lunes, 31 de diciembre de 2018

Amaneció

Dejó que las lágrimas descendieran lentamente por su rostro provocando un surco de pureza en su mugrienta piel. El polvo y el sudor del camino se habían adherido a su cuerpo de la misma manera que el dolor.

Apenas le quedaban ya un par de kilómetros pero se había concedido unos minutos de pausa para respirar. ¡Oh, ese aire puro que durante tanto tiempo le habían negado!

El silencio era, una vez más, abrumador, aunque ya se había acostumbrado. Estaba aprendiendo a distinguir aquellos en los que podía disfrutar y esos otros en los que temer a la inquietud. Era una calma sobrehumana que a otros muchos ya les había hecho caer, pero a él ya solo le preocupaba que cuando regresara aún existiera la humanidad, no como concepto de gente que nace, hace sus cositas en el mundo y muere, sino como personas.

Había empezado a gustarle aquella incertidumbre del camino. A veces se asustaba incluso de su propia sombra y estaba convencido de que, de conocerla, jamás podría confiar en ella. Eso sí lo había aprendido.

Se levantó y echó a andar. Ni la sangre en sus pies ni los cayos en sus manos le producían ya el mínimo dolor. Eran otras las heridas que todavía le mantenían vivo. La agonía que manaba de su mirada no era sino su más fiel compañera de viaje, la única dispuesta a acompañarle toda la vida.

A lo lejos aulló un lobo. Se estremeció un breve instante y después sonrió con una intensidad que no creía tener. Gritó emocionado. Hacía meses que no escuchaba su propia voz. Echó a correr. Estaba cerca el final y aún le quedaban muchos peligros a los que enfrentarse. Pero estaba vivo, más vivo que nunca.

Las copas de centenares de árboles le impedían ver el cielo pero incluso dentro de aquella espesura, supo que aquel amanecer estaba siendo especialmente bello.

viernes, 28 de diciembre de 2018

Perdida

Caminaba deprisa por el parque con la mirada perdida, como siempre... No, como en los últimos meses. La temperatura aún era baja a esa hora de la mañana. Con el ceño fruncido se llevó la mano derecha al pecho para subir la cremallera de la chaqueta.

Se detuvo. Ella... ella antes llevaba... Acarició su cuello dubitativa. Sí, ya lo recordaba: el colgante que le regaló su abuelo cuando nació. Nunca se lo había quitado pero, curiosamente, en ese instante era incapaz de rememorar nítidamente cómo era. Tan solo unos minutos antes se había mirado al espejo para ponerse los pendientes, debía haberse dado cuenta.

Con una extraña sensación en el cuerpo, la muchacha dio media vuelta prestando atención al suelo por si se le hubiera caído por el camino.

Subió las escaleras de su edificio con calma dándole vueltas al asunto. Su móvil comenzó a vibrar en el bolso. Sabía perfectamente que sería su jefa cargándola de trabajo antes siquiera de haber llegado a la oficina. Lo ignoró; la cara de acelga ya la llevaba desde que se levantó y no necesitaba que la amargara un poco más la mañana, tendría toda la tarde para sacarla de quicio.

Entró en la casa. Rebuscó en joyeros, entre los bolsillos de todas sus chaquetas y mochilas. Revisó hasta en los pantalones que llevaba tiempo sin ponerse. No estaba por ningún lado.

Pensó que quizá podría haberlo perdido en el rocódromo que había visitado el fin de semana anterior. Se sentó en una silla en la cocina y sacó su móvil dispuesta a comprobar si en las fotografías que habían tomado antes de comenzar la práctica lo llevaba todavía. Efectivamente, ahí estaba la llamada de su jefa. Apretó los puños a la par que una segunda llamada entrante suya lo hacía vibrar otra vez. Miró la pantalla hipnotizada en un pesado silencio. Sintió el tiempo pasar lentamente, y aún así, lo disfrutó. Hacía mucho que no experimentaba esa sensación.

Cuando su interlocutora colgó, la muchacha desbloqueó el móvil y fue a la galería. No, ese fin de semana ya lo había perdido. Comenzó a pasar fotografías. La sorprendió no verse sonreír en prácticamente ninguna de ellas, y aquellas en las que una débil mueva curvaba sus labios no las recordaba como circunstancias especialmente memorables.

Llegó al final de las galería. Cuatrocientas veintisiete imágenes tomadas en los últimos dos años y en ninguna aparecía el colgante. No es que le tuviera especial afecto, sí, se lo había regalado su abuelo, pero eso había sido antes de que él la culpara del divorcio de sus padres y de que intentara matarla por no haberle hecho por su cumpleaños su plato favorito. No, el origen del colgante le daba exactamente igual y tenía más que superada aquella situación. Simplemente llevaba toda la vida con ello puesto, era parte de ella misma. Lo que de verdad la preocupaba era no haber notado su ausencia en, por lo menos, dos años.

La pantalla del móvil se apagó y su rostro quedó reflejado en su superficie. Llevaba tanto maquillaje encima que ni se reconocía (y eso que no le gustaban los potingues), las ojeras pese a todo seguían siendo evidentes y tenía un arañazo muy reciente en la frente del que no se había percatado hasta entonces.

Había perdido el colgante y se había abandonado a sí misma.

jueves, 20 de diciembre de 2018

Por el camino

Lo tenían todo para triunfar. Habían estudiado en las mejores universidades del panorama nacional y enseguida emprenderían el viaje hacia las ciudades europeas en que se encontraban los masters de mayor prestigio. No es que hubieran sido los primeros de su promoción, pero estaban bastante por encima de la media y, sobre todo, habían dejado huella en sus estudios. Pero... Por el camino perdieron el entusiasmo y la vitalidad. Por el camino les apalearon por "su bien". Por el camino les clavaron una sonrisa en un rostro demacrado. Eso, siendo sólo jóvenes, la amargura como fiel compañera. Sí, aprendieron de la vida, pero por el camino se perdieron a sí mismos.

Un mes antes de partir al extranjero regresaron a su instituto. Las clases les habían tenido tan absorbidos que no habían regresado desde el día de la graduación, y eso que se prometieron que pasara lo que pasara una visita anual sería obligada. En aquella etapa disfrutaron aprendiendo incluso las materias que menos les atraían. En aquella etapa eran uno solo y eran un grupo numeroso. En aquella etapa eran ellos, sabedores de sus errores y aciertos, eran ellos conscientes de la dicha y las agonías, eran ellos sufriendo y sabiendo que no todo era felicidad. Pero eran ellos.

Lo tenían todo para triunfar, pero solo había un final posible: la tragedia.

martes, 11 de diciembre de 2018

¿Por qué suspira la luna?

