viernes, 31 de diciembre de 2021

Dramaturga

Hace unas semanas alguien me preguntó si era dramaturga y sin pensarlo respondí que no, que bueno, Sin con tacto era el primer texto pero ya... ¡Error!

Según la RAE el dramaturgo es el autor de obras dramáticas. Vale, estrictamente eso podría justificar mi inmediata respuesta negativa porque se trataba de una comedia... una comedia trágica pero comedia. Lo que pasa es que siendo realistas, sí que debo englobarme en esa categoría. Y digo debo porque es algo de lo que enorgullecerme. Sin duda. Y digo categoría porque llamar a las cosas por su nombre es darle una entidad por mucho que a veces no nos gusten las etiquetas. Porque en este caso facilitan avanzar.

Otra cosa es considerarme novelista. Sí, publiqué una hace cinco años y estoy ahora (y quien dice ahora habla de cuatro largos años) con tres más, pero, mientras sigan almacenadas en un par de cuadernos y en muchos documentos del ordenador, sin que nadie más tenga constancia de su existencia más allá de creer en mi palabra porque no han accedido a sus páginas, no creo que pueda seguir incluyéndome en ese estrato. Y digo incluyéndome porque saber dónde estás y a dónde quieres ir es querer progresar. Y digo estrato porque es una profesión aunque haya quien le quite su valor.

Cierto, el texto de Sin con tacto dejé de tocarlo allá por Octubre, pero como estoy con otros dos proyectos de los que sí hablo y tengo la certeza de que llegarán a un escenario aunque el cuándo a veces sea incierto, seguiré temporalmente valorándome como dramaturga.

Otra cosa es considerarme guionista. No tengo claro por qué exactamente. Aplicando lo hasta ahora argumentado, y teniendo en cuenta los dos largometrajes (no grabados pero juzgados positivamente por tribunales se supone que profesionales), un cifra indefinida (pero baja) de cortometrajes (que fueron vistos por pocas personas pero más que suficientes), el piloto de una serie (en reposo pero que llegará lejos) y esos videos de verano en el pueblo (que supongo deben incluirse en este apartado), debería afirmar que sí, soy guionista. Pero no, no me sale definirme como tal por mucho que me haya pasado un año estudiando precisamente eso. Es un no todavía... pero quizá pronto. Expresión que últimamente se está traduciendo en sí a su debido momento.

Aunque como término me parece demasiado moderno para mí, soy bloguera. A veces no me importa no tener tiempo para las novelas si lo he podido invertir bien aquí. Sobre todo esas historias en las que me quedaría a vivir unos días. Esas en las que después del punto y final permanezco en silencio observando el papel, esperando poder atravesar la página y observar a los personajes de cerca, queriendo conocerlos un poco más a sabiendas de que he sido yo quien ha decidido cerrar su historia. Quisiera mirarles a los ojos y que me echaran en cara sus decisiones. Quisiera poder averiguar la razón de que esas páginas no tengan un solo tachón aunque inicialmente no supiera qué iban a contarme. Pero también me gusta publicar esos otros textos feos, inacabados y sin gracia. Porque hacen referencia a la constancia y me recuerdan que, si puedo con ellos, puedo con una novela o con tres. Y porque significa quererme más y distanciarme un rato de ese inalcanzable que es la perfección.

Cierto, aquí es donde entras tú, lector anónimo (o no tanto). Gracias por apoyarme y por estar ahí. Al final siempre es necesario que haya alguien a quien llegue lo contado y me gusta que seas precisamente tú.

Dramaturga, novelista, guionista, bloguera... quizá abandone alguna en ciertos momentos o de forma indefinida, pero no creo que pueda dejar de decir que soy escritora (sí, tampoco es la primera vez que hablo de esto). Porque considero que escribir es, además de garabatear en un papel o apuñalar el teclado, escoger con precisión cada palabra, pensarlas y ordenarlas con mimo y algo de picardía. Disfrutarlas. Eso soy yo. Porque no es solo una profesión o una afición, es mi forma de ser, mi forma de transmitir lo que muchas veces no soy capaz de decir de viva voz. Y cambiaré... o no... pero hoy por hoy, y señalo hoy como 31 de Diciembre de 2021, me gusta que sea así, pese a la cobardía de ocultar ciertas historias y por la valentía de mostrar otras.

Cierto, hoy he puesto demasiado el foco en mí pero quería acabar el año con un texto así. Primero por la libertad que aún conservo aquí para contar lo que me dé la gana cuando me dé la gana. Lo segundo por todas las montañas de este año, en general y en la escritura en particular. Y lo tercero, y principalmente, para dar muerte al autosabotaje que me hice este año.

miércoles, 29 de diciembre de 2021

Es

Una casa en la montaña. Algo así como el paraiso del que siempre hablas para tu jubilación aunque sabes que no lo tendrás. Y te da igual. Porque en eso que llamas hogar, en esas paredes que te conocen mejor que nadie y que serán de varias habitaciones, es donde quieres sacar el pie izquierdo de entre las sábanas en la mañana de un domingo invernal, o dejar que la brisa, aún ardiente de las noches de verano, se pose en cada gota de sudor que recubre tu cuerpo.

Un paseo por la playa. Temprano, viendo cómo las nubes se tiñen a cada segundo, esperando que el sol haga su aparición por encima de las olas. Entonces es cuando te das cuenta de que allí amanece por detrás de la ciudad. Y te da igual.

Una estructura que parecía repetitiva. Algo así como jugar contigo y removerte la conciencia cuando se trata de la intuición encontrando su sentido. Una búsqueda no comenzada que te hace sentir el vértigo en el momento en que ya te has caído por el precipicio. Algo así como colapsar. Y eso es bueno.

Un poco de arena que se desliza entre los dedos. Esa piel inocente que aprende a ser soñada y ese cuerpo que se desvanece en susurros sin palabras.

Una noche para ver las estrellas y descubrir que solo hay truenos. Y te da igual. Porque el cielo sigue brillando concediéndole espacio a otras constelaciones.

No pensar, solo compartir.

miércoles, 22 de diciembre de 2021

Convergentes

Coinciden en el tiempo como si fuera casualidad. Se dan la mano y se autoalimentan. A veces hasta parece que son de esos hermanos separados al nacer. Luego resulta que todo tiene una explicación y no es atribuible al azar o a los designios de las estrellas. Si acaso al esfuerzo. Y a la constancia. Al trabajo diario marcado por el sacrificio y un porrón más de palabras cultas.

Coinciden y parece que lo van a llenar todo, que van a ahuyentar las dudas hasta el punto de que no quedará siquiera aire por respirar, y que la tormenta que vendrá suena más bien a anécdota para hacer el cuento un poco más bello, más épico, más realista.

En el tiempo del que escapan los silencios que fueron ignorados y los susurros mal pronunciados. En esos instantes en que las estrellas duermen en recovecos sin noche y los gritos se esconden en las vaguadas.

Como si esas casualidades tuvieran cabida entre las intuiciones, o como si juntar un puñado de realidades fuese una forma más de pasar el rato. Como si el azar fuera tan caprichoso para señalar siempre el camino deseado, o si las caídas fueran tropiezos mal apuntalados.

Coinciden en el tiempo como si fuera casualidad en lugar del resultado de las decisiones de toda una vida.

domingo, 19 de diciembre de 2021

Ruido

Está aquí. Otra vez. El frío se ha adherido a tus huesos y tratas de ocultar las sacudidas en tus manos. Sabes que no es un abrigo lo que te hace falta. O sí, pero no uno de tela. Sabes que se ha sentado. Cerca. Muy cerca. Con su mirada negra sobre tu cuello. Con su aliento afilado acariciándote todavía la piel.

Está aquí. Otra vez. Lo intuyes pero ya no reconoces su forma. No tiene nombre. Se lo preguntas... preguntas al aire. No hay respuesta. Es una sombra que campa a sus anchas por tu habitación. Vuelves a formular las mismas palabras y te das cuenta de que es inútil. No se escuchan tus gritos, acaba de cercenar tu voz. Te has despistado un solo segundo y ni siquiera intuyes por dónde mana la lava. Tú sí le oyes. Es un susurro. Muy débil. No le hace falta más para que tus rodillas cedan.

Está aquí. Otra vez. Tirando de tu pelo a intérvalos caprichosos. Agarrándose a tus tobillos para que ni te plantees caminar. Tejiendo una enrredadera sobre una almohada que ya sientes de espinas. Cubriendo las ventanas con estaño para que no seduzcas a la luna. Pujando por tu caída. Buscando en tus verbos la mínima señal de debilidad. Acechando. Constantemente. A cada instante. En perpetua compañía. Acompasándose a tu latido. Esas pulsaciones que te martillean en el silencio.

Está aquí. Otra vez. Se apoya en tu frente y te anima a seguir su juego. Da igual que todo haya caducado. Es uno contra uno. La misma ventaja, la misma inferioridad. La misma dependencia, la misma vacuidad. La misma fortaleza, la misma fragilidad.

Está aquí. Otra vez. Y también estás tú. Tú más allá de tu veneno.

jueves, 16 de diciembre de 2021

¿Cuándo?

¿Hay alguna señal antes de que suceda? ¿Cuánto puede durar agrietado? ¿Cómo comprobar su resistencia?  ¿O da igual que se parta porque siempre se puede pegar? ¿Cómo saber si se acerca al punto de lo irreparable? ¿Vale cualquier pegamento? ¿Cómo puede saberse si el adhesivo es el correcto o le va a dar alergia? ¿Y si se pierde un pedacito por pequeño que sea? ¿Y si las grietas siguen infectadas aunque las limpie todos los días con agua oxigenada? ¿Puede seguir utilizándose luego como si no pasara nada? ¿Y si se vuelve a romper por el mismo sitio? ¿Y si aparecen cortes en el lado opuesto? ¿Y si el pegamento que necesito sólo se fabrica a kilómetros de aquí? ¿Y si no tengo suficiente dinero para pagar su tratamiento? ¿Y si ni siquiera existe y me lo tengo que inventar yo? ¿Y si decido que no hay cura? ¿Cuánto esperar para esa sentencia? ¿Es mi decisión o puedo compartirla? ¿Me valdrá aunque esté roto? ¿Puede darle otro uso aunque sepa que su utilidad era otra? ¿Cuánto tiempo para el duelo? ¿Cómo se organiza ese entierro? ¿Puedo mejor preparar una fiesta con música hasta el amanecer?

Porque no sé el cuándo pero sé que al final se rompe. Porque no sé cuando llegarán las respuestas pero sé que lo voy a cuestionar todo. Porque no sé el cuando pero sé que querré seguir volando.

viernes, 10 de diciembre de 2021

Ventana cerrada

A lo mejor podía haber sido sin tanta cabezonería, si en lugar de siempre silencio hubiéramos hablado, si en lugar de siempre charlar nos hubiéramos mirado a los ojos.

A lo mejor podía haber sido sin tanta responsabilidad, si hubiéramos podido hacer un paréntesis a todo lo demás, si todo lo demás no tuviera que ser un paréntesis.

A lo mejor podía haber sido sin tanta espera, si la inocencia hubiera estado solo de visita, si la experiencia hubiera sido otro viajero más.

A lo mejor podía haber sido sin tanto miedo, si la valentía hubiera seguido dando pasos, por pequeños o silenciosos que fueran, si las agallas hubieran permitido la respiración que los pulmones ignoraban.

A lo mejor... pero no es. Simplemente no ha sido.

martes, 7 de diciembre de 2021

Tu madre

Me encontré a tu madre. ¡No ha cambiado nada! Y yo que me alegro de que no haya recaído. Te lo digo en serio: me hizo muchísima ilusión verla. No le pregunté por ti. No sé, pensé que era lo mejor. Le enseñé las fotos de cuando estuve en Tanzania y le hablé de mi próxima incursión en las Filipinas. No sé, pensé que era lo mejor... para mí. Porque estaba convencido de que ella sí te hablaría de mí. Por eso cuando me preguntó que cómo estaba realmente, me esforcé al máximo en mentirla. Sé que se dio cuenta pero me siguió el juego. Tu madre siempre fue lo mejor de nuestra relación. La prometí que la llamaría pronto y de verdad te digo que pienso cumplirlo.

Lo siento. Sí, ya sé que no tenía ninguna obligación, pero sé que a la mujer le habría hecho ilusión. Un par de días antes de irme a Filipinas te juro que tuve el móvil en la mano e incluso busqué su contacto, pero surgió un problema con el pasaporte y... Desde allí me hubiera salido muy caro, y como sigue sin querer ponerse el whatsapp... Con lo bien que se le dan las tecnologías y sigue empeñada en no instalar la aplicación. Bueno, ¿qué te voy a contar a ti?, si eres digno hijo suyo. Mira, lo de la postal o la carta es verdad que ni se me vino a la cabeza. Lo reconozco, fallo mío, pero es que iba a estar solo unos meses y han pasado casi cuatro años. Es un lugar precioso y mi trabajo allí ha sido... ha sido duro pero también gratificante y... no sé... estar tanto tiempo lejos... Pero hoy la he vuelto a ver, vamos, que he ido específicamente hacia vuestra casa. No he llegado a subir. Estaba en el parque con tu sobrino. ¡Es un niño precioso! A ella la vi bien, sí, quizá un poco más cansada, con alguna cana más, pero el nuevo corte de pelo la sienta genial. Y oye, que ya me ha estado contando lo de sus excursiones a balnarios. A ver si va a ser ella la que se eche novio ahora. ¿Te imaginas? Sí, bah, si no parabas de hacerle bromas, te encantaría que se volviera a enamorar. Tu madre es una persona maravillosa que se hace querer enseguida. Anda, pues claro, con su temperamento y sus cosillas, como todos. Supongo que no le habrá faltado tiempo para contarte que me voy a establecer definitivamente en España. No, no me ha echado nadie el guante. Que sí, que hay alguien que... pero no, nada serio. Tampoco le pregunté por ti y como ella tampoco te mencionó... pensé que era lo mejor. Ella dice que me ve cambiado. Yo creo que es solo apariencia. O sea... sí... han pasado cosas y... he aprendido, me he tropezado con la misma piedra... me he acordado de ti... mucho... fíjate que incluso hubo un día que me pareció verte entre un grupo de turistas alemanes. Sí, ¿cómo ibas a ser tú? Hay demasiados kilómetros. Además, con tal de no estar cerca de un alemán hubieras cancelado la excursión, por muy cara que fuese, y te hubieras encerrado en la habitación del hotel, previa queja a la guía que, con gran amabilidad pero a punto de perder la paciencia, te hubiera hecho ver que el problema era tuyo por equivocarte de grupo asignado, y mira que te lo dejó bien claro el día de antes. No, no soy adivino, sabes perfectamente que hubiera sido así. Te conozco... o te... conocía. Sí, lo he superado... Ahora creo que ya sí. No sé, me estoy imaginando que hablo contigo y... todo está bien. Espero que tú también... espero que te vaya todo bien.

