sábado, 28 de septiembre de 2024

Algún hilo invisible - Asalto 3 de 3

Regresa al Asalto 2

Pasaron seis años sin hablarse. Roberto regresó a Estados Unidos y entró en un equipo de mitad de la tabla de la NBA. Se casó, tuvo dos hijas y se divorció. Se quedó con la custodia de las niñas y un prometedor contrato en la ciudad condal le trajo de vuelta a Еsраñа.

Manuel estuvo dando tumbos por varios locales como camarero antes de descubrir su vocación y decidirse a estudiar cocina. Acabó tambien en Barcelona; haciendo grandes esfuerzos por compaginar trabajo y formación pero sintiéndose de nuevo feliz con su vida.

La primera vez que Roberto le volvió a ver, se quedó muy impactado por su cambio de imagen: él que siempre había tenido barriguita y odiado el deporte, tenía ahora una figura que marcaba sus músculos por encima de la ropa. Volvía de la compra. Aceleró el paso y se ajustó la gorra confiando en que no lo hubiera visto, pero registrando mentalmente la dirección del restaurante.

Aunque Manuel aseguró no querer saber nada del otro, lo cierto era que no tardó mucho en descubrirse mirando los resultados de los partidos de su equipo en la NBA. Se planteó incluso comprarse uno de esos paquetes televisivos que permitian ver todo el deporte del otro lado del charcos. Luego se prometio tomar distancia de verdad: decidió centrarse en su formación y alejarse de todo hombre que simplemente buscara una amistad.

El día que Manuel se enteró que Roberto iba a jugar en el equipo de su misma ciudad, dudó si debía gritar de alegría o prepararse las maletas y continuar su vida a la otra punta del país.

Decidió quedarse. Pasaba muchas noches en vela y acabó por decidirse a ir a ver su próximo partido en el campo local; compró la entrada más barata en un rincón con visibilidad reducida, así quizá él no le viera... Pero no pudo resistirse a esperarle a la salida, cual fan en busca de un par de fotos y un autógrafo.

Retomaron el contacto muy paulatinamente, casi temiendo profundizar en su relación y que todo se volviera a ir al garate. Les llevó casi tres años volver a juntar sus labios.

martes, 24 de septiembre de 2024

Algún hilo invisible - Asalto 2 de 3

Regresa al Asalto 1

Con el Bachillerato se distanciaron. Casi incluso que se olvidaron el uno del otro. Roberto obtuvo una beca deportiva en Estados Unidos y Manuel se volvió frío, comprendió su orientación sexual, ligoteó con algún que otro compañero, nada serio, y decidió no escribir a Roberto si este no lo hacía primero, entendia que tenía un nuevo mundo que explorar y él solo iba a molestarle.

El deportista triunfó al otro lado del Atlantico pero perdió el contacto de Manuel, literalmente.  Con el cambio de número, se le borraron varios contactos y el chico además no tenía redes sociales. Intentó por todos los medios localizarle pero no tuvo éxito. Acabó por regresar a España al terminar los dos cursos de la beca, alegando echar de menos a su familia y haberse dado cuenta de que no se quería dedicar profesionalmente al baloncesto. Para entonces la familia de Manuel acababa de mudarse y no logró dar con nadie que tuviera su contacto o las señas exactas más allá de que estarían en algún pueblo costero del norte.

El carácter de Roberto se volvió de pronto más arisco. Eligió los estudios universitarios a boleo y solo por contentar a sus padres. No sabía definir qué le pasaba y muchos a su alrededor simplemente entendían que era parte del desequilibrio hormonal propio de la edad. Él solo se sentía vacío. Perdido.

Se reencontraron por Navidad. Roberto pidió a su familia festejar el fin de año en la costa. Ellos, preocupados por la depresión en la que parecía estar entrando su hijo, accedieron. Y quiso la casualidad, o el destino, o esa mano invisibile que se empeñaba en juntarles, que la familia eligiera precisamente el pueblo en el que vivía Manuel.

Fue al tercer día de estar allí cuando Roberto se le encontró atendiendo la barra de un bar. Manuel le reconoció según cruzó la puerta. Pasaron la noche hablando e intercambiaron contactos de nuevo. Se pusieron al día y tontearon pero sin llegar a confesarse sus sentimientos.

Pasaron a escribirse frecuentemente e incluso a llamarse un par de veces por semana. Roberto retomó el baloncesto; y Manuel, el ajedrez. Se visitaban en cuanto les surgía la minima oportunidad y acabar por reconocerse que no querían ser solo amigos, que el aprecio era admiración y que querían apoyarse el uno al otro en las alegrías y las penas.

Intentaron fervientemente mantener una relación a distancia pero no supieron hacerlo; fracasaron en mantener una comunicación afectiva donde los miedos, las dudas y las mentiras fueron ganándole terreno a su afecto. Pronto llegaron las discusiones y todo acabó en un profundo odio.

viernes, 20 de septiembre de 2024

Algún hilo invisible - Asalto 1 de 3

Lo cierto era que no creían en ningún dios ni en la magia del destino, pero no podían evitar pensar que en su relación, parecía haber una mano invisible tejiéndolos un camino que siempre se entrelazaba.

