lunes, 26 de diciembre de 2022

Aullido

Una vocecita en cada esquina,
en el cuarto a oscuras
donde habitan los miedos,
en el sendero
donde se pierde la inocencia.

Una vocecita que desgarra los tímpanos,
que susurra a gritos,
que se acuesta en el césped recien cortado
cuando el tiempo salpica las horas muertas.

Una vocecita le ahuya a las estrellas,
encubre a la luna los días de fiesta,
le esconde los secretos
a los guardianes de los sueños.

Una vocecita se agarra a los pulmones,
busca tesoros en el baúl del olvido,
acaricia las mentiras
que aún no se han contado.

Una vocecita.
Sin timbre.
Sin eco.
Sin voz.

viernes, 16 de diciembre de 2022

Querer o intentar lograrlo

Quiero que te enfades conmigo. Quiero que dejes pasar tres días sin contestar mi último mensaje; y al cuarto, mandes seis breves audios, en tu tono divertido pero que dejen muy claro tu descontento, que reconozcas que no te lo esperabas y que no sabes cómo actuar, que querrías hablarlo con calma pero que quizá sea mejor no decir nada más.

Quiero que me dejes en paz. Quiero que dejes de aparecerte en mis noches y cada vez que huelo tu perfume por la calle. Quiero dejarte de hablar. Quiero quedarme conforme cuando te deje de hablar. Quiero poder dejar de darle vueltas y simplemente cerrar tu puerta. Quiero enfadarme contigo.

Quiero bloquearte y cuando encuentres otra forma de contactarme, decir que no sé qué ha pasado, que el móvil últimamente hace cosas raras y que a mí también me había extrañado tu silencio, que pensé escribirte un par de veces y que incluso comencé a teclear, pero luego me arrepentí porque no quería molestarte. Porque no quería sentirme molesta conmigo misma después.

Quiero que me digas que estoy loca y que todo está en mi cabeza, que estoy pretendiendo que todo sea blanco o negro, que siempre elegimos discutir sobre los límites, que estuviste de acuerdo en dejar las cartas sobre la mesa, que todo está bien pero que todo ha cambiado.

Quiero dejar de conocerte. Quiero saber que tú tampoco te inventas conversaciones conmigo sabiendo que jamás las vamos a tener. Que no te reconcomes con aquel diálogo de besugos en que queríamos dejar de hacernos daño y no lo conseguimos. Quiero sentir tu rechazo. Quiero no darte pena.

Quiero volver al momento en que nos conocimos y saludarte con la misma cortesía; fijarme de nuevo en tus calcetines e insistir en que tenía unos exactamente iguales, con el mismo círculo descolorido en el tobillo izquierdo y los tres agujeritos en la planta del derecho.

Quiero sacudirme la primavera y aprovecharme del invierno. Quiero gritarte que te odio. Con todas mis fuerzas. Aunque se hayan esfumado todas mis energías. Quiero dejar de martirizarme, dejar de sentir mi propio rechazo, dejarme ser sin más.

Quiero susurrarte que ya no puedo quererte y que en este mismo instante dejo de hacerlo.

lunes, 12 de diciembre de 2022

Un mundo interior

Con sus calles cubiertas de pétalos rosas soterrando el asfalto. Entre parques tan inmensos que son ciudades de gnomos y gigantes. Bajo un cielo dibujado a carboncillo, pintado con témperas y decorado con virutas de chocolate puro.

Ante la mirada expectante de una pantalla que reclama toda la atención, que suplica por robarte la batería. Contra los fantasmas que saludan por la noche en recién construidos edificios. Desde las jaulas que están fuera de la cárcel y se empapan al saltar sobre los charcos de las aceras. Tras la cortina que nunca cumple con su función.

Según lo que se decía en los cuentos y podía haber sido leyenda o crónica histórica. En medio de ese rincón secreto que es el oasis del desierto y ha olvidado sus coordenadas. A la orilla de un río de aguas turbias y corrientes en calma. Hacia puertos que tienen que esconder la noche sobre sus aguas.

Para soñar una realidad que ni siquiera fue imaginada por dulce y tierna. Sobre el humo de una hoguera que arde incluso cuando se han llevado los rescoldos. De escamas de sirena que relucen bajo la luz de la luna llena y alas de hada que se recortan bajo el sol resplandeciente. Hasta playas infinitas bañadas por arena fina y acantilados escarpados. Sin cordones en los zapatos ni bolígrafos permanente.

Por el hostil mundo exterior en el que aún quedan sueños.

jueves, 8 de diciembre de 2022

Corrientes eléctricas

Algo de luz. Como cuando no hay persianas y el techo refleja la vida nocturna de la ciudad. Con sus risas, su jolgorio, sus colores festivos y su silencio. Como cuando la luna y las estrellas deslumbran los campos de trigo. Con sus graznidos, sus crujidos misteriosos, sus sombras y su silencio.

Un poco de calma. Una llamita que se tambalea con el viento. La vela siempre encendida en el rincón siempre olvidado.

Algo de luz. Como cuando la linterna revela la capa de polvo que se refugia bajo el sofá. Virutas de corcho y vida que crecen sin prisa pero sin pausa. Como cuando la lámpara que apenas roza los rostros titila en una discusión familiar. Parpadeo inconstante que responde a unas bombillas que ya no se fabrican.

Un poco de calma. El pilotito rojo que ubica la televisión en el mueble abarrotado de libros no leídos. Un destello monótono, incesante, seguro, incansable sobre la pantalla del móvil.

Algo de luz. Como cuando el microondas no reclama la atención. Con su chisporroteo y el olor a macarrones recalentados. Como cuando la chimenea mantiene las brasas hasta que todos se han dormido. Con sus crepitar y el aroma del bosque.

Un poco de calma. Los rayos del sol sobre las mejillas en un tarde fría. El resplandor de un mantel blanco en la comida de Navidad.

Algo de luz que ciegue la falta de claridad.

Un poco de calma que engulla la niebla.

lunes, 7 de noviembre de 2022

Berryl - 4. La cafetería

Los días de lluvia Berryl cambia el parque por una cafetería desde la que poder seguir vigilando el templo.

Pide un café con leche al entrar y dos veces al mes se permite un dulce. Sin chocolate. A media mañana llama al camarero para que le lleve un zumo de naranja. Una vez por semana se consiente el antojo de un pincho de tortilla.

No es fiel a ninguna cafetería de la zona. Las escoge al azar. Como mucho en función de la afluencia de clientela. Cuanta más, mejor. Más conversaciones que escuchar. Y el riesgo de que más gente se dirija a ella. Con un comentario amable o vulgar. O con una pregunta que responderá haciendo el menor uso de saliva.

Antes de las 13:30h pone rumbo a su casa. Por las calles más concurridas pero evitando Gran Vía. Deteniéndose en alguna zapatería. Con su bolsa de tela repleta de periódicos.

viernes, 21 de octubre de 2022

Berryl - 3. El templo de Debód

Se acerca andando hasta el Templo de Debód. No es un paseo muy largo, agradable si el tiempo acompaña, eterno si el cielo se pone en su contra. A veces incluso, coge el metro. El autobús no porque da mucha vuelta y ella tiene cosas más importantes que hacer.

Sube las escaleras. Despacio pero con paso firme. Contempla de pie por cinco minutos la antigua edificación egipcia. Después da una vuelta y media por el parque y se sienta en un banco. Intenta que no sea siempre el mismo.

La primera media hora la dedica a observar a los viandantes. Acaricia a dos de cada tres perros que se le acercan y le hace una carantoña a la mitad de los niños pequeños que están aprendiendo a caminar. A los demás los ignora.

Después saca todos los periódicos y los apoya sobre sus muslos. Los ojea uno a uno y los va devolviendo a la bolsa. No se salta ni un solo artículo o anuncio. La lectura en profundidad es para la tarde, cuando se sienta en el sillón frente al ventanal del salón con una humeante taza de té y una copita de whiskey.

Aunque no levante la vista del papel, presta atención a las conversaciones de los viandantes, sobre todo de los extranjeros; sus favoritas: las de jóvenes estudiantes nórdicos.

domingo, 16 de octubre de 2022

Berryl – 2. La librería

Baja a la calle todas las mañanas. Llueva, truene o se aproxime un vendaval. Ni muy temprano (que madrugar tampoco es que le haga mucha gracia) ni cuando el sol ya está en lo alto. Es más de calzarse a eso de las diez, para cuando han abierto la librería.

