas. Volar es como aprender a montar en bici. El mismo vértigo. Luego ya el cuerpo descansa sobre una corriente cálida de la misma forma que las piernas dejan de pedalear en la bajada de una cuesta. Arriba, todo se ve diferente. Por imposible que pudiera haberse pensado antes.
Se posa con delicadeza y adopta una posición en la que permanecer alerta mientras la calma se instala por dentro.
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