Ahora no puedes regañarme. No han pasado ni dos meses. Venía de comprar fruta. Físicamente la veía igual pero... no sé... había algo... me ha dicho que era tu aniversario... joder, ya me podías haber dicho que te habías casado... vale, no hemos tenido nada de contacto en estos años, pero algo así... me habría alegrado... bueno, vamos, que me alegro... Eran sus ojos, sí, los ojos de tu madre suelen tener una luz... se lo dije... y me contestó que tenía prisa, que quería pasarse a verte y... oye, pues pensé... "es el momento, voy a acompañarla y conozco a tu..." ¿Cómo?... No... ¿No te has casado? Pensaba que... tu... ¿aniversario?... Tendría que haberlo sabido antes... tendría que... Y tu madre tan amable como siempre... Me ha subido a casa y nos hemos tomado una infusión. Hemos hablado mucho de ti y nos hemos reído hasta que nos ha dolido el estómago. Sí, a ver, es que tenías cada salida... Creo que voy a ir a China. No, no, no me voy a quedar, tengo que volver y traerle a tu madre un recuerdo de la muralla. Me ha dado todos tus mapas y la planificación que tenías preparada. Joder, tú sí que habías cambiado.

China ha sido brutal. Hoy te hemos ido a ver al cementerio.

jueves, 2 de diciembre de 2021

Sobre la tarde ayer

Tengo que recuperar la grabadora. Eso o muy pronto mis dedos inventando historias en el móvil mientras camino por Madrid van a convertirse en falanges amputadas, por no hablar del porrazo que me voy a meter por no mirar al frente.

Sí, sé que el móvil también graba voz, pero con los guantes la pantalla táctil no funciona, de manera que estaría en la misma de antes. A favor de la grabadora señalar que tiene botones y se puede manipular sin necesidad de que la piel sea devorada por la temporatura ambiente.

Lo que pasa es que sería otro tipo de experiencia. O sea, por un lado, ponte que supone ir hablando sola con un cachivache extraño (que para mí no lo es pero supongo que llama la atención, genera miradas y me despistaría porque buscaría en quienes sienten curiosidad algún punto de interés).

Y por otro lado, escucharlo sería un problema. ¿Un problema?... ¿En serio, Sara? Por favor, que poco tacto... Sería un problema porque prestaría más atención a mi tono de voz y querría sacarle más jugo del que quizá tenga (sí, en verdad sería interesante el encontrar matices que a veces no son tan concretos con palabras escritas deprisa y corriendo, pero a la larga creo que me cansaría de tanto análisis y total, "no hace falta entenderlo todo" - estas comillas son una referencia a otra cosa que no voy a mencionar ahora, pero de la que quede bien claro: estoy muy orgullosa).

Sería un problema... ¿un problema? ¿otra vez?... sería eso porque trataría de transcribir, más allá de mi voz, la de otros viandantes y seguro que hallaría nuevas y emocionantes historias... ¿sería eso realmente un problema? A ver, donde creía encontrar una idea aparecen otras tres, lo que mola mucho, pero implicaría una cantidad ingente de relatos que no llegaría ni a querer escribir (eso sí que es mentira)... que no llegaría a poder escribir, lo cual sería frustrante e innecesario... supongo que si la historia no fue capturada en el momento en cuestión a lo mejor no es necesario darle voz... y si realmente tengo que escribirla, estoy convencida de que hallará otra forma de aparecérseme y que la ponga en palabras.

Es decir, que voy a seguir paseando por Madrid con los dedos congelados sobre la pantalla del móvil.

lunes, 29 de noviembre de 2021

Paseo: De Sol a Fuenlabrada

17-11-2021

Voy por la Carrera de San Jerónimo. Hay una señora con deportivas tocando el violín. Suena fatal. Una mujer se esfuerza por hacerse entender al teléfono: no quiere ir allí el lunes, debería saberlo ya. Pienso que a lo mejor se convierte en la protagonista de algún relato y que tendría que tomar nota si esa es mi verdadera intención, aunque sea en el móvil. Acaba por perder intensidad la idea y la deja marchar. No sé si me arrepentiré. Habría que trabajarla, darle un poco de forma... No, de momento no.

Hay un teatro. La obra no me suena aunque la interpreta una actriz famosa que esta vez sí reconozco. Me sorprende que el público no sea prioritariamente octogenario. No, a ver, entiéndeme, con ese cartel y en un gran teatro es lo normal, lo digo como espectadora habitual.

Tres cincuentañeras entusiastas escuchan a una cuarta explicando lo extenso que fueron los dominios de México. Me quedo con ganas de perseguirlas unas calles y saber si lo que cuenta es el resultado de dos apuntes mal entendidos o lo explica con conocimiento de causa. Los maridos van unos metros por detrás, en silencio y con las miradas perdidas.

El Congreso está iluminado con la bandera de Francia. Desconozco si hay alguna justificación, pero no encuentro ni cámaras ni periodistas, así que lo dudo, lo que me genera más curiosidad. Paso por delante de un hotel caro. Suena música clásica. El botones llama a un taxi y se sube una pareja que habla en perfecto castellano y parece muy normalita. ¿Qué clase de personas serán en realidad?

Llego a la rotonda de la fuente de Neptuno. Me sorprende reconocer la estatua aunque si lo pienso con detenimiento lo entiendo, he pasado cientos de veces por delante en los últimos meses. Un padre deja a su niña con gorro de lana rosa en el suelo. La pequeña se tambalea en el sitio. Les dejo atrás y unos pasos más allá escucho al padre correr detrás de la niña. Me acuerdo de algunas personas. Carpe diem.

Cruzo al paseo arbolado del centro de la calle. La luna se dibuja por encima del Museo del Prado. Ahora es un poco más pequeña pero la estampa algo más atractiva bajo mi punto de vista. Debería visitarlo en diciembre. El museo, digo, en la luna ya estoy con cierta frecuencia. No, debería no, tengo que.

El jardín botánico está iluminado. Sí, es bonito, sobre todo a nivel de escritura, de imágenes de otros mundos, pero por encima de todo, me horripila: no creo que sea necesario ni tanto gasto ni esa contaminación lumínica.

Atocha está envuelta en la niebla. Me resulta curioso que se focalice solo ahí, pero ya me he acostumbrado. Me recuerda a Londres, no a mi ciudad. Y con ese pensamiento es precisamente como viene a aparecer Bournemouth. Termino de ser consciente de que con ese paseo he estado buscando aquellas maravillas en éstas. No, no las he encontrado pero esto… también… ¿me gusta? Sí, a lo mejor he conseguido que llegue ese momento.

Esperando al semáforo observo a una chica que hace fotos. Me recuerda a Cecilia, una compañera de la universidad. Hubiera aprendido mucho de ella. Me pregunto qué será de ella y me propongo investigar cuando llegue a casa. Estoy convencida de que con su esfuerzo y constancia habrá conseguido ya alguno de sus sueños. Es como Laura. Me alegro por ella y me pregunto si estará bien.

Paso junto a la churrería y por alguna conexión extraña me acuerdo de que va siendo hora de comprar las felicitaciones navideñas. Es solo que quería enviarles antes una postal de Madrid a Lenka y Ale. A lo mejor la semana que viene, aunque tengo demasiado que contarlas y debería llamarlas también. Bueno, lo suyo sería hacer una videollamada grupal. Lo debería proponer pronto. Es solo que… no es lo que era… si algún día lo fue. No pasa nada. Es el curso natural de la distancia. Pero tengo que escribir en el grupo.

La estación bulle en su habitual tránsito de viajeros. Atravieso el torniquete. Voy por la pasarela alternando la mirada entre los trenes que vienen y van y mis deportivas azuladas por los pantalones y amarronado por el barro de algún camino que seguro que disfruté.

Bajo las escaleras mecánicas y me voy al final del andén. Sigue en obras. Creo que ya habían empezado cuando volví a España hace más de un año. Pienso en los mensajes que tengo pendientes de responder. Me vienen palabras en inglés y danés aunque son respuestas en castellano. Entiendo el porqué de la mezcla de idiomas. No siempre lo comprendo. No siempre quiero entenderlo.

Subo al tren y me voy a la última ventana a la derecha, para poder ver el cartel de frontera (esa es otra historia). Al otro lado se sienta una chica con dos maletas. Pienso que esa hubiera sido yo en alguna otra ciudad europea. Pero ahora ya no y eso está bien también.

En el siguiente grupo de asientos hay una familia con un niño y una niña, en torno a 5 y 7 años calculo, pero tampoco se me da muy bien... Enciendo el libro electrónico aunque mi mirada se pierde más allá del cristal. A ratos en el reflejo del interior del tren. La niña me mira, se esconde y vuelve a mirarme. Se rie. Su padre me observa y la regaña. Releo el mismo párrafo.

Pienso en Glass, la escucho mentalmente mientras me planteo si empezar a redactar esto en la tablet. No. Sé bien cuántos documentos se han quedado ahí y llevan años encerrados. Prefiero revivir el viaje esta noche. Me decido a que no habrá excusas que lo impidan.

La niña me mira de nuevo. Escucho varias canciones en mi cabeza. Es que he descubierto un par de grupos y cantantes independientes hace poco. Sus letras hablan de la vida, de vivir intensamente y recordar. Me veo en un banco tomando el sol esta mañana. Me veo haciendo fotos en la rosaleda. Pasa la frontera y decido cerrar el libro. Mira que es interesante, pero no es el momento. Hay una herida que también se está cerrando.

domingo, 28 de noviembre de 2021

Paseo: De Plaza de España a Sol

17-11-2021

La pantalla en negro y empiezan a pasar los títulos de crédito. Normalmente me espero a que acaben pero hoy no puedo. Tengo que salir. La película me ha encantado y quiero volver a verla acompañada. Hay mil puntos que analizar. Pero tengo que salir y respirar.

Me apetece tomar algo caliente. Me asomo a la cristalera de una cafetería. No, mejor no. Sigo caminando y llego a Plaza de España. Mis manos se preguntan si no voy a sacar ya los guantes. No lo hago.

Me paro en el semáforo y miro hacia la izquierda. Me acuerdo de Rosa. Tengo que llamarla y ponerla al día. La echo de menos. Quizá incluso podría hacerle una visita rápida… Es solo que antes tengo que acabar eso otro. Debería ponerme una fecha límite. Sin presionar, es solo que hay que avanzar.

Soy consciente de que ya se puede cruzar cuando me veo envuelta en un grupo de turistas franceses. Al otro lado de la calle hay otra cafetería. Paso de largo, es demasiado... no lo que quiero... Entonces me acuerdo de un establecimiento muy acogedor por la zona de Sol. No me hace falta buscar ninguna excusa.

Subo por Gran Vía. Me acuerdo de ellos. Obviamente ya no están, pero es como si las siluetas siguieran allí. Unas horas antes, una mujer abrazaba a un hombre. Era triste, mucho. Él se mostraba ajeno y dejaba que los brazos de ella le envolvieran. Me hubiera gustado ver también el gesto de ella.

Un señor de escaso largo pelo canoso baila. Lleva unos auriculares blancos. Se detiene frente al cartel de una película estadounidense. Lo observa con atención sin dejar de mover el cuerpo. Cerca de él, dos señoras discuten de sus achaques y la cantidad ingente de pastillas que desayunan. La de pelo morado se para y señala al hombre. Olvidan su conversación y ríen con el bailarín. Él se gira hacia ellas, las giña el ojo y sigue danzando calle arriba.

El cartel del Rey León brilla de nuevo. Todavía es pronto para las habituales largas colas de entrada aunque ya empiezan a llegar los espectadores. Un grupo de cuatro ancianos con bastón intenta hacerse un selfie. Parecen realmente entretenidos aunque dudo mucho que su fotografía llegue a mostrar algo más que trazos difusos de luz. La imagen es lo de menos.

Me doy cuenta de que mis pasos son acelerados y me obligo a contemplar los edificios. Me doy cuenta del espacio que empieza a ocupar en mí Madrid y sé que ahora quiero que sea así.

En Callao hay un evento de alguien que seguro que es famoso y cuyo nombre me quiere sonar de algo pero… Consigo atravesar la multitud vestida de forma elegante y a los primeros ayudantes de los Reyes Magos que hacen sus encargos en el Corte Inglés.

Hay un hombre tocando la gaita. Me acuerdo de los bosques de Galicia. Del verde y su silencio. Empiezan a sonar en mis recuerdos los tambores en la festa do boi. Por unos segundos paseo también por las calles empedradas de Allariz. Pero no. Tengo que volver a la Calle del Carmen. Carpe Diem. Ese es por lo visto nuestro mensaje. Quiero que llegue el viernes. Eso tampoco debe ser ahora. Carpe Diem.

No se puede adivinar siquiera el final de la cola para comprar en Doña Manolita. Me planteo si un día yo misma engrosaré esa hilera. No llego a responder porque me llega el intenso olor a castañas asadas. Será símbolo del otoño pero a mí me conecta con la Navidad, con otros paseos por esas calles siendo unos críos.

Las terrazas están a medias, incluso las de los helados. Y después Sol. La luna brilla sobre los tejados pero en la plaza destacan los carteles publicitarios, esos luminosos que en realidad te hacen apartar la mirada. Es triste porque la gran plateada está prácticamente llena.

Cruzo, subo un poco y giro a la izquierda. De pronto es como si la gente se hubiera volatilizado. Encuentro la cafetería. Estuve hace unos meses con Carmen y Sofía. Me encanta que me descubran lugares así.

Pido café y un trozo de tarta (un día es un día y el paseo de hoy va ya para largo). Me acomodo en una mesita en el centro del establecimiento. Es pequeñito pero muy acogedor. Me pongo a escribir aunque la vista y la concentración se me va en más de una ocasión hacia lo que me rodea. Cuando los sentidos están despiertos no es tan fácil hacerlos callar. Tampoco hace falta.

La chica que me atiende: bajita, con coleta y pelo azul, deportivas desgastadas. La otra se encarga de preparar los cafés y es más alta. Hacen un buen equipo. A ratos hablan, a ratos se miran cómplices.

Frente a mi hay una chica americana (eso lo escucho después comentar a las dos camareras), tiene dos platos con ensaladas y bebe vasos de agua. Luego entran dos jóvenes: él con una maleta y ella con la mirada muy viva. A mi lado hay dos chicos que ya han acabado su consumición pero siguen poniéndose al día. Me gusta la luz, discreta pero lo suficientemente intensa. Hay música, suave. Así, sí.

Me termino el café. Aún tengo historias por escribir pero no quiero que se me haga más tarde. Ya no llevo reloj en la muñeca pero sigo dependiendo demasiado del tiempo. Del tiempo y los recuerdos. Recojo los bártulos y me despido de las amables camareras. Volveré. No creo que a mucho tardar. Me lanzo de nuevo a las calles de Madrid...

miércoles, 24 de noviembre de 2021

Políglotas

Se dirigían al perro en inglés, que si let´s go, stop, sit please, well done... Eran dos jóvenes trajeados, de aspecto bastante moderno, que entre ellos conversaban en castellano, con acento del norte, quizá cántabros o astuarianos, a lo mejor veraneantes de los montes gallegos. Cambiaban de un idioma al otro con soltura tanto el uno como el otro. Debían haber adoptado a la mascota en el extranjero sin haberla instruido en el arte del bilinguismo.

Un hombre alto, rubio, de piel pálida comenzó a jugar con el perro y les preguntó a los jóvenes por su edad. Solo los pájaros parecían querer contestar. El hombre hablaba en inglés y ellos... emitieron por respuesta una serie de sonidos guturales con perfecto acento castellano... monosílabos que pretendían imitar el inglés pero que no definían las primaveras de su mascota. Claro, es que una cosa es vestir de traje y otra muy diferente saber idiomas.

lunes, 22 de noviembre de 2021

Querida Desconocida

¿Quién eres? ¿Perteneces al cielo o a la tierra? ¿Tienes alas o escupes fuego? ¿Puedes impulsarme por el río o me llevas por aguas mansas? ¿Prefieres el precipicio o el abismo? ¿Sueñas con chocarte contra el viento o con mecer al huracán? ¿Saludas a las margaritas o te despides de las mariposas? ¿Utilizas cuchillos o dagas?

¿Quién eres? No, es que está muy bien eso de esconderse bajo el nombre de "desconocida" pero sé que te conozco. Sí, por cómo me hablas, por tus emoticonos, por tus puntos y a parte... Aunque también creo que no eres solo una. Diría que dominas las voces de varias personas, los gritos de según qué hombres y los silencios de ciertas mujeres. Puede que de países a medio mundo de distancia. A lo mejor cómplices de un mismo hogar. O podríamos conocernos de otra vida.

¿Quién eres? Me gusta imaginarte como una sombra frente al ordenador. Una forma sin cuerpo aspirando a la consistencia. El habitante de una sala de espejos. El residente de un océano dulce. El ciudadano de un desierto frondoso. A veces casi una mole de piedra. Tal vez caliza. A veces, un ente invisible. Tal vez niebla. A veces, una copa translúcida. Tal vez la sed agotada. No quieres girarte para descubrirme tu rostro. Yo tampoco quiero que lo hagas. Me gusta seguir pensándote como una figura de barro siempre en danza.

jueves, 18 de noviembre de 2021

Gaviota

Aletea y deja que el viento acaricie tus plumas. Aletea y deja que el viento te impulse. Aletea y deja que el viento te arrastre de vez en cuando. Aletea y recuerda que tienes patas sobre las que descansar en tierra. Patas sobre las que caminar y tropezar. Patas para escarbar y mantenerse en equilibrio.

Permanece junto al océano y explora más allá de los acantilados. Báñate en el mar e imagina qué habrá más allá del horizonte. Vuela junto a gorriones y palomas, conversa con sirenas e hipocampos. Aliméntate pero no llenes solo tu estómago. Chilla al tumulto de la ciudad y duerme al abrigo de las olas.

Aletea y sueña que es real. Aletea y despierta cuando aún no haya luz. Aletea y muéstrales que puedes viajar. Aletea y recuerda que eres tú.

jueves, 11 de noviembre de 2021

Calma

¿Has pensando alguna vez en reconciliarte contigo mismo?

Hace unas semanas me quebré. Estaba preocupada, entre otras muchas cosas, porque no era capaz de llorar y un simple "hola" en videollamada me rompió. Casi me avergüenza el berrinche pero era lo que necesitaba en ese momento.

Me asustó mucho llorar de aquella forma. Me sentí escuchada y sentí el abrazo en la distancia. Esta vez no fue suficiente. Pedí ayuda y llegó enseguida pero, tonta de mí, me enfadé porque no era la solución que esperaba... cuando en realidad era la que me negaba a escuchar: sé tú misma. Ser yo... yo misma.

Me acordé de que me gusta ser luz y que todo el mundo lo vea, me gusta estar sola en casa o paseando por Madrid pero no me gusta sentirme sola, me gusta mucho aprender y enfrentarme a nuevos retos, me gusta ser un poco torpe en la cocina porque es más divertido, me gusta estudiar danés por las mañanas, me gusta sentirme valiente de vez en cuando a pesar de que por lo general me creo cobarde, me gusta empezar cuadernos de escritura y convencerme de que esta vez va a estar todo bien ordenadito aunque sé perfectamente que a la segunda página empezará el caos (ese caos no es que me guste, me encanta).

Si tenía que ser yo misma también tenía que volver a escribir. Sí, por supuesto que nunca lo he dejado del todo, pero no salía de mí ("Sin con tacto" y "Los Olivos" estaban obviamente más que excluidos de esa negatividad, esos son dos tesoros), a veces incluso ni siquiera me resultaba placentero. Y eso es un problema. Así que retomé mi misión de regaladora de cuentos.

Supe que todo estaba bien cuando después de media hora acostada y con los pies aún helados, me levanté de la cama y busqué desesperada un cuaderno porque había encontrado el hilo principal de mi cuento. Me lo pasé tan bien escribiendo como recordaba, como creía haber olvidado. Supe que todo estaba bien cuando me pelee conmigo misma porque "detener" no tiene ningún sinónimo que se adapte a mis necesidades, para con el cuento y ahora que lo tecleo me doy cuenta de que para todo lo demás también.

Esto no es un discurso de autoayuda sino escritura automática que podría asemejarse a una página de diario. Si decidí publicarlo aquí es porque este blog es también parte de mi historia como autora y testigo de mi recuperación como ya lo ha sido otras tantas veces. A veces releo viejas publicaciones e incluso me llegan a gustar...

lunes, 8 de noviembre de 2021

Autorretrato

Una gota desciende por la montaña, no se acerca al río, recela de las fuentes pero las observa en la distancia; prueba el juego de la imitación, se deja fluir en el fango y cuando se acerca al mar, se estanca, cautelosa, reteniendo cada átomo en contra de la fuerza de la gravedad... y pufff... desaparece.

Una voz descubre su timbre, banaliza su tono y escupe en silencio; se esconde en aquella ciudad del norte de estrellas sin noche, pasa a habitar la luna y cuando encuentra el sol que la ilumina, huye con una maleta de acero. Un nuevo hogar es aquella otra ciudad del sur, donde se podía cantar aunque no hubiera melodía. Es un refugio que acaba llevándose el viento, no un tornado, sino el devenir del tiempo.



Una mano muestra su piel agrietada y acaricia suave. Los dedos palpan unas alas resquebrajadas y tejen una red sobre la cabeza. El cuerpo desnudo se acuesta para soñar despierto, cubre las piernas con otoños floreados y sacude la arena de aquella playa imaginada donde la madera crepitaba junto a un puñado de malvaviscos.

miércoles, 27 de octubre de 2021

Está bien no estar bien

A veces todo es oscuridad
y solo quieres dormir,
no encuentras ninguna razón
para levantarte y vivir.

A veces eres forzado a sonreír,
a escuchar que tienes que estar bien,
a esconder que te estás esforzando
y sientes que todo sigue mal.

Deja que te diga
lo que me enseñaron en el voluntariado:
está bien no estar bien,
está bien tener miedo,
está bien pedir ayuda.

