martes, 2 de julio de 2024

En mitad de la noche

Había alguien más. Le delataba su respiración lenta, pesada, de estar aún navegando en un sueño reparador. Elisa ni siquiera podía parpadear mientras trataba de memorizar en qué momento alguien más podría haber entrado en su casa.

Recordaba haber llegado hacia las once, con la bolsa de la compra, la mochila del gimnasio y la funda del portátil bajo la axila izquierda.

Recordaba haber cerrado con llave solo un par de segundos después, y dejado todos los trastos en medio de la entradita consciente de que nadie más vería el caos.

Recordaba haber metido al microondas el táper de puré de calabaza que le había llevado su madre ocho días antes, y cómo se había tragado cada cucharada a pesar de que estaba muy ácido.

Recordaba haberse puesto el pijama mientras repasaba mentalmente la lista de tareas pendientes para el día siguiente.

Recordaba haberse metido en la cama y haber apagado la luz; haber encendido la lámpara un par de minutos después para ponerse unos calcetines y asegurarse de que la alarma del despertador no estaba activada.

Elisa lo recordaba todo perfectamente como que podía escuchar una respiración pausada que claramente no era la suya.

Reconocía seguir en su habitación. Con sus sábanas y su pijama. Había sido una semana larga, no lo podía negar, pero era una persona de oído fino que se despertaba con el mínimo ruido. Y todas sus puertas chirriaban prácticamente con solo mirarlas. La opción de que hubiera entrado alguien mientras dormía le parecía descartada.

Y sin embargo, seguía siendo evidente que no estaba sola en su casa. No era capaz de precisar la ubicación exacta del individuo. Pero estaba muy cerca.

Con el cuerpo agarrotado, se fue moviendo lentamente hasta conseguir salir de la cama.

Conteniendo la respiración, recorrió la corta distancia que separaba la habitación del salón. Apenas un par de metros que se le hicieron eternos. La débil luz blanquecina de las farolas se colaba por las rendijas de las persianas.

Entonces lo vio.

Agazapado en una esquina. Malherido. Frágil.

Apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando el misterioso ser abrió los ojos (uno amarillo y otro violeta), y de la misma forma, se desvaneció en el aire.

De su presencia sólo quedaron unas gotas de sangre verdosa en el parqué y el corazón acelerado de Elisa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario