miércoles, 20 de diciembre de 2023

La criatura del embalse - 1/3

Una vez crucé al otro lado del embalse nadando. Llevaba gafas de buceo pero iba con los ojos cerrados. Me imaginaba toda clase de criaturas emergiendo con la peor de las intenciones, cuando lo cierto es que probablemente no hubiera más que un puñado de peces deseando mantener la calma de su hábitat. Supongo que coincidió con aquella época en que las matanzas por parte de animales poblaban el cine, y desde luego que no ayudaban nada las bromas de mis primos. A fin de cuentas yo era un crío.

El caso es que aquel día, en un afán por demostrarles a los colegas que no era un cobarde, o queriendo demostrármelo a mí mismo, comencé a bracear hacia la otra orilla.

Sé que tardaron en darse cuenta y que luego, preocupados, me gritaron que volviera. Porque el caso es que yo era el único que temía "los monstruos de las profundidades" pero ninguno de ellos había cruzado aún al otro lado. No creo siquiera que hubieran llegado tan lejos de lo que yo me encontraba en ese momento.

Me detuve y les saludé agitando el brazo. Debía llevar recorrido un tercio de la distancia total. Mi respiración estaba agitada por el esfuerzo. Y por el nerviosismo.

Seguí braceando. Estaba acostumbrado a nadar en piscina y, aunque no fuera la agitación del mar, notaba la corriente y tenía que hacer un esfuerzo mayor.

Por unos segundos olvidé mi miedo; me giré y continué a espaldas. Abrí los ojos, el cielo estaba completamente azul. Movía los brazos de la misma manera que no se piensa en el movimiento de las piernas al caminar.

Me giré de nuevo. Ahora ya con los ojos abiertos bajo el agua. Estaba un poco turbia. Los rayos de sol generaban una cortina de luz un par de metros adentro y, después, solo quedaba la oscuridad. Nada más.

Me detuve de nuevo. Estaba bastante cerca de la orilla. Una pareja coqueteaba bajo un árbol. Al otro lado, mis amigos recogían a toda prisa y se largaban, llevándose mi ropa con ellos. ¡Pues qué divertido! Golpee el agua con fuerza. A esa distancia, por mucho que me esforzara, no les alcanzaría. Ni siquiera grité, no me oirían. O me ignorarían. Estaba a punto de lograr mi objetivo frente a su inmadurez.

Volví a meter la cabeza en el agua. Entonces la vi.

Continúa por el camino mágico.

Continúa por el camino realista.

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