Los libros no le interesan. No todos los días. O sea, sí, compra un ejemplar cuatro, cinco veces al año, y para cuando viene la Feria del Libro, es obligatoria su visita al Retiro.

Va a la librería por los periódicos. Compra un ejemplar de cada edición: El país, Le monde, The New York Times, the Washington Post, The Guardian, Die Zeit y La Stampa. Los guarda todos en una bolsa de tela y se despide con una sonrisa amable. Apenas habla. La tendera siempre le hace alguna pregunta. Ella asiente o niega con la cabeza. Evita establecer conexión visual. Pero siempre sonríe.

lunes, 10 de octubre de 2022

Berryl - 1. Aspecto y vivienda

Señora de 83 años, alta, ligeramente encorvada.

Pelo completamente blanco, corto, con una estudiada capa de laca, bien peinado pero no como de haber salido de la peluquería hace diez minutos. Maquillaje evidente pero sutil.

Traje de falda verde, al estilo de los que lleva la gente de su edad los domingos a misa. Ella no pisa la iglesia. Ni los domingos ni ningún otro día. Bodas, bautizos y comuniones tampoco son excepción.

Vive en un cuarto sin ascensor. Manolo, el del tercero, le compra un poco de fruta los martes y los viernes. Julia, la hija de los del segundo, se pasa todos los jueves por el mercado y le lleva pescado fresco y algo de carne. Ernesto, con el que comparte rellano, le presta su ordenador siempre que lo necesite para que haga un pedido online a su supermercado de confianza. Y Sofía, la nieta de la señora Agustina, le ayuda a limpiar la casa cuando no está estudiando.

jueves, 6 de octubre de 2022

Sobre el barro

¿Que más? Si el árbol ya se ha secado y el viento ha partido sus ramas. Si ya no ofrece cobijo a las ardillas y hasta las hormigas lo rehuyen. Si las raices desconocen el abono y la corteza ha perdido el musgo que le señalaba su norte.

¿Qué mas? Si la piel se ha agrietado y las manos ya no saben lo que es el tacto. Si los párpados se han cerrado y en los oídos se acumula la cera. Si las piernas se han entumecido y los pies no recuerdan el juego del equilibrio.

¿Por qué mas? Cuando el cielo está despejado pero se han apagado todas las estrellas. Cuando la luna ya no quiere influir en las mareas y los rayos solares conversan con la capa de ozono como si fueran mejores amigos. Cuando llega el silencio que se impone a los truenos.

¿Por qué mas? Cuando las miradas ya no son testigo de encuentros fugaces y las palabras se han vuelto tímidas. Cuando las caricias han olvidado el cariño y los susurros se escuchan como gritos. Cuando no queda amor para despertar la primavera.

¿Cuánto más? Si la mugre ya lo ha cubierto todo y aún queda suciedad bajo las uñas. Si se ha perdido cada centímetro de tierra sobre la que crecía el grano. Si llueve sobre mojado y no queda aire que respirar.

¿Cuánto más? Si el último suspiro condena la vigilia y la llama desconoce ahora el fuego. Si la curvatura de los labios no puede moldearse. Si ha llegado el final y aún queda camino por recorrer.

lunes, 26 de septiembre de 2022

Cine de excesos

Tres mil años esperándote sigue a Alithia, doctora en literatura, que vive feliz pero es muy escéptica. Un día libera a un genio de su lámpara y debe formular tres deseos. Ella se niega, sabe que todos los cuentos con genios acaban mal. El genio insiste y le cuenta las peticiones de las otras personas que le liberaran. Finalmente Alithia pide un deseo que sorprenderá al propio genio.

Es basicamente una película que contiene muchas historias y luego se queda vacía. Los personajes tienen una buena construcción y se crea una llamativa atmósfera mágica, pero al final es un guion evidente y cuando Alithia pide su deseo, todo lo que había de interesante en los personajes se difumina. Demasiada moralina, efectos especiales e imágenes saturadas que pretende dirigirse a los adultos pero que carece de personalidad (eso que precisamente tienen los cuentos y a lo que se supone que aspira), otro producto comercial más que acaba por pinchar por su exceso de estímulos.

sábado, 24 de septiembre de 2022

Muralla: muro u obra defensiva

Lo he visto. Me he acercado a ti y he podido vislumbrar la muralla. Casi una fortaleza que tú mismo has querido dejar inacabada. O has empezado a destruir desde dentro.