Manuel y Roberto se conocían del barrio. Vivían a apenas un par de calles y coincidían en el parque desde muy pequeños. Sus madres no se hicieron mejores amigas ni sus padres quedaban para ver el fútbol, pero ocasionalmente los dos pequeños coincidían en el columpio y la fascinación por el otro, aún sin tener casi consciencia de uno mismo, estaba ya presente.

No compartieron guardería ni escuela infantil, pero estuvieron en la misma clase durante toda la Primaria. Todavía entonces tampoco forjaron una amistad estrecha. Sentían, eso sí, un apego especial que, a su vez, trataban de evitar. No por nada en concreto, sino como resultado de una novedosa timidez que les llevaba a observarse y a dudar si debían dirigirse la palabra.

Luego en Secundaria, a Manuel le inscribieron en un Instituto Bilingue a las afueras. Perdieron el contacto durante el primer curso para descubrirse al siguiente verano haciendo el mismo campamento en Pirineos. Fue allí, lejos de su rutina, cuando empezaron a valorarse mutuamente, a ruborizarse con los halagos del otro y a reconocer que se caían especialmente bien. Intercambiaron números de teléfono y empezaron a invitarse mutuamente a las quedadas de sus respectivos grupos de amigos. Manuel procuraba no perderse ningún partido del equipo de baloncesto de Roberto y éste estaba siempre pendiente de las competiciones de ajedrez del otro.

Todo desde la más absoluta formalidad y evitando quedarse a solas porque no sabían poner en palabras lo que su corazón les gritaba cada noche.

 Continúa con el Asalto 2

lunes, 16 de septiembre de 2024

Hermanos - 2/2

Regresa a la parte 1

Fue con la cercanía del cuarto aniversario del fallecimiento de sus padres que tanto David como Gloria, se propusieron a sí mismos reconducir la situación. David propuso encargarse de la comida para los dos y, en su primer intento, casi la mata: preparó un plato con almendras y ella era alérgica a los frutos secos. Se disculpó y tomó distancia de nuevo.

Gloria optó por dejarle el café preparado por la mañana y un post-it con algún comentario. David se animó a proponerla ver juntos una peli los jueves por la noche. Ambos se estaban esforzando pero no parecían capaces de terminar de naturalizar su relación. Gloria pensaba que era cuestión de tiempo y debía tener paciencia. David dudaba que, sin sus padres, pudieran recomponerse.

Y entonces sucedió, el día de antes del aniversario David se levantó con una idea muy clara que, para su sorpresa, justo su hermana había escrito en el post-it junto al café matutino.

No habían vuelto al cementerio desde el entierro. Entraron en el recinto agarrados de la mano y con un ramo de flores cada uno. Caminaron en silencio. Depositaron las flores sobre la tumba y lloraron abrazados. Fue en ese momento cuando consiguieron reconectar y no volvieron a distanciarse nunca más.

jueves, 12 de septiembre de 2024

Hermanos - 1/2

Hacía tres años que sus padres habían fallecido en un accidente de tráfico y, quedando aún parte de la hipoteca por pagar, Gloria y David habían decidido reconvertir el despacho y el dormitorio de sus padres en sendas habitaciones para alquilarlas a estudiantes. Y así, ellos mismos se habían convertido prácticamente en dos desconocidos. Había incluso algún inquilino que no llegaba a saber del vínculo que les unía.

David comprendió cuál era el estado de su relación un 27 de Enero, una semana después del cumpleaños de su hermana: no la había felicitado, aún menos la había agasajado con un pequeño detalle ni la había animado a soplar las velas de una magdalena como pastel de celebración. Habían tenido siempre un trato muy cercano y, en la pérdida, se habían olvidado también el uno del otro. Lo cierto era que tampoco tenía claro cómo reconducir la situación. Se sentía muy avergonzado.

Gloria fue consciente del despiste de su hermano sobre su cumpleaños. Se cruzaron en el desayuno, a media mañana en el baño, en las escaleras justo después de comer y de nuevo en la cocina a la hora de la cena. Intercambiaron un par de palabras pero no llegó la felicitación. En verdad tampoco le importó. No le dio mayor relevancia. Ella misma había pasado por el día como si de cualquier otra jornada se tratara. Solo que la ausencia de sus padres cada vez le pesaba más en lugar de irse mitigando.

David se mantuvo tenso durante sus siguientes encuentros. Gloria se volvió aún más fría con él, y sucedió lo que prácticamente nunca había pasado entre ellos: llegaron las discusiones eternas y los gritos como única fórmula de comunicación.

Continúa con la parte 2 

domingo, 8 de septiembre de 2024

La nueva casa - 3/3

Regresa a la parte 2

De haber podido ver su cara, estaba convencida de que sonreiría satisfecho de que por fin le hubieran descubierto. Ella, en cambio, temblaba. Observó cómo lentamente la sombra se desplazaba hasta situarse a un escaso metro suyo. Se apoyó en la pared y dejó que su espalda la deslizara hasta el suelo. No era que sintiera miedo.