Las máscaras se llevan en Halloween
pero prefiero ver quién eres en realidad.

Todos lloramos
como seres humanos que somos.
Todos tenemos derecho
a equivocarnos
y a aprender
de todos esos errores.
Todos necesitamos tomarnos un descanso
y cuidar de nosotros mismos.

Tu salud mental
es más importante
que lo que otros piensan.

miércoles, 13 de octubre de 2021

Placer

Según la RAE es el "goce o disfrute físico o espiritual producido por la realización o la percepción de algo que gusta o se considera bueno".

Según mi último fin de semana significa seis horas y media de viaje con abundante tráfico pero cargadas de imaginación, carreteras retorcidas de Portugal en las que dejar caer por el precipicio las desilusiones, el sol en la cara con los ojos cerrados de una buena sobremesa en familia, la música de Sin con tacto a todo volumen en los auriculares durante el camino de regreso.

miércoles, 6 de octubre de 2021

Volver sin regresar

El lunes volví a casa. Volví a Inglaterra desde un rincón de mi habitación en España. Volví a ellos. Supongo que de alguna manera volví a mí también. Volví y fue diferente, porque ya había regresado a lo largo de estos trece meses, y al apagar el ordenador seguía quedando la frustración de haber tomado decisiones sin pensarlas con detenimiento.

Volví a aquellos primeros días en que me costaba seguir toda la conversación en inglés. Volví a aquellos días en que descubría que sí me estaba enterando de lo que se hablaba. Volví a aquellos primeros días de pandemia en que experimentamos el cansancio físico de Zoom. Volví a aquellos días en que desaparecían todas las demás circunstancias y disfrutaba dos horas de su compañía. Volví y al apagar el ordenador "solo" quedaba la felicidad de estar haciendo voluntariado con ellos.

Ayer por la mañana hablé con otra voluntaria y daba la casualidad de que las dos el viernes estuvimos cada una en nuestra ciudad paseando sin descanso enfrascadas en los finales. También llegamos a la misma conclusión: aunque no nos demos cuenta, hemos hecho que todo cambiara, y hemos sido nosotras las que hemos hecho por cambiarlo, para lo malo y sobre todo para lo bueno. Y eso es para sentirse orgulloso por mucho que cueste cerrar la etapa.

Por la tarde me dieron la oportunidad de estar otro ratito online en una de las sesiones de mi querida asociación. Ellos estaban allí, en la oficina en que tantas horas pasé. Y se escuchaba de fondo el jaleo de la sesión. Volví a hablar ahora sin miedo a mi imperfecto inglés y me sentí muy feliz. Volví a aquel día de enero en que, como quien no quiere la cosa y sin pensar con detenimiento, decidí aplicar a un voluntariado del que apenas tenía información. Volví y al apagar el ordenador la pantalla quedó encendida.

jueves, 30 de septiembre de 2021

Punto y aparte

Punto y aparte
a trece meses
que dura este año.

Punto y aparte
a una estación
sin parada,
a una ciudad
sin calles.

Punto y aparte
a cuatro semanas
que tiene Septiembre,
que se convierten en estrellas fugaces
y perduran como el sol y la luna.

Punto y aparte
a las miradas cómplices
sin pantallas de por medio,
a los silencios ahogados
con móviles de por medio.

Punto y aparte
que no es un punto y final,
que no aspira a punto y seguido,
que tiene que ser
punto y aparte.

miércoles, 25 de agosto de 2021

En días despejados

Es una estatua
en mitad de la tormenta,
una sábana
en busca de fantasma
y una mentira
persiguiendo su tapadera.

Es una cápsula del tiempo
que nunca fue enterrada,
la memoria de aquellos días
que pugna por la espada.

Es el interior de una cueva
en una noche estrellada,
cada ola que viene y va
en una playa desaparecida.

Es una mirada distraída
y un requiebro vago.

Es volver
sin saber cómo regresar.

viernes, 9 de julio de 2021

Como si nada

Como si cada noche la luna eligiera mostrar su cara, tomar al sol como rehén y zambullirse en océanos sin olas. Como si el bosque soñara con ser hoguera y alimentar el prado con sus cenizas. Como si la herida quisiera respirar de nuevo y se arrancara la costra. Como si diera igual.

Ahora se ha convertido en lava, devora lentamente cada milímetro de césped. Se ha colado en cada estancia clausurada y duerme en el mismo lugar que antes. Ahora deambula entre la caspa y ese mechón de pelo que sigue sus propias reglas. Ahora quiere llevarme al abismo como yo le arrastrara antes, con la diferencia de que no sabe que me hecho con las riendas, esas que hacen como si el viento eligiera los pueblos más débiles que desolar, esas que hacen como si la tierra soñara con agitar los cimientos más inestables, esas que hacen como si dejar de ahogarte fuera tan fácil como respirar de nuevo.

O como si no pasara nada.

viernes, 18 de junio de 2021

Entre el cielo y la tierra

Como si nada
vuelven las golondrinas
cuando la noche se agota,
cuando el eco se esparce
a destiempo,
se sube a las telarañas
y busca su dueño.

Como si nada
el cielo se empaña,
arranca las hojas
de árboles sin ramas
y las arrastra
hasta hogueras
que no se apagan.

Como si nada
cuerpos desnudos
recorren calles anegadas
de vacío y egoísmo,
cuerpos desnudos
flotan en las aceras
que no tienen sombra.

Como si nada
la cama sigue deshecha
y la soledad
se desliza entre las sábanas,
se acomoda junto a la almohada
para habitar también
los sueños;
las pesadillas.

Como si nada
el estanque se seca
y queda la mugre al fondo.

lunes, 31 de mayo de 2021

Una cuestión de tiempo

Luego, dame un momento, más tarde, saco un rato para final de mes, ahora mismo, esta misma noche, ya casi, en cuanto llegue a casa, después, de mañana no pasa, según acabe con esto, en cinco minutos, de inmediato, solo necesito un par de horas, está pendiente pero no se me olvida, lo miro en un rato, no me queda nada, a y media, me retraso un poco pero llego, apenas unos segundos, cuando puedas, ya muy pronto, mejor no me esperes, aún hay tiempo, para otra ocasión, rápidamente.

¿Cuándo? Ya no.

La sudadera roja

Le quedaba dos tallas más grande y su calidad era cuestionable. Lo había comprado en un mercadillo hacía tres inviernos. Fue aquel fin de semana, quizá para ella aquella otra vida.

En realidad nunca nos habló del viaje. Llegó, dejó la maleta y nos preguntó por los planes para la próxima semana. Como cualquier otro domingo. Aunque no lo fuera.

Nunca deshizo aquella maleta, tan solo sacó la sudadera. La movía de un lado para otro de la habitación pero jamás la abría. Cuando se iba a ver a sus padres, nos plantábamos delante y la observábamos como si nuestros ojos pudieran atravesar la tela y descubrir su contenido. O como si eso fuera a decirnos algo más.

No se lo ponía siempre. Tampoco era casual que lo llevara cuando estaba triste. O cuando se peleaba con nosotros y quería huir pero la responsabilidad se lo impedía.

Hubo una noche que nos pasamos un poco con el alcohol y estuvimos a punto de sonsacarla algo. Ella había bailado y bebido como en otras tantas fiestas. Obviamente ninguno sabía explicar cómo llegamos a hablar de la maleta y la sudadera roja, pero lo que por largos minutos eran risas, se transformó en un tenso silencio que costó luego remontar.

En verano lo abrazaba. Las puertas de nuestras habitaciones solían estar abiertas. Entonces ella la dejaba entornada, como si buscara la intimidad sin querer estar sola.

