miércoles, 4 de enero de 2023

Suro: menos es más

Helena e Iván dejan su vida en Barcelona para lanzarse al pueblo. Con un hijo en camino, se instalan en una casa que hay que reformar por completo y un campo de alcornoques de los que no saben nada. Descartada la opción de formar parte de la cooperativa por los dispendios iniciales que supone, deciden contratar a un vecino del pueblo para la pela de los árboles. El hombre se comporta como un cacique y tiene contratados de forma ilegal a un grupo de marroquíes entre los que se encuentra Karim, de apenas 18 años y a quien Helena e Iván acogerán en su casa temporalmente.

En cuanto a trama, se enmarca en la ola de neorrelismo que, más allá de As bestas (que todavía tengo pendiente), tiene como máximos exponente generaciones de directores con óperas primas (aquí Mikel Gurrea) o segundas realizaciones, protagonizadas precisamente en su mayoría también por jóvenes, en un entorno rural y reflejando conflictos sociales. Toca los tres temas por igual y lo hace saltando de uno a otro sin poner hincapié en ninguno pero profundizando en todos bajo otro tema transversal: la idealización de la vida en el pueblo y las dificultades propias de su puesta en práctica. Es una película que habla de la vida lenta y calmada del pueblo (con todos los problemas que también sacuden los núcleos menos poblados) pero se cuenta con tensión y ritmo desde la cotidianeidad de la vida en pareja (cómo les afectan todos estos cambios y cómo se enfrentan a esos problemas).

Cinematográficamente me interesó la luz, quizá no tanto los encuadres, creo que a nivel de fotografía le falta algo. Los movimientos de cámara tienden a ser sutiles y se juega mucho (y bien) con los fueras de foco, pero quizá siendo un largometraje tan de la tierra, le faltó adentrarse un poco más en el bosque; porque sí, hay escenas que acaban con un plano de la copa de los árboles pero no profundiza en ese acercamiento temático que se pretende, es casi como si esos planos fueran la breve mirada que le dedica un urbanita al bosque antes de seguir mirando la pantalla de su móvil (lo cual incluso podría llegar a entenderse desde la perspectiva de los protagonistas en su transposición de los ideales, pero que desde luego no le saca partido al paisaje).

Gran acierto la (prácticamente) ausencia de música, la mayoría de forma diegética y como punto de liberación de los personajes (brillantísima una de las últimas escenas en que la protagonista se rompe, después de haber conseguido transformar la casa en el entorno que arquitectónicamente tenía planeado, se le viene encima toda la culpa por lo acontecido con Karim y cómo se ha perdido su vida en pareja).

La interpretación, insisto, excelente por parte de Vicky Luengo y sin dejar de lado a Pol López e Ilyass El Ouahdani, pasa por la contención y la exaltación cotidianas y, como el propio argumento muestra con la pela de los alcornoques, va quitando capas de los personajes hasta descubrirnos la verdad de cada uno de ellos, lo que hay más allá de la ideales o del afán de buenismo.

Por último, destacar el plano con que acaba la película: la pareja protagonista sentada en el porche en medio de la oscuridad viendo como las llamas queman los campos de sus alcornoques y se acercan a su propia casa. Solo les vemos a ellos, sin música que remarque el drama que se les acerca, en una conversación sencilla y con silencios. Dice tanto de los personajes y de su forma de actuar como lo que hay en subtexto con la llegada del fuego.

En conclusión, es una largometraje de actualidad que aborda muchos temas con gran tensión pero sin subrayar absolutamente nada. Creo que se ha estrenado en un momento complicado, con mucho (y buen) cine español que debe enfrentarse a las vacaciones, los niños y el cine americano. Ojalá no pase inadvertida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario