sábado, 30 de diciembre de 2023

La criatura del embalse - 3/3 Travesía del río (por camino mágico)

Regresa a la parte 2 (por el camino mágico)

No he dormido muy bien. Hacía años que no volvía a la casa del pueblo. Después de lo que sucedió aquel día no quise acercarme por aquí. Y si lo he hecho ahora ha sido solamente por el entierro del tío Emilio.

He desayunado en el jardín y he discutido con mi primo dos veces a lo largo de la mañana. Así que con la intención de no provocarle un disgusto mayor a mi madre, me he preparado un bocadillo y he encontrado una ruta al lado del río, bien señalizada y en dirección contraria al embalse. Lo cierto es que yo no estoy ya para estos trotes, pero reconozco que respirar un poco de aire puro sí que lo echaba de menos.

Debían de ser las tres de la tarde cuando me he apartado un poco del camino para almorzar. Estaba siendo un paseo muy agradable, pero me empezaba a sentir cansado. Me he recostado sobre el césped y me he echado una cabezadita.

Ha sido infinitamente más placentero que las últimas dos noches. Diría que incluso me he despertado más feliz. Ha sido extraño. Sé que he tenido varios sueños pero no recuerdo nada.

Me he quedado un rato viendo las nubes pasar y luego me he dado cuenta de que no estaba solo. Unos metros más allá, yacía una mujer desnuda, con la cabeza dentro del agua y el resto del cuerpo fuera. Me he levantado de un salto y he corrido hacia ti.

Tu piel estaba fría y tenías varios moratones por todo el cuerpo. He temido que estuvieras muerta y me he agachado muy lentamente hacia ti. Te he tocado el hombro con intención de girarte y has sido tú quien ha terminado el movimiento.

Me he dado cuenta de quien eras. Tienes la misma sonrisa que entonces, tan solo el pelo blanquecino ahora. Me he quitado el abrigo y te he cubierto con él. Te he preguntado qué te había pasado y he llamado a una ambulancia. No has dicho ni una sola palabra. Me has mirado todo el tiempo, con los ojos muy abiertos.

Nos hemos quedado en silencio. Como sucediera entonces, he vuelto a estirar mi brazo izquierda hacia tu mejilla derecha. A tan solo unos milimetros de rozarte la piel, has abierto la boca, me has enseñado tus colmillos ensangrentados y te has lanzado sobre mí.

viernes, 29 de diciembre de 2023

La criatura del embalse - 3/3 Travesía de la universidad (por el camino mágico)

Regresa a la parte 2 (por el camino mágico)

-Yo sé que es imposible, estamos a más de diez mil kilómetros de distancia, pero te juro que eres idéntica a ella.

-Una forma peculiar de ligar - replicó ella después de un largo silencio.

-No, no, yo no quería...

-Me abordas en mitad del pasillo, me dices que nunca me has visto por la facultad pero que soy idéntica a una sirena que viste en tu país.

-Ya, suena un poco... perdón... mejor me...

-La respuesta es sí.

-¿Sí, qué?

-Sí quiero salir contigo - sostuvo mientras escribía su número de teléfono en un trozo de papel.

Él lo recogió y la vio alegarse por el pasillo de la cafetería. Nunca antes se había declarado, siempre habían sido ellas las que daban el primer paso... y él quien las había rechazado porque no sentía mucho más allá que una amistad, si es que acaso alcanzaban tal estatus. De las pocas personas por las que sí se había enamorado, había sido cobarde y se había callado sus sentimientos.

Y ahora ella. Idéntica a la criatura del embalse. La misma sonrisa en la que perderse. La misma dulzura en su voz. La misma reacción en el pecho. Acababa de verla por primera vez y ansiaba que no fuera la última. Le asustaba lo precipitado de su propuesta pero...

Miró el papel y estudió cada uno de sus dígitos. Hasta su letra le parecía preciosa. Sacó su teléfono y marco las nueve cifras. Cuando fue a guardarlo se dio cuenta de que seguía sin saber su nombre. Tecleó "Es ella" y le dio a guardar.

miércoles, 27 de diciembre de 2023

La criatura del embalse - 3/3 Travesía del aire (por el camino mágico)

Regresa a la parte 2 (por el camino mágico)

Has aparecido en mi mente con tal intensidad que me he despertado sudando. Con la boca seca de tanto llamarte. Aún sin saber tu nombre.

He salido de casa en pijama y sin desayunar. He atravesado el pueblo deprisa y he tomado el camino de tierra ya casi corriendo.