Al principio había arcos de sillería; y un poco más allá, piedras de la época del muro de Berlín. Me he encontrado con una zona de ladrillos desgastados por los vaivenes del tiempo, probablemente construcciones mozárabes. Vallas amarillas de obra se extienden por un par de kilómetros, y después, apenas unos metros de celosía metálica. Una arbitraria mezcla de estilos en un orden perfectamente estudiado. Una obra muy tuya.

En el flanco norte hallé un agujero por el que se escapa el niño que fuiste y explora el mundo. Puedo que incluso se permita alguna travesura. El lugar del contrabando. También. Por donde se cuela el chantaje. Por donde permites el paso de quien juraste tenía la entrada vetada.

En el flanco sur creí haberme perdido. Era un lodazal rodeado de zarzas y grandes pinos, de niebla que iba y venía. Entonces he encontrado un camino de baldosas amarillas que ha terminado junto a un campo de amapolas. También una obra muy tuya.

Con el anochecer, he regresado al inicio de mi ruta y me he tumbado sobre el césped. He visto las estrellas y el principio de una tormenta. No he buscado refugio. Solo cuando por el frío empezaban a entumecérseme los dedos de los pies, me he levantado y he caminado hasta la frontera. Hasta el pórtico que fuiste decorando tras cada uno de nuestros encuentros.

Y lo he rozado. He sentido el latir de tu corazón. Acompasado. En calma. Como nunca antes noté sobre tu pecho.

Ha estallado. El arte barroco y el art-decó. Las losas del neolítico y los listones nórdicos. Todo. Ha explotado en mil pedazos. Se han incrustado en mis pulmones. Han saltado a mis ojos y me han dejado ciega. Se han clavado en tu diafragma y han regresado tus branquias primigenias.

Estamos aquí. El uno frente al otro incapaces de articular palabra alguna.

martes, 20 de septiembre de 2022

Entre valles: cine rumano ¿o gallego?

Un bosque eterno de caminos embarrados. Niebla. Personajes ancianos que viven felices (y/o atrapados) entre sus valles pese a todas las limitaciones. Si no fuera porque había leido que era una película rumana (y enseguida se aprecia por el idioma), podría haber pensado que era gallega.

Dirigida por Radu Muntean, Entre valles cuenta la historia de unos jóvenes que con el fin de año entregan sacos de comida a los pueblos más lejanos de los valles que suelene quedar incomunicados largas temporadas en el invierno. Misiones humanitarias que dependen de los ayuntamientos y que no siempre llegan a todos los habitantes. En el camino se encuentran con un hombre mayor surcado de arrugas que les pide le acerquen al aserradero en el que trabajan. Más adelante, el coche queda atrapado en una zanja y descubren que el aserradero lleva un tiempo abandonado. El frío de la noche cae y se debaten entre ayudar o no al senil anciano. Se evidencia el debate entre la generosidad o la propia supervivencia.

Enmarcada en el drama, por momentos parece que se va ha convertir en una de terror (es lo que tienen los bosques por la noche y la niebla..., para mayor muestra el cartel), y tiene puntos de comedia buenísimos porque el anciano protagonista no se calla (y sí, está enfermo, pero se cuenta desde el cariño y la inocencia).

Técnicamente es una película que no sobresale pero que visualmente atrae; con planos en los que la naturaleza es una protagonista más, utiliza con rigurosidad unos más cortos (para la complicidad y las discusiones entre los protagonistas) y otros más amplios (en esos bellos y peligrosos bosques) donde prima la búsqueda de la luz natural frente a la luminosidad cinematográfica (cuando dos de los protagonistas van a buscar al anciano al aserradero, llevan sus linternas y hay poco más que la luz de la luna). Destacar también que carece de música extradiegética (ni siquiera en los créditos),