Sobre el prado descansa
el candor de una piel
que oscila entre la hoguera
y el celeste grito
de una rosa sepultada.

Lo que se perdió entre la niebla
de aquel lago sin desertores
corrompe el duelo
que dejan los inquilinos
sobre ríos de lava.

Aquella brisa ya lejana
derroca al silencio
que sacudía las entrañas
con la duda enquistada.

Es culpa del aguacero,
es culpa de la decepción,
es culpa de la tormenta prevista
que agoniza entre los juegos
del intelecto.

¡Ay, dueña plateada!
Cuando regrese la calma
y nada reconforte
la sal de tus heridas,
cuando no te quede nada
para entregarle
al ave ausente,
háblame del tiempo
que difuminó tús párpados amargos,
háblame del viento
que sembró dulzura en tus labios.
Háblame.

Lo que desgastó el dolor
de aquel pétalo en tus dedos
es ya solo una gota
con la fuerza de un salvaje
y la ternura de un amante.
Déjala fluir
con la lluvia cristalina
del atardecer.

No hay cementerio
en esa playa
de arena y nácar.
Solo quedan tus suspiros
y una voz que no te atrapa.


jueves, 6 de diciembre de 2018

La memoria de la noche

Regresa la melodía enajenada
habitante de tu inconsciencia.
Asaltará tu último aliento
y fracasará su humillación.
Detén a la piedad.

Tejerán las sombras
navíos muertos
que se arrastran a la ciénaga,
que te empujan a la frontera
donde el faro
ni acaricia las tinieblas.

Cientos de luces
y ni una estrella
para fascinar
la perpetua noche.

Esa vieja canción
te sumerge en el olvido
de un rumor constante
que carece de sentido.

Saber cuándo se acaban los cuentos
es ya solo tu intuición impedida.

Cientos de luces
y ni una estrella
para esconder
la difusa noche.

Paseantes con rumbo fijo,
caminantes decididos al abismo.

La venganza de una honestidad
confundida por la impaciencia.
El error de una espera
degradada por la inocencia.

Cientos de luces
y ni una estrella
para dormir
la desolada noche.

En la orilla descansa
la llama de unas cenizas
que has de guardar
en el límite
de una claridad abstracta.

Recuerda solo
cuando busques la raíz
derramada en el encuentro
del vértigo establecido
en el recóndito
paraíso herido.

Cientos de luces
y ni una estrella
para susurrar
la negada noche.

Amenaza a la locura,
que no te pueda abandonar.
Descubre la mentira
que sostiene la cordura.

jueves, 29 de noviembre de 2018

Otras ciudades nos recibirán

Inquieta voluntad
que ilustra mi azotea.
Rimas imprecisas
acompañan el instante
que el sueño paraliza
con secretos madurados.
Rompamos las cadenas
de la locura prohibida.

Fortaleza de papel,
rebeldía del 'te quiero'.
No hay razón
en mi iluso reflejo.
No me importa la amargura
de un refugio corrupto.
Fingiremos la caída
de una luna imprecisa.
Es el orden en el infierno.

Las pinturas de un recuerdo,
que juega al sacrificio.
Las caricias de un invierno
que son bondad del abandono.

Ya no queda munición
en la enfermedad divina.
Recibir silencios muertos
que arreglan la perfección
humana.

Siente el eco del vacío,
desnuda tu libertad
cuando te expulsen
del universo.
El caos te está vistiendo
y tú lo esperas
con los brazos abiertos.
Naufragia en la realidad.
Somos pasajeros
del cuerpo del ayer.

Coreografía del hastío.
Atracción de un susurro
que incomoda al engaño.
Bebamos la inconsciencia
para suscitar al olvido.

Se destruyen ya los dioses.
Vayamos a las cloacas.
Allí seremos posibles.

28-11-2018

domingo, 18 de noviembre de 2018

La piel bajo el disfraz

El día que les conté que en realidad mi cuerpo era morado, tenía dos brazos de más y bajo mi pelo se escondían otros tantos pares de ojos, comenzaron a mirarme con pena, con lástima. Íbamos de fiesta y todas llevábamos antifaces, pero eso no impidió que sus miradas hablaran. Conocía perfectamente mis orígenes y sabía que el día que lo descubrieran el disfraz con el que había tratado de protegerme desaparecería para siempre, que por más que me empeñara en acomodarme a otra piel, ya solo la verdad sería visible ante ellas. Bailé sola toda la noche. Aquella fue la última vez que hablamos.

Una semana de lágrimas fue suficiente para que empezara a ver que había otros extraterrestres. Cada uno tenía un color y unas características particulares, pero compartíamos disfraces.

Unos meses después las volví a ver. Ignoré su presencia y sonreí con la cabeza bien alta mientras me desprendía de la primera capa de mi máscara.

29-09-2018

miércoles, 14 de noviembre de 2018

Se detuvo el tiempo

No podía verla. La habían hablado de su belleza en la noche y de su elegancia difusa durante el día, pero se negaba en rotundo a volver a dedicarle siquiera unos segundos.

Aquella mañana hacía horas que había salido el sol y, según los informes que su primo acababa de llevarle, la luna llevaba oculta media hora.

Carla avanzó por la oscura habitación y levantó la persiana con energía. Su mano quedó asida a la cuerda y a través de la ventana se vislumbró apenas una uña plateada. Carla permaneció inmóvil concentrada en mantener la respiración.

El timbre comenzó a sonar de forma insistente. Su primo cayó en la cuenta del error según salía por el portal: su reloj llevaba parado dos días.

Aterrorizada, Carla se desplomó en el suelo.

13-11-2018

sábado, 10 de noviembre de 2018

Me quedé sin alas

Dos huellas
olvidadas
en la arena
y una rosa prófuga
del miedo anegado
por mis labios.

Guardé sobre mi celda
los fantasmas
de una realidad ajena,
póstuma.
Recuerdos olvidados
en el hielo vespertino.

Atravesé la lanza
que cicatriza las mentiras
de caricias sin testigos.

Lancé a la marejada
la libertad que habita
el sueño arrepentido.

Entregué la piel dorada
con sal en las heridas
del cuerpo huido.

Y al despertar
otros sueños
contaron la verdad:
no hay besos
en palabras añejas.

Un extraño en la distancia
ya no evoca la tormenta
de una voz marchita
que devoró la espera.

Miradas forzadas
atraviesan ya la bruma
que sentenció el fuego.
En la madrugada
habita la cordura
de nuestro invierno.



08-11-2018

domingo, 4 de noviembre de 2018

Destierro

Marinero en tierra
de ese otoño
con caricias del abismo.
Sirenas sin canto,
gritos sin voz,
aullidos.