Me he acercado a la orilla más cercana en la que te vi. Sin quitarme la ropa ni pensármelo un segundo, me he adentrado en el agua. Hasta que mis pies ya no tocaban suelo. Entonces he empezado a nadar. Primero despacio y luego más rápido. Sumergiéndome. Te estaba buscando. Quería que me cantaras. Te estoy buscando y quiero que me cantes. Al oído. Muy suave.

Estoy en el centro del embalse, con la respiración agitada y los ojos enrojecidos de llorar.

Veo unas burbujillas salir a la superficie a un escaso metro de mi. Una figura emerge.

Contengo la respiración hasta que me doy cuenta de que eres tú... eres tú...

Con la misma sonrisa que entonces pero con la mirada más entristecida. Eres tú esta vez quien estira su mano hacia mi rostro. Y yo hago ningún esfuerzo por apartarme. Apenas me rozas la mejilla y siento que me falta el aire. Literalmente. Mi cabeza está por encima de la superficie del agua pero no consigo llevar oxígeno a mis pulmones. Veo el miedo en tus ojos. Te retiras un metro más allá sin quitarme la mirada de encima.

Entre bocanada y bocanada de aire te pido que cantes. No sé si me entiendes. Me cuesta mantenerme a flote. Siento... siento que te acercas a mí. Y que... dudas. Creo que me has cogido del brazo... y tiras de mí.

Me llevas a la orilla. Escupo agua. Vomito. Voy recuperando lentamente la respiración. Estás a mi lado. No me tocas pero tampoco te apartas.

Me doy cuenta de que ahora eras tú la que tiene dificultades para encontrar el aire. Me sonríes. La sonrisa más bella que pueda recordar. Pero tus ojos se van cerrando.

Te arrastro como puedo hacia el agua. Cuando todo tu cuerpo queda de nuevo cubierto por el agua, te vas recuperando... y volvemos a estar en la situación contraria: mi respiración se acelera... en busca de un oxígeno... que no puede encontrar...

Te abrazo. Y me abrazas.

Me cantas.

Nos fundimos y la noche nos arrastra.

domingo, 24 de diciembre de 2023

La criatura del embalse - 2/3 (por camino mágico)

Regresa a la parte 1

La vi y la escuché. Tenía una voz tremendamente dulce. Cariñosa. Suave. Muy tranquila. No llegaba a entender lo que me decía pero sentía claramente que se dirigía a mí. Presté atención a su cuerpo; en lugar de piernas había una larga cola escamada. Recordé aquella clase de literatura en que nos hablaron de cómo se decía que las sirenas atraían a los marineros con sus cantos y luego los ahogaban en el mar.

Abrí todavía más los ojos y me obligué a sacar la cabeza y respirar. Ella también emergió. A mi lado. Con la sonrisa más bonita que nunca antes hubiera visto.

Permanecimos flotando en el agua mirándonos a los ojos. Sería incapaz de decir cuánto tiempo pasó. Me sentía ajeno al cansancio, al sol acercándose al horizonte y a la pareja que seguía magreándose bajo un árbol en la orilla del embalse. Diría que incluso era ajeno a mi propio cuerpo, aún cuando temía que al mínimo movimiento, se lanzara sobre mi y me hundiera sin apenas tiempo para reaccionar. Y sin embargo tuve una intensa necesidad de estirar mi mano hacia su rostro. Quería acariciarla. Me despertaba tanto miedo como ternura.

Levanté el brazo izquierdo mientras me esforzaba con el derecho y las piernas por mantenerme a flote. Lo extendí muy lentamente y a apenas unos milímetros de su mejilla derecha, me dedicó una última sonrisa y se hundió. Para cuando quise meter la cabeza de nuevo, ya solo pude ver la estela de su aleteo.

Me quedé allí un rato. Hipnotizado. Perdido. El sol terminaba por ocultarse en el horizonte y la pareja bajo el árbol recogía sus cosas. Me acerqué a la orilla y me quedé tendido en el césped mirando el cielo. Me di cuenta de que estaba hiperventilando y por un segundo dudé si es que acaso me había hundido a mitad de camino y todo había sido una alucinación fruto de la falta de oxígeno. ¿No decían que en los últimos segundos de vida veías tu vida pasar? Bueno, pues mi vida debía ser una mierda y mi mente decidió inventarse otra película.

La oscuridad fue descendiendo por el monte. La pareja se me acercó. Eran extranjeros. No entendí nada pero creo que estaban preocupados por mí. Me dejaron una toalla y me ayudaron a levantarme. Con señas, me indicaron que les siguiera. Me subí a su coche y me acercaron hasta el pueblo.

Les devolví la toalla y me despedí de ellos con la mueca de una sonrisa, porque lo cierto es que mis ojos seguían perdidos en los de la joven criatura que acababa de ver en el embalse. Caminé descalzo por el centro de la calle despertando la curiosidad de las vecinas.

