domingo, 1 de enero de 2023

Formas de amor y arte

Está en el aire. Se respira, impregna cada centímetro de las paredes, dibuja una capa de nieve sobre los tejados de una ciudad en la que no nieva. Se palpa. En cada mirada. En cada silencio.

A veces simplemente no está. Se va.

Es un hogar sin espacio físico. Una terraza desde la que contemplar el paisaje y escuchar a los pájaros cantar. Con el sol sonrojando las mejillas y el viento meciendo el cabello. Teletransportarse manteniendo los pies en la tierra.

A veces es tener ese entorno idílico y que no te pertenezca.

Está en el cuerpo. Se cuela por cada poro de la piel. Se diluye en los glóbulos rojos y los leucocitos. Se agarra a las entrañas y no se desprende con los cambios de temperatura.

A veces se evapora. Deja de estar. Sin que se pueda remediar.

Es una caricia sincera que traduce toda una conversación; un susurro cómplice en una tarde cualquiera; ese detalle sin pretensiones, nimio, casi insignificante, que abre puertas y ventanas.

A veces es tener un diamante. Pulirlo. Cuidarlo. Mimarlo. Protegerlo.

Solo algunas veces que suman una fortuna.

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