Tampoco sabría decir si alguno de nosotros llegó a preguntarla abiertamente, o si todos dejamos que el tiempo se tragara las respuestas.

sábado, 29 de mayo de 2021

Su canción

Era una tierna melodía. Sonaba lejana, ausente, casi celestial. Solo su voz y la guitarra.

Dijo que se la regalaba, que sería para siempre su canción, y en aquel momento no le pudo hacer más ilusión. Besó su frente y le sonrió. Era una sonrisa cálida. Sabía que no lo era. Observó por el rabillo del ojo cómo dejaba el instrumento encima de la mesa.

Cuando volvió a ver sus labios, la sangre ya brotaba por su pecho. Fueron dos disparos pero no llegó a oírlos. En su mente seguía sonando aquella tierna melodía.

martes, 25 de mayo de 2021

Mujer

Una mañana cualquiera
te quedas atrapada
en tu propia telaraña.
Cierra los ojos.
Siéntete.

Eres la sirena
de tu propio cuento.
Un cuerpo danzante
con alas que reestrenar.

Libre.
Vive descalza
las noches de amarga luna
y al amanecer
vuelve
orgullosa de tu presencia.

Eres tú,
sin ensueño
ni caballero que aguarde.

Eres tú,
mujer.

sábado, 22 de mayo de 2021

En un día soleado

Se sienta en el banco. Pasa un tren. Y luego otro. Hay un motor en movimiento. Una voz que murmulla. Ruge. Su cuerpo es una estatua. Un marco sin cuadro. Una sombra. Ni siquiera tiene la mirada perdida. Sus rodillas tiemblan, pero solo puedes apreciarlo si te acercas. Y no te acercas. Una barrera te lo impide. Buscas la llave y la encuentras.

Se sube al tren. Anuda su estómago y cierra los ojos. Parece que no está, que la sal se la llevó el viento. A ratos olvidas su presencia. Te obliga a que vuelvas invisible su cuerpo. Y de inmediato pone su dedo índice en tu brazo. Es una energía cálida. Sutil y menguante. Fugaz.

Deja que el tren se vaya. Sus manos tiemblan pero se despide con firmeza. La estación se queda vacía. Tan solo su cuerpo. El motor sigue en marcha. La estatua sigue cerca. Demasiado.

Se mete en la cama. El motor es ruido. Un ruido constante. Los dedos de los pies acarician el frío de las sábanas. Las manos son un puño, su cuerpo una estatua. Pone música de fondo y apoya el ruido sobre la almohada. Lo sacude y ahoga sus arrugas. Pone música de fondo para apagar el motor. Anuda el estómago y cierra los ojos. Se tapa con la manta y suda para que el ruido se adhiera a su piel.

lunes, 17 de mayo de 2021

En Madrid a 2021

A veces ya no está. He jugado tanto, que me lo he creído. A veces se convierte en un esqueleto; lo inserto con delicadeza bajo la piel y lo arranco sin anestesia. Casi siempre es un escudo, una capa que no protege y una espada que empuño y no utilizo. Casi siempre lo maquillo para que parezca más feo. Casi nunca lo domino. Se camufla y sube por el estómago pellizcándome.

Me gusta cuando se aleja sin despedirse. Lo noto enseguida porque me deja en un equilibrio inestable. Me gusta cuando le escupo a la cara y le doy una patada para que se marche. Deja heridas y luego cicatrices. Me gusta cuando lo miro a los ojos y no hace falta que lo desafíe. Se da media vuelta y camina despacio confiando en mi arrepentimiento. Yo solo suspiro y dejo que se instale en el mismo peldaño que las decepciones y la cobardía.

A veces soy yo quien se aleja sin despedirse. Cierro la boca y escondo la rabia bajo la benevolencia. A veces soy yo quien pone una distancia insalvable. Lo remato con el convencimiento de que será la penúltima vez. A veces soy yo quien se da media vuelta para no ver cómo llega. Porque he sido yo quien lo ha contratado.

Me gusta sembrar algunas frases que sé que no van a ser recogidas. Esto también es escritura. Y satisfacción propia. Me gusta dibujar el último punto de cada párrafo. Nunca el punto y final. Y eso no es escritura. Me gusta cuando mi mano hace el viaje sola. Incluso cuando el lápiz me traiciona. Eso es el camino de la sinceridad.

jueves, 6 de mayo de 2021

Duración desestimada

¿Cuánto tiempo te quedarás?
¿Cuánto si ya duermen las sirenas,
si he conseguido hacerte naufragar
y llevas mi piel en tus venas?

¿Cuánto tiempo podré quedarme?
¿Cuánto si ya está lloviendo,
si sopla el viento
y llevo en mis manos un sable?

¿Cuánto tiempo esperarás?
¿Cuánto si no brilla la luna,
si los silencios callan
y llamas a esto locura?

¿Cuánto tiempo podré esperar?
¿Cuánto si no prende la hoguera,
si las palabras emigran
y llamo a esto mentira?

viernes, 30 de abril de 2021

¿Puede ser ella?

Dormía encogida y caminaba dando brincos. Margarita dibujaba un pentagrama en la esquina superior derecha de cada página de su cuaderno de recetas. Se recogía el pelo en una trenza para estar por casa y dejaba su melena suelta para salir a la calle.

Se movía por la ciudad en patinete, excepto los días de lluvia; entonces se enfundaba su chubasquero violeta y unas botas de agua transparentes para que los viandantes pudieran ver sus calcetines desparejados. No se tomaba tiempo en combinar su vestuario. Su habitación estaba impoluta y cuidaba cada detalle con precisión.

Salía a correr tempranito todas las mañanas y desayunaba una buena tostada untada con chocolate. Las noches de fiesta las prefería de jueves a sábado, pero tampoco buscaba excusas si surgía la oportunidad cualquier otro día.

Margarita estudiaba ingeniería aeronáutica e impartía clases de ballet a niños en situación de vulnerabilidad. Se había independizado a los dieciocho años y le preparaba la comida a sus abuelos una vez por semana. Había adoptado un perro y un gato.

Estaba planeando un viaje por la costa argentina con un grupo de amigas del colegio. Tonteaba con un chico que había conocido en una excursión a la montaña, pero Margarita no quería nada serio en aquel momento.

Su sonrisa calmaba pero no dudaba en sacar el mal genio si la tocaban las narices. Tenía paciencia para todo menos para el papeleo administrativo. A veces pedía ayuda cuando no se encontraba bien emocionalmente.  Mandaba postales sin firmar cuando pasaba demasiado tiempo sin hablar con alguien a quien apreciaba.

Así que no, no tengo claro que haya sido capaz de hacer algo así.

viernes, 23 de abril de 2021

Veneno de cada día

Escapan de los sueños, de un paseo por el bosque o la ciudad. Escapan de un enfado en casa, de unos extraños en el tren o el supermercado. Escapan y se acercan a mí. A veces con timidez. A veces como una hoja al viento que se quiere marchar demasiado deprisa. A veces trepan por mi espalda y se incrustan bajo la piel.

Dejo que se instalen en algún rincón de mi consciencia. Las escucho. No siempre. Merecen mi atención pero deben saber cuál es su lugar. Tratan de sobornar a las más débiles. No siempre lo consiguen. Se alían entre ellas y pelean en una guerra no declarada. Finjo que no dejan cicatrices.