No recuerdo mucho de los días posteriores. Mi madre dice que estuve una semana sin hablar. Lo que sí tengo claro es que en estos quince años no se lo he contado a nadie, ni lo he dejado por escrito en algún diario ni nada por el estilo. Tampoco dudé nunca de lo que había visto. Ni volví al embalse. A ese ni a ninguno otro. Solo en época de sequía les preguntaba a mis padres por el nivel del agua allí.

Apenas me permito recordar aquel día. Pero hoy no lo he podido evitar.

Continúa por la travesía del aire.

Continúa por la travesía del río.

Continúa por la travesía de la universidad.

miércoles, 20 de diciembre de 2023

La criatura del embalse - 1/3

Una vez crucé al otro lado del embalse nadando. Llevaba gafas de buceo pero iba con los ojos cerrados. Me imaginaba toda clase de criaturas emergiendo con la peor de las intenciones, cuando lo cierto es que probablemente no hubiera más que un puñado de peces deseando mantener la calma de su hábitat. Supongo que coincidió con aquella época en que las matanzas por parte de animales poblaban el cine, y desde luego que no ayudaban nada las bromas de mis primos. A fin de cuentas yo era un crío.

El caso es que aquel día, en un afán por demostrarles a los colegas que no era un cobarde, o queriendo demostrármelo a mí mismo, comencé a bracear hacia la otra orilla.

Sé que tardaron en darse cuenta y que luego, preocupados, me gritaron que volviera. Porque el caso es que yo era el único que temía "los monstruos de las profundidades" pero ninguno de ellos había cruzado aún al otro lado. No creo siquiera que hubieran llegado tan lejos de lo que yo me encontraba en ese momento.

Me detuve y les saludé agitando el brazo. Debía llevar recorrido un tercio de la distancia total. Mi respiración estaba agitada por el esfuerzo. Y por el nerviosismo.

Seguí braceando. Estaba acostumbrado a nadar en piscina y, aunque no fuera la agitación del mar, notaba la corriente y tenía que hacer un esfuerzo mayor.

Por unos segundos olvidé mi miedo; me giré y continué a espaldas. Abrí los ojos, el cielo estaba completamente azul. Movía los brazos de la misma manera que no se piensa en el movimiento de las piernas al caminar.

Me giré de nuevo. Ahora ya con los ojos abiertos bajo el agua. Estaba un poco turbia. Los rayos de sol generaban una cortina de luz un par de metros adentro y, después, solo quedaba la oscuridad. Nada más.

Me detuve de nuevo. Estaba bastante cerca de la orilla. Una pareja coqueteaba bajo un árbol. Al otro lado, mis amigos recogían a toda prisa y se largaban, llevándose mi ropa con ellos. ¡Pues qué divertido! Golpee el agua con fuerza. A esa distancia, por mucho que me esforzara, no les alcanzaría. Ni siquiera grité, no me oirían. O me ignorarían. Estaba a punto de lograr mi objetivo frente a su inmadurez.

Volví a meter la cabeza en el agua. Entonces la vi.

Continúa por el camino mágico.

Continúa por el camino realista.

viernes, 15 de diciembre de 2023

La carta - 2/2

Regresa a la página 1

Pienso que eres guapo a pesar de tus orejas puntiguadas. Marcos decía que te las pegabas con mocos para que quedaran así; y Carlota, que te habías puesto un alfiler. Nunca les creí. Ahora Marcos ya no sabe quién eres. Te habrás dado cuenta de que no vive aquí, solo viene en verano. No sé cómo lo hacéis pero no consigo que coincidais. Yo no creo que se haya olvidado de ti. No ha podido hacerlo. Es solo que se ha vuelto un poco estúpido. Mi abuela dice que es por estar todo el día con la maquinita. Yo creo que es porque en la ciudad solo respira humo y entonces las neuronas se le atrofian.

Nadie sabe tampoco donde trabajas. Si es que lo haces. A mi eso... me da un poco igual, pero creo que puedes ser un artista. Que dibujas. O que escribes. O las dos cosas a la vez. Yo quiero ser pintora de cuadros. Carlota repite lo mismo que mi madre "del aire no se puede vivir y del arte, menos". Pero es que a lo mejor estás todavía estudiando y son tus padres los que trabajan. Carlota últimamente se ha vuelto un poco pija... y nunca quiere hablar de ti. Creo que es porque sus padres no se fían. Una vez la oí decir que tenía que buscarse otra amiga que fuera a tener un trabajo de verdad. Pero eso es un poco dificil, las demás chicas de clase son super aburridas. Nosotras nos lo pasamos bien juntas.

¿Eres un elfo? A ver, que yo ya soy un poco mayor para creer en esas cosas pero... lo eres, ¿verdad?