Fue la marea del ocaso,
desvelos al amanecer
de un invierno olvidado.
Noches sin sombra,
hogueras sin fuego,
mentiras.

Se apagaron las estrellas
de una oscura huella eterna.
No quedaron ya susurros
de tantas palabras huecas.
Ojos sin luz,
latidos sin alma,
sueños.

Recuerda que solo es niebla
mariposa ausente.

30-10-2018

domingo, 28 de octubre de 2018

Unos pocos metros

María la miró desconfiada. Aquel puente sería de piedra pero no le aportaba la más mínima seguridad. Estaba acostumbrada a entrenar en lugares mucho más peligrosos, pero allí... y con ella... Carlota la dio la mano y sonrió dando una primera zancada.

-Vamos, ¡no seas tonta! Estamos perdiendo el tiempo. Ya veras como al final no vemos el atardecer, y es una pena, porque es espectacular - dijo con su voz más dulce.

Tiró de su mano y María se dejó llevar. No se distinguía el fondo del precipicio y el muro de protección desaparecía por momentos. Carlota apretó su mano y sonrió en una mueca perversa.

-Yo creo que desde aquí ya lo veremos bien... total, por unos metros... - tembló la voz de María - Las montañas ya se ven... espectaculares.

-No, justo en la mitad del puente. Venga, que ya casi estamos. Por cierto, creo que no te felicité por tu última victoria. Perdona mi... falta de educación... pero es que me dio mucha rabia que me quitaras mi última oportunidad de participar en el mundial... El sol ya casi está su sitio. Solo unos metros, ya casi estás.

María respiraba con dificultad y soltó la mano de Carlota. Cruzaron una mirada fría y cayó al vacío.

23-10-2018

miércoles, 24 de octubre de 2018

Cine social en un documental de naturaleza

La película Oreina (ciervo), dirigida por Koldo Almandoz compitió en la 66 edición del Festival de San Sebastián en la categoría de Nuevos Directores. Obtuvo el premio del cine vasco. 

Más allá de la descripción oficial que se hace de ella señalando a Khalil, un joven de la periferia que se gana la vida como puede, los verdaderos protagonistas para mí son dos hermanos que comparten casa junto a la marisma pero que llevan años sin hablarse. Esa relación es muy interesante a partir de cómo, pese a sus disputas, ambos muestran su cariño a Khalil.

Mi acercamiento a este film fue un poco contradictorio porque creo que se presentó demasiado como una historia argumental, una ficción narrativa, y creo que su mayor baza está en el documental, sin llegar a tener ese reconocimiento como tal puesto que seguimos a dos personajes inventados. Juega entre los dos estilos sin decidirse por ninguno, por lo que tampoco llegan a destacarse las características de ninguno de ellos. Es cierto que tiene partes muy evocadoras en esa parte más documental con la ría, el propio paisaje natural de la comarca,... pero al final es como que te dan un caramelo para quitártelo al instante. Si bien esto es algo que no oculta, la película sugiere muchos temas pero sin hacer un especial hincapié en ninguno, sin juzgar.

También es fundamental señalar que todo se argumenta en torno al paso del tiempo, como esa imagen super interesante en que vemos cómo en la ría conviven las barcas tradicionales que salen a pescar y la gente que practica paddle surf. Este choque entre tradición y modernidad se produce también en los protagonistas. Khalil llega a este pueblo en busca de un futuro mejor mientras que los personajes autóctonos sienten el pueblo como una jaula de la que necesitan escapar porque no tienen futuro. Y todo esto se cuenta con muy poco diálogo como parte de esa estrategia de incomunicación en la que se sitúan todos ellos. Es un trabajo de experimentación que quizá no termina de encontrar su fluidez rítmica.

En el coloquio su director señaló algo muy frecuente en las películas del festival y que sin duda en su film es muy relevante, y es que presenta un final muy abierto en el que es muy dificil llegar a ninguna conclusión, pero como él decía, la vida misma es así. Él no señala el camino que debes pensar si no que te da el contexto de unos personajes y es el espectador el que tiene que pensar, establecer sus conclusiones. Estoy completamente de acuerdo pero también creo que esto puede echar atrás a muchos espectadores, algo que se señala desde muchos aspectos, por lo que me parece una película muy honesta en ese sentido de saber que va a llegar a un público muy reducido, algo que directamente se aprecia en la propia trayectoria de Koldo.

De nuevo, no creo que sea una película para todos los públicos, pero tiene elementos que la hacen interesante. Como docuficción (no declarado) nos muestra una realidad social del extrarradio de la ciudad que combina con unos paisajes naturales entre los cuales se establecen relaciones que hablan más allá de los personajes.

Webgrafía:
http://www.txintxua.com/es/peliculas/oreina

sábado, 20 de octubre de 2018

Regresar

La puerta crujió. Darío se mordió el labio inferior conteniendo la respiración. Avanzó hipnotizado por unos recuerdos que tenía ya olvidados. Pese a que la luz que entraba por la claraboya era muy débil, el mantel floreado de colores chillones no podía por menos que atraer su atención. Se conservaba igual de espantoso que el primer día. Darío no podía comprender cómo, con lo feo que era, nadie se hubiera atrevido a cambiarlo. Bueno, sí lo entendía, era parte de la herencia de su abuela.

Mantenía su aspecto cochambroso. Juguetes, libros, trastos de los que ni siquiera conocía su uso se amontonaban en un inquietante equilibrio. Darío se agachó acariciando con ternura toda la superficie de una de las patas. Su padre decía que era muy especial porque la habían hecho con madera de sándalo. Darío no entendía absolutamente nada de bricolaje pero aquello sonaba muy exótico y le gustaba.

Se metió debajo como aquellas tardes de verano jugando al escondite con sus primos, como cuando pintó un corazón la noche en que Lucía le besó, y como cuando por las mañanas oía llorar a su madre y se clavaba las astillas de la pata que su abuelo tuvo que arreglar a marchas forzadas y nunca nadie llegó a lijar.

Una lágrima descendió lentamente por su mejilla izquierda mientras sacaba del bolsillo de su bolsillo un trozo de papel de lija.

16-10-2018

miércoles, 17 de octubre de 2018

Esperaron al ocaso

Hubo un lúgubre suspiro. El búho ululaba como si no pasara nada. Ulises murmuró y su susurro se propagó por la cueva. Cubrió el cuerpo y prendió fuego. Su grito retumbó en el universo.

Iris sonreía impaciente. Su mirar inquieto limpiaba el silencio. La niña bailaba imaginando el instante en que hiciera su aparición.

Pero solo llegaron los truenos.