Sospechaba cuál era la identidad del fantasma. Desde que se había mudado sentía un olor particular merodeando la casa. No recordaba haberlo sentido la primera vez que visitó la casa. En cualquier caso, le agradaba y le recordaba a él. La primera noche durmiendo allí, le había escrito un largo mensaje diciéndole básicamente que le echaba mucho de menos y le apetecía quedar un día.

No había obtenido respuesta. Tampoco le había resultado tan extraño: a veces pasaba largas temporadas incomunicado, y en el fondo, le sentía muy cerca; estaban acostumbrados a las largas distancias aunque pudiera apenarles. Pero ahora se sentia tremendamente abrumada.

La sombra se sentó a su lado, en silencio. ¿Podría acaso comunicarse con ella verbalmente? ¿Por qué había aparecido en su casa? ¿Significaba eso que…? Lo cierto era que aquellos días lo había sentido más cerca que nunca. Mientras las lágrimas resbalaban por su mejilla, vio cómo la sombra extendía su brazo. Fue muy sutil pero muy cálido, una caricia suave que, de alguna manera, la insuflaba energía. Permanecieron así por más de media hora. Entonces sonó el teléfono y le dieron una noticia de la que en realidad solo le faltaban los detalles: su coche llevaba una semana desaparecido y lo acababan de encontrar en un terreno escarpado de alta montaña. Su cuerpo aún no lo habían encontrado y no había muchas esperanzas de hacerlo.

La sombra permaneció con ella un tiempo, la ayudaba con ciertas tareas de casa y, sobre todo, la abrazaba cada noche. Solo cuando ella, retomó la capacidad de controlar su rutina, fue tomando distancia. Aparecía cuando estaba triste y la observaba orgulloso desde las esquinas cuando la sabía feliz. Nunca dejaron de tenerse presente.

miércoles, 4 de septiembre de 2024

La nueva casa - 2/3

Regresa a la Parte 1

Permaneció inmóvil en una esquina de la ducha, deseando ferozmente que hubiera sido producto de su imaginación aún adormilada. Que en lugar de una sombra como proyección de un cuerpo al pasar por delante de un foco de luz, podía haber sido su propio reflejo en los cristales de la mampara ¿no? O un mechón de pelo rebelde creando figuras incongruentes en alianza con las legañas, ¿puede ser?

Apretaba los puños, expectante, dubitativa, con todos sus sentidos alerta. Hubiera side capaz de escuchar a una oruga arrastrarse por la tierra húmeda de su monstera de la cocina. ¿Y si chillaba? Sería una señal ineludible de que estaba en peligro. ¿Y qué? ¿Iba a conseguir despertar a alguno de sus vecinos, quien, obviamente, tiraría la puerta de una patada y la rescataría sin que a todo ello la sombra hiciera nada? No, no tenía ningún sentido; sus vecinos eran ancianos y medio sordos. ¡Ay, no, y que la vieran desunda? Quita, quita, nada de berrear.

Echó el everpo hacia delante en un intento por ver más allá de los límites de la ducha sin querer perder su posición de defensa. No vio nada. Avanzó medio paso más. Ni que, efectivamente, fuera a tener allí dentro una gran defensa. ¡Espera! ¿y si ponía el agua muy caliente y abrasaba a su invasor? Podría aprovechar para despistarle, ponerse una toalla y salir corriendo del edificio. Eso suponiendo que se acercara a ella porque la manguera no es kilométrica. Por no hablar de que encharcaría el suelo y vete tú a saber si no se deshace y acaba en el piso de abajo, que, de nuevo, muy barato el alquiler porque los materiales son lo que son. O también podía ser que precisamente el precio se debiera al regalito de compartir piso con la dichosa sombra.

Un escalofrío le recorrió la espalda. ¿Acababa de escuchar la tostadora? ¿En serio le estaba preparando el desayuno? A ver, si no iban a compartir gastos pero al menos se encargaba de la cocina, pues a lo mejor le podía resultar un acuerdo provechoso.

Dio un paso más у se pegó a la mampara, que había comenzado a empañarse. Como a quien fuera que estuviera allí se le ocurriera imitar su gesto como si fuera un espejo, le daría un infarto de seguro. Pero no, siguió sin pasar nada, tan solo podía dejarse llevar por el delicioso olor a croissant recién hecho. ¿Se lo dejaría ya relleno de mermelada también? Ah, no, eso era imposible, también debía ir a comprarlo! A no ser, que además del desayuno, se hubiera pasado por el supermercado durante la noche.

Abrió la mampara con renovada motivación. Nunca habia convivido con una pareja pero sospechaba que podía ser algo así. Se envolvió en una toalla y se puso las chanclas. Fue hasta la cocina. Sí, el café recién hecho y la tostadera fuera de su armario y enchufada. Sonrió con cierta timidez. No obstante, la mueca se desvaneció al llegar al salón: sobre la mesa reposaba una taza ya vacía y un plato con varias migas de hojaldre, pero frente a la silla, no había nadie, sino en el suelo; literalmente, se dibujala una silueta con forma de cuerpo humano come si allí estuviera sentada, solo que solo era eso, una sombra.

Próximamente la parte 3