Sin cuerda, ni arnés, ni red. Sin aire, ni viento, ni varita mágica. Sin aliento, ni voz, ni palabras. Sin sed, ni locura, ni vértigo. Sin hambre, ni preguntas, ni descanso. Sin suspiros, ni carcajadas. Sin tormentas, ni mar revuelta. Sin un aroma conocido, ni un abrazo de cariño. Sin súplicas ni agradecimientos. Sin secretos, ni sorpresas. Sin noches en vela ni madrugadas lentas. Sin susurros en la distancia. Sin un abrigo cuando se oculta el sol. Sin tiempo que congelar en el recuerdo. Sin la arena sobre la que se posan los pies descalzos.
Con cabeza. Con un cosquilleo constante por descubrir nuevos horizontes. Con alma.
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