09-10-18

domingo, 14 de octubre de 2018

El amor que mueve el mundo

A primeros de mes se estrenó "Viaje al cuarto de una madre", ópera prima de su directora Celia Rico. Participó en la sección New Directors del reciente Festival de San Sebastián y se alzó con el premio del Jurado Joven. Las alabanzas se suceden en torno a esta película de pequeño presupuesto pero que cabe destacar como una de las más señaladas de la cinematografía española del año.

Es una película sobre el amor entre una madre y una hija, donde ésta quiere abandonar el hogar e iniciar su propia vida pero su madre no quiere separarse de ella. Se trata de aprender a hacer frente a la distancia desde la perspectiva de esa mujer que se queda en casa y tiene que hacer frente a la soledad, una perspectiva que estamos acostumbrados a ver muchas veces desde la comedia barata y no tanto desde la sinceridad y el amor que destila esta historia.


Refleja un realismo muy cotidiano y no habrá quien no ponga en el cuerpo de la madre a la suya propia cuando, por ejemplo, ya se te olvidaba el paragüas y ella te lo guarda sin reproches. Son pequeños detalles, pero es lo que sucede en las relaciones maternofiliales.

Creo que refleja también una cuestión generacional con la que muchos jóvenes conectaremos, y por consiguiente nuestras madres. Es esa llegada del Whatsapp y de entender las nuevas tecnologías a la fuerza porque te separan cientos de kilómetros. Es aprender de la soledad y empezar a chatear solamente con tu hija y terminar casi por ignorarla.

Sin desvelar mucho más de la trama, quiero señalar la enorme simbología de las habitaciones de ambas mujeres. La madre que habita en un cuarto frío y oscuro; la hija ansiosa de vida que se marcha a Inglaterra y recibe como regalo unas botas, el calor de su madre. Hay mucho juego con las luces, los colores y su psicología.

Una maravillosa dirección de actores que privilegia los silencios y las miradas, que dicen tanto... Hay momentos muy emocionantes construidos a partir de la melancolía y de la comprensión. Es un cine de mujere, sensible pero, ojo, no tiene porqué conllevar al llanto. Es drama, sí, pero al final sonríes.



Imágenes obtenidas de: https://alfapictures.com/sp/amy_movie/viaje-al-cuarto-de-una-madre/

domingo, 7 de octubre de 2018

Una ventana al mundo

El Festival Internacional de cine de San Sebastián, abreviado como SSIFF debido a sus siglas en inglés (San Sebastian International Film Festival) es el único festival competitivo de categoría A de nuestro país. La clasificación es otorgada por la FIAPF, la Ferederación Internacional de Asociaciones de Productores Cinematográficos, surgida para defender los intereses de la industria en cuanto a legislación audiovisual y procesos tecnológicos. Para facilitar el contacto internacional regula una serie de festivales por toda la geografía mundial.

Hay muchas maneras de ver los festivales. Mucha gente se queda con la idea de que son un encuentro academicista bañado por fiestas nocturnas y grandes estrellas que hacen publicidad de empresas de moda. Estoy de acuerdo, eso sucede, pero hay mucho más, y no sólo por el impacto socioeconómico de las ciudades en que se celebra. Por supuesto que también es un punto de intercambio comercial para la industria, pues ese no deja de ser su principal objetivo. Sobre todo es una ventana.

Sin embargo, mi reciente experiencia como jurado joven de las últimas dos ediciones me ha hecho verlo de otras formas. En primer lugar por esa nuestra tarea de valorar las películas de las secciones de New directors y primeras y segundas obras de Horizontes Latinos. Más allá del argumento, la realización o cualquier otro elemento técnico, este año me cuestionaba las razones por las que habían sido esas y no otras las películas seleccionados para formar parte de un festival tan señalado. Ha sido así como he comprendido esa labor que muchos se empeñan en obviar, como es la función social del cine. Ya no es que hablen de culturas y tradiciones de las que no tenemos ni idea, se trata de comprender cómo funciona el mundo en otras latitudes, de que por supuesto cada uno tiene sus problemas, pero al final siguen siendo los mismos problemas del mundo.

Recuerdo especialmente Marilyn, una coproducción entre Argentina y Chile que cuenta una historia real sobre la transexualidad, un duro retrato sobre una temática cada vez más señalada y necesaria de ver en las pantallas; o Cold November, realizada entre Kosovo, Albania y República de Macedonia y que habla de la situación de Kosovo a inicios de los noventa. Solo decir que fue la única de las treinta y ocho películas que pude ver en la que los aplausos se extendieron durante la duración íntegra de los créditos y hubieran seguido más allá.

Por otro lado me parece alucinante el impacto que tiene sobre el público, que procede de muchos lugares. El año pasado coincidí con un señor inglés ya entrado en años que acudía en cada edición y se tragaba una barbaridad de películas. Recuerdo su emoción (y alguna decepción) cuando hablábamos en los desayunos de los últimos visionados. Eso por no hablar de las tremendas colas que se forman ante las puertas de todos y cada uno de los cines (que por supuesto no se puede negar que la finalidad sea en parte lograr un buen sitio), pero creo que es más importante destacar que casi siempre venden todas las entradas. Es muy interesante escuchar al público hablar durante horas a la salida de las proyecciones, paseando por la Concha, en los bares,... y eso no tiene nada que ver con el glamour de la alfombra roja, las galas o las fiestas. Es cultura en estado puro, con la particularidad, creo yo, de que la programación es tan variada que al final accedes un poquito a conocer muchos otros países.

Desde luego que recomiendo vivir la experiencia. Hay multitud de festivales y animo a descubrir cada una de esas perspectivas. Abre los ojos. El mundo espera.


Webgrafía:

http://www.fiapf.org/
https://www.sansebastianfestival.com/es/

viernes, 28 de septiembre de 2018

Esas otras ciudades

Tienen fecha de caducidad. Apenas vas a estar un par de semanas, si es que llega, y el billete de vuelta está cerrado y sin probabilidad de anularlo. Sin embargo, una parte del alma se queda allí para siempre de forma irremediable sin tan siquiera la oportunidad de recuperarlo.

Son apenas unos días en que la felicidad se potencia y el mundo exterior parece ajeno, todo se intensifica y se es consciente de todo ello, porque son minutos escasos que valen oro.

La gente queda anclada a esos recuerdos y nunca es igual el reencuentro en otros lugares, solo allí, en esas ciudades especiales, es donde todo cobra sentido, y a la vez el universo se vuelve caos.

Es vida, efímera e intensa, y eso es precisamente lo que las convierte en únicas y transitorias.

lunes, 24 de septiembre de 2018

Despertar

Escuchó el fluir del agua. Estaba despierta, estaba viva. Se mantuvo inmóvil oyendo voces lejanas.