Solo algunas juegan entre mis dedos. Solo algunas cruzan la frontera y se convierten en un amasijo de palabras. Solo algunas llegan a los labios.

lunes, 19 de abril de 2021

"Lugar de residencia"

Entiéndase lugar de residencia como el espacio en que se vive. Quizá una casa. No siempre un hogar.

Iniciábamos el mes de febrero de 2020 con una nueva mudanza. Lenka, Sabine y yo íbamos a vivir en una especie de residencia de estudiantes. Se trataba de un hotel en la línea de costa que alquilaba habitaciones en sus edificios más viejos. Fue una experiencia... que afortunadamente solo duró cuatro semanas.

Nuestra habitación contaba con tres camas, dos mesillas junto a éstas, un armarito en el obviamente no entraba la ropa para un año de tres personas (por lo que básicamente colgamos tres cosillas y lo demás siguió dentro la maleta o en cajas que nos había dejado la asociación), una silla de plástico transparente, un escritorio con una pequeña televisión (que no creo que llegáramos a utilizar nunca) y una tetera pero sin tazas, una mesita redonda de té junto a dos sillas ligeramente incómodas, y un sillón verde típico de hotel tapizado y desgastado. Teníamos también nuestro propio baño. Había solo una ventana y por la posición del edificio apenas nos entraba luz (podía haber forzado la edición de la foto pero necesitaba ser honesta a la realidad). El cabecero de nuestras camas estaba situado en la pared que comunicaba con una escuela de danza con clases diarias desde las ocho de la mañana hasta las diez de la noche.

El desayuno y la cena estaban incluidos en el alojamiento en unos horarios determinados. Si ibas a cenar en otro momento tenías que reservarla y tener mucha suerte para encontrar a alguien que pudiera dártela cuando llegaras cansado de trabajar. Las comidas... había dos microondas que funcionaban alguna vez.

Lo bueno, lo fascinante, es que literalmente en dos minutos estabas pisando la arena de la playa. En mi desesperación, me dio por correr junto al mar antes de irme a trabajar...

A trabajar... a veces se me olvida que era solo un voluntariado... supongo que porque no fue solo un voluntariado. Estuve muy apoyada por el equipo de mi oficina y los jóvenes con los que trabajamos me hacían olvidar que en algún momento del día tenía que regresar a mi "lugar de residencia".

miércoles, 14 de abril de 2021

Amantes

 Perdidos en el mar,
arrastrados por la corriente
sin oponer resistencia.

Ola tras ola,
temporal tras temporal.

¿Hasta cuándo?
Ayer daba igual.
Siempre me interesaron
los tiempos del azar.

¿Y la niebla?
Te quiere acompañar.

¿Y el viento?
Es tu invitado.

¿Y si el día está despejado?
Ese es el final.

sábado, 10 de abril de 2021

Vértigo

A veces bastaba con volver a aquella niña que le tenía miedo al agua y quería ser sirena. Se acercaba lentamente a la orilla y apretaba los ojos muy fuerte. Esperaba pacientemente el mordisco del mar. Pasados varios minutos sin haber sentido nada, abría el ojo derecho y comprobaba que el agua aún estaba a varios metros de su cuerpecito.

Entonces daba un paso minúsculo y volvía a apretar los ojos. Los dedos de sus pies escarbaban en la arena impacientes. Como seguía sin llegar el lametón, abría el ojo derecho y comprobaba que el agua aún estaba a varios metros de su cuerpecito. Daba otro paso minúsculo y repetía la operación un máximo de tres veces.

Cansada de no recibir nada más que la amenaza sonora del océano, respiraba profundamente en el sitio antes de dar un grito de guerra y correr salvaje hacia las olas. Pasaba tanto tiempo en remojo que al salir pensaba que se había transformado en su abuela a juzgar por sus manos arrugadas.

Aún a veces jugaba a ser aquella niña que le tenía miedo al agua y lograba bucear como una sirena. Aunque viviera a cientos de kilómetros del agua salada.

martes, 6 de abril de 2021

Cuando llegue el momento

Llévame al mar y no me cuentes que me voy a ahogar, que las estrellas en el firmamento son los ángeles que he querido salvar.

Llévame al mar y déjame en la arena hasta que mis entrañas sepan que ya puedo volver a navegar.

Llévame al mar y espera a que la espuma recubra mis ojos para ver los lienzos que no he querido pintar

Llévame al mar y siente cada ola mancillar mi cuerpo como otros lo hicieron antes de que aprendiera a caminar.

Llévame al mar y despídete de mi recuerdo de sal, deja que mis gritos acompañen la melodía inconclusa que me hicieron cantar.

Llévame al mar y cuando me hayas olvidado, pídele a las sirenas ver mi cuerpo amortajado. Hazme volver y aléjame del océano.

viernes, 2 de abril de 2021

Se ha acabado

Decir que era cabezota era menospreciar cuánto se empeñaba en hacer lo que quería.

Habían estado más de dos meses hablando de la fiesta de aquel fin de semana. Leire se había encargado de que todo fuera perfecto. Sus enormes ojos verdes no dejaron al azar ni el más mínimo detalle.

Los invitados comenzaron a llegar antes de lo previsto y, aún en chándal, Leire brincaba sonriente de un lado para otro encandilando a todos con su pelo rizado.

Fue un par de horas después, cuando la música sonaba a todo volumen y las copas de vino se llenaban y vaciaban con la misma facilidad, cuando las carcajadas se mezclaban con el humo de la barbacoa, entonces Leire se detuvo en mitad del balcón y permaneció inmóvil con el rostro serio.

-Se me ha acabado, tengo que ir a comprarlo ahora. El jueves que viene... lo necesito.

Y cogió su chaqueta y salió de la casa sin que nadie fuera capaz de detenerla, ni tan siquiera entender qué sucedía.

Leire paseó su mirada salvaje por las calles vacías, sin vacilar en sus pasos y sin dirigirse a ningún lugar concreto. Habían sido días maravillosos, pero ahora solo podía caminar y no recocer la ciudad en la que estaba viviendo.

Para cuando regresó a la fiesta, ya había decidido que debía mudarse de nuevo y que aquella había sido la mejor fiesta en la que jamás hubiera estado.

miércoles, 31 de marzo de 2021

Entre tú y yo

Me pregunto si en algún momento de verdad creímos en nuestra promesa. Si no nos habíamos mirado a los ojos en un año de convivencia, ¿cómo íbamos a hacerlo en la distancia?

Me pregunto si en algún momento aquello que vivimos fue real, si no era tan solo el relato que queríamos contar al volver a casa.

Me pregunto si algún día llegaremos a arrepentirnos de verdad. Si nos hubiéramos dicho todo lo que ni siquiera quisimos pensar, ¿seguiríamos hablando a día de hoy?

Me pregunto si algún día perderemos la culpa, si al soñar con aquel estanque en que quisimos bañarnos, aún dejaremos que no surjan las palabras.

Me pregunto si el dolor abandonará al recuerdo antes de que nos olvidemos nosotros.

domingo, 28 de marzo de 2021

La fotografía

Tiene gracia que me quedara yo con esa fotografía si ni siquiera debía estar en ella.

Tiene gracia que en lugar de guardarla, decidiera pegarla en el armario y verla todos y cada uno de los días.

Tiene gracia que os mire y os imagine luchando por vuestros sueños.

Tiene gracia que después de todo pueda seguir albergándoos cariño cuando creo que solo debiera sentir odio.

Tiene gracia que apenas tenga recuerdos de aquellos años pero siga sonriendo cada vez nos veo posando felices entre los árboles.

Y debiera reírme, pero no puedo. Y es triste pero ya da igual.