Normal, lo que se dice normal, desde luego que no era. ¡Pero si es que había llegado incluso a tomar fotografías antes de salir de casa como método para asegurarse de que el problema no estaba en su memoria, si no en que había alguien más entrando allí como Pedro por su casa! A ver, que no es que la estuvieran robando, eran ventanas abiertas, el libro sobre la cama en lugar de en la mesilla, las latas de cerveza que ella no compraba en la basura…
Para Carlota aquella era la primera vez que vivía fuera del núcleo familiar y que, además, no compartía gastos con nadie más. Durante la carrera había estado en un chalet que tenía su tía alquilado a estudiantes, y que a ella le cedió la habitación grande a un módico precio. Pero claro, no es lo mismo tratar con tu tía querida que con una casera desconocida. Así que cuando le planteó la situación a la mujer, ésta se ofendió soberanamente. Carlota se lo reconoció: puede que el tono no fuera el más adecuado y que la hubiera avasallado con el objetivo de saber si ella conservaba una copia de las llaves para cotillear a sus nuevos inquilinos. Hubiera preferido que la mujer hubiese bajado la cabeza y reconocido su culpabilidad debido a un trauma de la infancia. En lugar de ello, la amenazó con rescindir su contrato y quedaron en que Carlota se encargaría de cambiar la cerradura y se pensaría dos veces qué hacer la próxima vez que se la ocurriera enfrentarse a ella.
Colocó la cámara en una estantería entre libros. Estaba relativamente oculta. Pasó cuatro días sin salir de casa haciendo comprobaciones sobre la duración de la batería y la capacidad de almacenaje. Cuatro días en los que, por cierto, no acudió nadie. Debían de tenerla muy vigilada... o estar de vacaciones. Organizó su agenda en función de esos parámetros.
El primer día, no apareció nadie. El segundo día sí pero Carlota no llegaría a apreciarlo en el video: la cámara estaba en el salón y se habían dedicado a mover exclusivamente objetos del baño. El tercer día también se presentaron. No llegó a verlos en la cámara pero su presencia era evidente; la habían dejado incluso una nota:Hola. Hemos borrado la grabación de hoy de la cámara. No queremos hacerte daño. Solo estamos buscando algo que se dejó aquí un amigo nuestro. Te dejaremos las llaves cuando lo encontremos y no volveremos nunca más. Lamentamos cualquier inconveniente que te podamos ocasionar.
P.D.: se te está acabando el champú.
¡Ah, pues muy bien, muy tranquilizador todo, por supuesto! ¿Y ahora qué se suponía que debía hacer ella?
Próximamente continúa con:
2A. La Policía
2B. Cómplices
2C. La casera
2D. El internet
2E. Los padres
2F. El hacker
2G. Una tarde de verano
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