Notó los pies muy fríos. Le habían quitado las zapatillas. Trató de mover los dedos. Sentía el cuerpo completamente entumecido y tenía la boca pastosa.

Sintió un dolor muy fuerte en el brazo izquierdo cuando quiso incorporarse. Después dejó caer la mano en algún líquido pegajoso. Abrió los ojos alarmada temiendo que fuera su propia sangre.

Permanecía tumbada sobre una piedra en mitad del río, sus pies flotaban en el agua y su mano reposaba junto a varias babosas muertas. Contuvo una arcada temerosa de que se dieran cuenta de que había recuperado el conocimiento. Cerró los ojos de nuevo tratando de recuperar la normalidad de su respiración.

Sintió que se acercaban a ella. Hablaron en otro idioma que ni siquiera pudo identificar. Notó cómo la zarandeaban con un palo pero se mantuvo en su posición como si no la hicieran nada.

Por fin sintió que se alejaban y, después de unos largos minutos las voces se apagaron por completo. Tan sólo sentía el fluir del agua.

Volvió a abrir los ojos. Comenzaba a anochecer. Se sentó sobre la piedra en la que la habían dejado y comprobó la profundidad de la herida que efectivamente decoraba su brazo izquierdo.

Contempló los árboles que la rodeaban. Nunca los había visto tan altos y eso que en su vida solo se había dedicado a visitar bosques. Ni siquiera reconoció la especie a la que pertenecían, lo que tampoco ayudaba a establecer una localización aproximada.

Se puso en pie temblorosa y escuchó el disparo.

02-09-2018

jueves, 13 de septiembre de 2018

Ir a la capital

Cuando era pequeña me daba mucho miedo eso de la edad del pavo. Pensaba que literalmente te convertías en un pavo, así que me pasaba las horas muertas mirando a las gallinas del corral y preguntándome de qué clase de ser procederían. Sin embargo, mis hermanos mayores fueron pasando por esa etapa que también se llamaba adolescencia sin que en ningún momento les salieran alas, tan solo se volvían un poco más tontos, pero no tenía claro que esa fuera la principal característica de los pavos. La abuela me dijo que era el precio para hacerse adulto, pero que yo no tendría que pagarlo porque era más lista y seguro que sabría esquivarlo.

Luego estaba 'el viaje'. Por alguna razón que se me escapaba, al terminar la escuela, todos mis hermanos pasaron un año en casa de mis tíos de la ciudad. Yo apenas les conocía, tan solo venían un día a principios de verano para traer al hermano en cuestión. Yo siempre les recibí con emoción y más o menos me correspondían, pero parecían otros, como si les hubiera absorbido el seso alguna clase de alienígena. Cada uno de los siete tomaron rumbos diferentes, pero dejaron de ser los hermanos con los que me encantaba pasar tiempo.

Así que cuando aquel día de finales de verano me subieron al autobús de línea, lloré como una cría. La abuela no entendía que a mí también me obligaran a ir a la ciudad si yo era diferente, pero su palabra no bastó.

Después de haber atraído la atención de todos los pasajeros y morirme de vergüenza, quise dormirme para que el tiempo pasará más rápido pero fui incapaz. Recordé la voz de la última de mis hermanas que había vuelto de la ciudad, Manuela. Quiso dormir conmigo la noche anterior a que me fuera. La brillaron los ojos cuando me habló de las grandes avenidas, las boutiques, gente de todas partes del mundo o las luces de la noche de la capital. Me lo contó con tanto entusiasmo que por un instante olvidé mis miedos, pero después todo cambió. Dijo que allí aprendías a madurar, a establecer tu lista de prioridades, apechugar con los cambios y los disgustos, a discutir por todo y, básicamente, a ser un adulto con rigor y seriedad. Lloró. Pero no como cuando la dejó el mentecato de su novio. Me pidió que creciera pero que volviera con los mismos ojos de niña traviesa que no estaban entendiendo sus palabras en ese momento.

El autobús se detuvo en la capital y miré a través de la ventanilla. La ciudad era triste, gris y llena de humo. Con todo mi mal humor bajé y recogí el equipaje. Allí estaba la tía Adolfina esperándome con una sonrisa mustia. Caminamos en silencio por las amplias calles y estuvimos a punto de ser atropelladas en más de una ocasión. Finalmente llegamos al edificio en que viviría los próximos meses. El corral estaba llena de críos. Me llamó la atención una de las muchachas, vestía con ropas amplias y fumaba mientras discutía con su madre. Cuando dejaron de gritarse, se giró y sonrió. ¡Era la primera persona que veía en la ciudad que sonreía! Sinceramente me había hecho a la idea de que eso allí sería imposible. La tía Adolfina vociferó y di un respingo.

Después de tres días trabajando sin parar y yéndome a la cama tan enfadada que ni siquiera podía descansar, me di cuenta de que la ciudad ya me había convertido en un ser extraño que no me gustaba nada. No...., no era la ciudad, yo había permitido eso. Sonreí desafiante al silencio de la noche y me propuse repetir el gesto una vez más cada día, incluso cuando no me apeteciera tanto, pero tenía claro que a mí no me iban a raptar los alienígenas como les había pasado al resto de mis hermanos.

jueves, 6 de septiembre de 2018

La joven del tren

Cambió incluso su peinado. Ni siquiera había pasado una semana y tenia la impresión de llevar allí meses. Su expresión dulce había tornada en una agria muestra de desprecio. Esa mañana se levantó de buen ánimo, pero siempre había alguien dispuesto a amañárselo. Al principio se resistía, pero con el tiempo había terminado por rendirse y, en tan solo un segundo, había quien lograba reducir su felicidad a un mero rastro del pasado.

Ya en la calle vio a un par de niños que caminaban juntos hacia el colegio. Iban ilusionados. Pero la muchacha no permitió que la contagiaran. Se mantenía firme en su impertérrita negatividad.

Subió al tren. Para variar funcionaba mal y habían puesto el aire acondicionado en lugar de la calefacción. Por si no tenía suficiente cabreo, la estaban garantizando un fin de semana metida en la cama y con resfriado. Siiii… Al menos en las últimas paradas quedaba poca gente y se podía sentar. A su alrededor todos manipulaban el móvil. Recordó la multitud correos pendientes de revisar y sacó su teléfono. Entonces la vio. Era una joven vestida de colores llamativos que resaltaba entre la negrura del vagón. Leía un libro y cada pocas páginas se reía. Levantó la mirada, intensa, profunda y llena de vida.

Un hombre distraído con el móvil, por supuesto, vertió su café sobre la floreada camiseta de la muchacha. Él se disculpó y siguió a lo suyo. Evidentemente a la chica le molestó, pero ya no podía hacer nada, así que retomó su lectura sonriente.

La muchacha les observó y optó por guardar el móvil. A través de la ventana se observaba un hermoso amanecer. Hacía más de un mes que había empezado a leer un libro pero apenas llevaba una docena de páginas. Se prometió llevarlo consigo al día siguiente. Volvió a mirar a la joven del libro. La sonreía y esta vez sí, se dejó llevar por su emoción y la correspondió curvando sus labios.

viernes, 31 de agosto de 2018

Declaración de intenciones

Terminando el año, llega el momento de recapitular. Sí, ya sé que lo que finaliza es el mes de agosto, pero para mí, y a día de hoy, los años me los marca el final del verano, y en concreto la llegada de septiembre.

Lo bueno se acaba... hasta que regrese.

No tengo claro hasta qué punto he cumplido las promesas que me hice hace un año. Por lo pronto me propuse no escribir tanto en el blog en primera persona... no, está claro que no lo he cumplido, pero porque he decidido que como escribo lo que quiero sin que nadie me obligue, ¿por qué no iba a hacerlo de vez en cuando desde el yo? Eso sí, también tengo que reconocer que no siempre hablo desde mi persona sino desde personajes, he ahí la cuestión principal del arte de la literatura.

Ahora mismo me siento fuerte. Evidentemente estaba muy a gusto en el pueblo y sin una pizca de ganas de regresar a la civilización. Sigue sin gustarme la idea pese a que sé que el tiempo pasa y todo llega, lo cual también es algo positivo, porque antes de que me quiera dar cuenta allí estaré de nuevo, o al menos esa es mi idea.

Habrá momentos malos por más que los quiera evitar. Quiero que lleguen para darme cuenta de que hoy he sonreído y que habrá una mañana tormentosa que parezca no tener fin, pero que termine por transformarse en una noche llega de estrellas, esas que hoy la contaminación también me impide ver. Ahora, sé que, las vea o no, siempre están allí arriba.

Este año quiero escribir. No, quiero disfrutar de cada una de las palabras que salgan de mi puño: sentirlas, sufrirlas, rechazarlas,... vivirlas.

Veremos qué pasa en realidad cuando los nuevos vientos me acaricien.

viernes, 24 de agosto de 2018

Identidad

Eran autómatas. Llegaban al final del camino y, sin detenerse, se daban media vuelta. Estaba convencida que si alguno saltaba al acantilado, solo ella se daría cuenta. Todos seguían el mismo caminar lento, vacío. Conversaban de la rutina con gesto serio y voz grave. No podía ver su rostro porque su instinto se negaba a enfrentarse a la ausencia de vida.

Apartada del camino y sentada sobre las rocas, contemplaba el océano admirando el latir del tiempo, respirando cada aliento del mundo, viviendo.

Se le anegaron los ojos y deseó que su cuerpo se fundiera con la mar. Allí quizá todavía podía ser libre.

Le miró. Parecía cansado. Y sin embargo, la sonreía con la misma dulzura de siempre. Se acercó a ella y deposito un suave beso en sus labios. Se miraron a los ojos y suspiraron. Él trató de cogerla con delicadeza. Ella trataba de sujetarse con firmeza. Pero aún estaban torpes y cayeron al suelo provocándoles un gran carcajada. Nadie se detuvo a ayudarles. Tampoco les hacía falta.

La silla de ruedas se alejó unos centimetros impulsada por una ráfaga de viento.

Quizá ella nunca más volviera a andar, pero no se iba a dejar arrastrar por la corriente. Lo tenía a él. Y ante todo... se tenía a sí misma.

21-01-2018

lunes, 20 de agosto de 2018

Española e independiente ¿te interesa? A mi me encanta. Prueba...

Tiene gracia que La Reconquista (Jonás Trueba, 2016) sea una de mis películas favoritas. A mí, que me gusta tenerlo todo bajo control y conocer todo el camino antes de comenzar a andar.

Se trata de un film que profundiza en lo bello de la incertidumbre a partir de la investigación sobre uno mismo y cuánto nos conocemos. Efectivamente suena a película densa, y puede que lo sea. Para mí se trata de un recorrido por la vida con la cotidaneidad y la libertad que la caracteriza, con un uso asombroso del color y la música. Belleza en estado puro. Desde luego que si lo que buscas es acción como tal, no la recomiendo, pero creo que puede aportar mucho más, sobre todo teniendo en cuenta que cada vez pensamos menos en nosotros mismos pero también sufrimos más. Y lo más fascinante quizá sea ese reconocimiento de la ignorancia, porque eso es algo que señala de mil maneras sin llegar a ninguna conclusión, ya sea sobre la identidad o el amor, pero al fin y al cabo sabiendo que son cuestiones profundas a tener en cuenta de vez en cuando.

La Reconquista nos habla de dos jóvenes que ya han crecido y que siendo quinceañeros fueron novios. El tiempo los ha alejado y la noche madrileña les ofrece un reencuentro. Olmo y Manuela se disfrutan el uno del otro con la sensación de no saber qué pensar de esos instantes que pasan rápido y son tan bellos, pero que han de alejarse al instante. El elemento clave es una carta que él escribió y entregó a su amante y en este momento la relee. La película transcurre en esa lectura, en unos instantes que se balancean entre pasado y presente con el temor a perder el futuro.

Hay dos trailers, opuestos diría, pero que son solo uno. El primero describe la nostalgia del invierno, del presente que no termina de ser como esperabas; mientras que el segundo hace referencia a la felicidad compartida del verano, la juventud y el primer amor. Basicamente es una revindicación del pasado para resituarse en el presente, por ejemplo señalando ese verano inocente desde las voces de los adultos, y ese presente arduo con las voces de los adolescentes. Es el destino y la evolución, el paso del tiempo...

El color juega a favor de todo ello. Me gusta especialmente la escena del bar con los contrastes azul y rosado, colores que predominan también en sus vestuarios y que hablan de sus sentimientos. Hay distintas dominantes a lo largo de la película pero siempre manteniendo la misma sobriedad que le aporta esa belleza a la imagen.

Y si el sonido es fundamental en el audiovisual, en esta película varias veces llama la atención, y no siempre por la música (que por supuesto aclarar que es asombrosa. Son canciones de Rafael Berrio, un poeta cuyas letras parecen exclusivamente de los personajes y a la vez, hablar de todos nosotros. Escuchen La arcadia en flor). Pero los silencios sí que son espectaculares, son esos instantes de mayor incertidumbre pero que transmiten la mejor sensación de permanencia y disfrute del momento.