Bueno, yo en realidad lo que te quería contar...

Me voy.

Me han dado una beca para estudiar el próximo curso lejos. Es guay pero... Pienso en Marcos, y en Carlota... No quiero que me pase como a ellos.

Por eso te pido que... si alguna vez dejo de ser la niña que soy, espero que al menos tú me puedas recordar quién era. Prométemelo, por favor.

lunes, 11 de diciembre de 2023

La carta - 1/2

Te escribo porque me voy y no quiero olvidarte. Llevo varias semanas planificando mentalmente esta carta, pensando si debería mejor hablarte a la cara. Pero necesito que quede un registro físico y que tú tampoco me olvides. Para que un día me hagas regresar.

Yo sé que tú no eres cualquiera. Yo sí puedo pasar desapercibida, como alguien más del montón. Pero tú no. Aunque parezca que eso a nadie le importe.

Jamás te he visto probarte unas botas. Te veo descalzo en la plaza, en la iglesia, en el instituto, incluso en el camino de barro que va hacia el puente viejo. La piel de tus pies no parece afectarse por los cambios de temperatura o la rugosidad de las superficies. Aunque lo que de verdad no me explico, es que estén siempre limpios.

Me encanta que huelas a galletas recién horneadas. También me he dado cuenta de que llevas todos los días la misma ropa. ¿Es tu uniforme? Con Marcos y Carlota nos hemos preguntado si duermes también con tu traje puesto. O si tienes un pijama a juego. Cuando éramos más pequeños, quisimos seguirte hasta tu casa. Pero no lo conseguimos. No hubo forma de saber en qué calle vives. No lo entiendo. Porque ni siquiera a nuestros padres eso les importa. ¡Ni a mi abuela, que siempre lo sabe todo!

No hablas con nadie. No creo que seas mudo. Aunque tampoco tengo evidencias. Pareces... extranjero. Creo que vienes de muy lejos. Y me gusta la forma que tienes de comunicarte. Creo que es... más bonita. La parte de que nos hagas señales es a veces hasta divertida. Pero tus ojos... no creo que vaya a conocer nunca a nadie capaz de decirme tanto con solo dejar que nuestras pupilas se crucen. Y soy joven y supongo que me enamoraré en varias ocasiones, pero la conexión que surje contigo es tan fuerte que alcanza cada célula de mi cuerpo. Sé que no soy la única que lo siente así. Tan fuerte. Todos los niños del pueblo lo sentimos, aunque no seamos capaces de explicárnoslo los unos a los otros. Es lo mismo.

Continúa en la página 2

jueves, 7 de diciembre de 2023

Al otro lado del muro

Cuando nos volvamos a encontrar, la noche se habrá extinguido en el mar y el sol será la única estrella visible. No quedarán tampoco nubes en el cielo y el oleaja estará en calma.

Cuando nos volvamos a encontrar, el bosque lucirá frondoso y los animalillos despertarán de su letargo. Puede que incluso los gnomos se atrevan a conversar con las ardillas y las hadas jugueten con los ciervos.

Cuando se acerque el momento en qeu podamos vernos de nuevo, flotará en el aire una dulce melodía de piano que solo nosotros sabremos de dónde procede. Pero que a todos encandilará.

Cuando se acerque el momento en que podamos vernos de nuevo, las balas tornarán en claveles blancos y las lágrimas en risa. Olerá el abono tanto como el puchero a fuego lento. Sonarán las campanas solo como testigo de la celebración.

Cuando sientas de nuevo mi piel erizarse, sabrás que ha llegado el día.

Hasta entonces, sigue acariciando el susurro que es mi voz y no ha de apagarse.

lunes, 4 de diciembre de 2023

La tormenta dentro

La luz del sol se cuela por las rendijas de las persiana y evidencia una capa de polvo sobre el escritorio. Hay huellas dactilares que no han dejado marcas. En la estantería se balacean hojas a cuadros garabateadas. La puerta izquierda del armario sigue abierta y deja entrever un par de botas femeninas, unas pantuflas grises y tres abrigos de piel colgados deprisa. La cama recién hecha y los peluches alborotados en una esquina de la habitación.

El olor del último café empieza a extinguirse de la tela de las cortinas. Los platos siguen en el lavavajillas y los cubos de basura están vacíos. Sin bolsa siquiera. Las hojas secas en el macetero de la entradita y un paraguas sin dueño como acompañante. La puerta del salón sigue cerrada. Con los restos de la tormenta aún esparcidos por el suelo. Y ella.

Ella atravesando la puerta del salón. Sirviéndose café en una taza que no necesitará ser limpiada y acariciando los peluches que no puede colocar en su cama.