A esto sin duda contribuyen los largos planos secuencia, que habrá quien diga que son excesivamente largos, eternos, pero es que lo que importan son los personajes, ellos son los importantes, como esos cuatro minutos en que escuchan "Somos siempre principiantes", canción clave en su relación y en la vida de Manuela... apenas dialogan pero es que no hace ninguna falta.

Por supuesto que en todo ello cabe destacar la labor realizada por Itsaso Arana y Francesco Carril. Es que no parece que estén trabajando. A ella la he descubierto aquí, a él le admiro desde hace mucho y siempre me sorprende.

Para ir finalizando quisiera destacar dos escenas. En un momento dado los protagonistas se paran frente a un escaparate de una tienda que vende cuadros. Ellos los observan y hablan de viajar, sale a relucir la carta... ha pasado el tiempo, nada es como antes, pero ¿son diferentes?

Hay una escena en que predomina el blanco. Olmo regresa de madrugada al piso en el que vive con su novia. llegamos tras un largo plano secuencia en moto en que escuchamos "La arcadia en flor", tras marcharse sin despedirse de Manuela. Se sienta junto a su novia a desayunar. Olmo le cuenta que ha pasado la noche con una chica y que ha disfrutado mucho. Ella le pregunta que si se han liado. Él responde que no, que solo han bailado. Y no miente, solo han bailado. Un detalle más, entre todo el blanco de la estancia destaca un sillón rojo, el color de Manuela.

Cada vez que la veo me transmite nuevas y agradables emociones y descubro cosas nuevas, pero siempre me trae esa sensación compartida de los personajes de que el mejor momento de nuestras vidas ya lo hemos pasado, así como ese sentimiento loco de querer volver a aquello que amas pero que ya no te corresponde, aunque puede ser que regrese...

martes, 14 de agosto de 2018

Paisajes... o personas

Caminaba con el ceño fruncido y apretando los dientes y las manos. La sangre le hervía en las venas. Llevaba meses preparando aquella jornada y todos parecían estar en su contra. Si sabían cuánto la había costado, ¿por qué la ponían tantas zancadillas?

Escuchaba a su tía gritar su nombre unos metros por detrás. Desde luego que a ella no quería fastidiarle también el día, pero estaba harta de aquella situación. Tenía que ser un gran día y ella estaba enfadada a más de tres kilómetros de la fiesta.

Llegó a lo alto del acantilado y se sentó sobre la hierba. Cerró los ojos y escuchó las olas romper contra las rocas. Al rato sintió los jadeos de su tía que finalmente la había dado alcance. Permanecieron inmóviles durante varios minutos. Después ella le dio un abrazo. La muchacha se dejó acariciar. ¿Valía la pena estar disgustada todo el día después de tanto trabajo? Por tres tarambanas los demás no se merecían su desprecio. Respiró profundamente y sonrió.

Estaba en paz. Después de todo el cabreo se sentía feliz, dispuesta a disfrutar y a dejarles claro a los demás quien era ella.

lunes, 6 de agosto de 2018

Añorarás la primavera

Eco del silencio
que arrancaste la tormenta,
¿cuándo callarán
las entrañas?

Vimos el amanecer,
un último adiós
en el invierno eterno.

Tornado de hielo,
caricia bañada en lava.
A veces me pregunto
si hay imposibles
por los que luchar.

Llegarán la calma
y el desamparo.
Nos robarán la razón.

Soñaron las estrellas
que el cielo te amaría.
No hay voz ausente
en labios prófugos.
Se acabaron las mentiras.

domingo, 29 de julio de 2018

Luna de sangre

Gritó. En cualquier momento sus cuerdas vocales se desgarrarían. Se apoyó sobre la cama respirando con fuerza. Sudaba. Miró al exterior; estaba tan iluminado que parecía de día. Tenía miedo, llegaba la hora. Gritó de nuevo. Quería que toda la gente en el castillo la tuviera presente, ya ni siquiera la importaba el dolor.

Se acercó a la ventana y se apoyó en el alféizar. Sonrió con la mirada enajenada. La luna comenzaba a teñirse de sangre a la par que su rostro se transfiguraba. Soltó un alarido que incluso estremeció a los pájaros.

Los guardias golpearon la puerta. Ella no se inmutó. Gritó de nuevo cuando la sangre comenzó a brotar de sus heridas. Respiraba con dificultad y comenzó a reír histérica.

Imagen cedida por EMZ
Oyó voces en el pasillo. Los guardias querían impedir que su madre entrara. Ella gritó una vez más y se dejó caer en el suelo. Podía ver la luna completamente teñida de rojo. Cerró los ojos al sentir como sus delicadas piernas se volvían gruesas y peludas. Debía de ser su hermano el que sufriera el cambio, y sin embargo estaba segura de que se encontraría acurrucado en una esquina de su dormitorio, lloriqueando y haciendo fuerza con sus manos sobre las orejas. Ya no le importaba que las cosas no fueran como debieran, como siempre la historia había señalado. Ahora ella era la poderosa.

Cerró los ojos cuando sus uñas recién pintadas se transformaron en garras. Ya casi lo había conseguido, un pequeño esfuerzo más y lograría su objetivo.

27-07-2018

jueves, 19 de julio de 2018

HAPPY BIRTHDAY TO ME!!!

Podría ser un día más. En realidad lo es si omitimos que hoy me entregan el diploma de inglés y tengo que empezar a despedirme de mis compañeros. Más bien parecería un día un poco dramático. Ay, espera, que por lo visto también es mi cumpleaños. Bueno, eso está bien, supongo. Quiero decir, no es que me disguste cumplir años, es un indicativo más de la experiencia y el aprendizaje. Y no, tampoco es que me resulte especialmente duro el pasar “mi día” lejos de mi familia. Considero que hay distancias físicas que no suponen ninguna barrera emocional. Por supuesto que no siempre es así, a veces es justo todo lo contrario. De cualquier manera, voy a estar bien acompañada… so nothing to worry about.

Ahora bien, lo que por más que lo intente no puedo evitar es reflexionar sobre lo acontecido entre cumpleaños y cumpleaños. No ha sido un año fácil, pero soy joven, en realidad no puedo tener tanto de lo que quejarme. La verdad es que ahora que lo pienso, sí me parece una fecha importante; inicio un año nuevo, es mi 1 de enero. Nunca me ha llamado la atención eso de celebrar el 31 de Diciembre, es una de las muchas fechas comerciales. Tampoco creo en eso de “año nuevo, vida nueva”. Las etapas son cerradas cuando cada uno lo considere oportuno. No sé en qué momento estoy yo ahora, pero puedo asegurar que me levanto con una sonrisa con bastante frecuencia.


Me considero un ser extraño, raro, y eso a veces hasta me gusta, aunque no siempre me sepa defender. Al fin y al cabo soy hija del agua. Algunos dicen que soy especial. No sé hasta qué punto puedo creerles. Si me quieren, ¿qué me van a decir si no? En realidad creo que yo soy yo, con mis errores y mis aciertos. Soy yo, orgullosa de ser yo.

jueves, 12 de julio de 2018

Fortaleza de cristal

Los monstruos de la oscuridad podrían atraparla en cualquier lugar, pero nunca llegarían allí.

¿Tenía una explicación? Marta se sentó en un banco contemplando los coches pasar. El ruido de los motores lo inundaba todo y, sin embargo, todavía podía escuchar en la lejanía el mar: constante y misterioso. Pero ante todo oía su latido con una fuerza inusitada. Sonreía. Apenas habían pasado cuatro días desde que llegará a aquel pueblo costero. Pero había sido suficiente. Por fin estaba viva.


Se levantó y se acercó a la barandilla del acantilado. Cerró los ojos y respiró profundamente. Dejó que el olor del salitre penetrara en sus pulmones, que la invadiera toda y no pudiera volver a salir. ¡Estaba tan a gusto! Se separó un metro, dos, andando con determinación y la cabeza bien alta. Su piel de porcelana brillaba como pocas veces lo había hecho. Podría vivir allí, pero la vida real la estaba esperando en la gran ciudad. Dio un paso hacia delante y abandonó su castillo.

jueves, 5 de julio de 2018

Miedo

Era una burbuja. Una puta cúpula que no podía atravesar. Me sentía débil, como con la mente obnubilada. Y lo peor de todo es que estaba en mis manos la posibilidad de escapar, y allí dentro lo único que hacía era huir de mi misma. Lo pensaba, lo pronunciaba en voz alta: "Clara, muévete... no es tan difícil, vamos, despacito, no hay prisa... venga, primero un pie y después el otro". Pero no había manera. Me temblaban las piernas. Permanecí inmóvil durante años.

Había otros como yo, incluso más cerca de lo que me podía imaginar. A veces charlábamos, e incluso podíamos hablar abiertamente de nuestra situación, pero a la hora de la verdad, ninguno eramos capaces de avanzar, condenados como estatuas en la eternidad, con el convencimiento de esperar a que alguien viniera a rescatarnos. Creo que fue entonces cuando lo comprendí todo.

Cerré los ojos. Me olvidé de todo, de todos. Visualice mi objetivo. Fuera todo lo demás. Ahí estaba mi escapatoria. Sólo me faltaba creer. Levanté la pierna derecha y miré a mi alrededor. Allí estaba muy a gusto, pero me esperaba la realidad.

viernes, 29 de junio de 2018

Adiós


Se paró el reloj. Armando sonrió. Aquella noche le estaba resultando todavía más insoportable su tic-tac. Cincuenta y siete años conviviendo y no había podido acostumbrarse. Cerró los ojos y descansó por primera vez desde que le encerraron en aquella habitación. Armando descansó para siempre.

05-06-2018

viernes, 22 de junio de 2018

Críos

-¿Tú crees que se van a dar cuenta?

-Solo pasan dos trenes al día.

-Así no vendrá la gente de ciudad y nos podremos bañar en el río tranquilitos.

-Es verdad, ¿cómo no se nos ha ocurrido antes?

-Porque nos va a caer una buena bronca.

-No, no, esa va a ser solo para ti que has sido tú quien se ha colgado de la catenaria como un mono.

-Ya, pero fue tu idea.

-Bueno, vale, compartimos el castigo que así es más divertido.

08-05-2018

domingo, 10 de junio de 2018

Una de miedo. No, una de terror ¿no?

Abrió la puerta de su casa. Nos había estado vigilando desde la ventana de la cocina, y aún así, tardó más de diez minutos en presentarse. Pelo canoso, gafas, un aspecto sencillo, y quizá por eso, ya algo sospechoso. Nos enseñó su casa, grande eternamente grande. Nos dio detalles de todas y cada de una de las estancias. Sin embargo, nos preocupaba que aquello tuviera truco. Nos los mostró todo repitiendo la misma información. Incluso nos enseñó que todas las habitaciones tenían más de una entrada. Daba demasiados detalles, y todo en un mismo tono. Ni siquiera buscaba la complicidad con la mirada.

Reconozco que al principio aquella vieja casa en medio de la ciudad no me atrajo. El rellano me pareció insulso pero hubo varias estancias que me resultaron de lo más llamativas por su colorido y mobiliario, sobre todo, cuando acababas de ver otras tres monótonas habitaciones. Presté atención a sus explicaciones e incluso quise preguntar en varias ocasiones. Pronto comprendí, en cambio, que sería absurdo, pues en realidad relataba su discurso de memoria, puede que incluso sin comprender, y cualquier comentario anexo carecía de lógica alguna. Así que poco a poco mis compañeros dejaron de prestarla atención, y a la larga, ni siquiera se preocupaban por aparentar la falta de interés. Yo la observaba. Su mirada no me aportaba nada de confianza y tenía la impresión de que en aquella casa nada era lo que parecía.

Acabamos la visita. Ella se marchaba y nos tocaba pasar la noche a solas. Fuimos hasta la puerta. Sonrió con amargura, más bien me pareció un gesto mecánico, deshumanizado. Sólo dijo: "Buena suerte y disfrutar de la experiencia". Temí lo peor. Un escalofrío me recorrió la espalda mientras ella se daba la vuelta y desaparecía en la noche de la ciudad.

Parecía haber puesto absolutamente todas las cartas sobre la mesa. Se oían voces... tal y como nos había dicho... desaparecían objetos... como había vaticinado... pero, más allá... todo estaba en orden... también hizo hincapié en que las venganzas se servían en plato frío y que el amanecer era su momento favorito del día. ¿Qué esperar entonces?

Con las primeras luces del alba, la casa adquiría un aspecto más fantasmagórico aún. Luz tenue y silencio sepulcral aderezados con el ulular del búho. Pese a todo, no llegaba ese momento de terror. La ambientación era perfecta salvo por la ausencia del susto profetizado que no hacía sino alargar eternamente los minutos.

Sonó el timbre. Apareció... sonriente... casi de forma natural y derrochando amabilidad. Quizá sucedería al segundo día, o quizá aguardara la plenitud del sol para que todos viéramos su verdadera faceta. La cuestión es que se fue de nuevo tal y como habíamos acordado. Pero todo seguía en orden. La situación parecía incluso normal. ¿Es que acaso no nos iba a apuñalar pese a sus continuas amenazas? ¿Acaso no eran amenazas si ella misma lo había calificado así?

17-05-2018