 En conclusión, una pieza reflexiva a la par que ingeniosa sobre la empatía y la bondad. Y me reitero, es una película de Rumanía que podían haber protagonizado gallegos. Por temática, podíamos desplazarla igualmente a toda la cordillera Cantábrica o Pirenaica. No es una realidad tan lejana.

domingo, 18 de septiembre de 2022

Naturaleza

Una cumbre. Porque aún hay que escalarla. Un precipicio. Porque ya se ha acometido parte de la ascensión. A media altura. O a tres cuartos. O a un octavo. Una cordillera de montes aún pendientes de explorar. Los bosques de siempre con algún rinconcito nuevo. Una cascada estacional y dos lagos que se van convirtiendo en charcos. Hojas secas sobre el césped verde. Piñas con las que resbalarse y rocas que ayudan a trepar. Piedras dudosas de su posición. Colección de minerales asomándose con timidez.

Cinco aves en plena migración y un oso hibernando. Puede que alguna culebra. Muchas flores de colores. Un pasamontañas abandonado y las muescas de un amor de verano sobre el árbol que arrancó la tormenta. Una cueva escondida tras el matorral. Secreta y mundialmente famosa. Una red de senderos que cambia con la dirección del viento. Musgo que siempre señala el norte. El rocío para despertarse.

Algarabía y jolgorio de seres sobrenaturales. Unos con superpoderes. Otros con lanzas de puntas prendidas. Tardes que se marchan con el sol y amaneceres que no conocen las estrellas.

miércoles, 14 de septiembre de 2022

Hibridación teatral

Creo que no había llegado a comprender lo que es la hibridación de los distintos lenguajes que pueden ser llevados sobre el escenario hasta ver "Talaré a los hombres de sobre la faz de la tierra", con dramaturgia y dirección de María Velasco, premio Max a la mejor autoría teatral 2022. Precisamente por el premio, tenía mis dudas de ir a verla, y también precisamente por ser María Velasco (de quién creo no había visto nunca antes nada pero me han hablado mucho) tenía que ir a verla.

Monólogos rompiendo la cuarta pared. Textos proyectados en lugar de ser contados. Un hombre que danza y se superpone a los diálogos. Música en directo. Escenas que ocurren a la vez sobre el escenario y se desarrollan narrativamente en momentos diferentes. Fragmentos radiofónicos. Un escenario que no es literalmente el espacio de la historia, y metafóricamente es el único espacio en que debe ser contada. De prostitución y desnudos.

No es la clásica obra de un gran teatro en el centro de Madrid. Afortunadamente no es eso. Es una obra del tiempo en que vivimos. De la multipantalla, del ritmo ágil, de un replanteamiento de temas que estamos hartos de escuchar en las noticias y que aquí se muestran desde la sensibilidad.

Como el título viene a sugerir, se habla de ecologismo, de sexo y de feminidad; pero por encima de todo, de identidad. La constante batalla del quién soy. De nuevo EL tema en el que se centran tantas dramaturgias, literatura y productos audiovisual. Y sin embargo, la forma de contarlo, evita que pienses que es otra vez lo mismo.

A ello hay que sumarle una interpretación brutal por parte de la protagonista, Laia Manzanares, sin desmerecer al resto del elenco (que parte de una caracterización de personajes desde el texto brillante), un poco de humo, simbolismos plásticos y una iluminación que llena por si solo de belleza el escenario.

El texto probablemente no lo haya comprendido del todo (ni siquiera creo que me haya acercado a la primera capa), pero desde luego que había mucha chicha. No sé que otras obras estarían nominadas en los Max, pero aquí había fragmentos sobre los que recrearse. Me quedo con una frase que resume muy bien ciertos momentos: he perdido la custodia de mi yo interior. La identidad, por supuesto, me tenía que quedar con esa frase.

En conclusión, una pieza original, no apta para todos los públicos aunque necesaria (por sensibilidades y creatividad de puesta en escena), muy necesaria.

domingo, 11 de septiembre de 2022

Perfumado

Olía a verano. A camisetas pegadas a la espalda y bañadores siempre mojados. Olía a tardes lentas. E intensas. Y a noches largas. Olía a voces afónicas de tanto reír y deportivas desgastadas de tanto bailar. Olía a cuerpos demasiado juntos y silencios demasiado cortos. A reencuentros y desencuentros. Olía a los desayunos en el porche y la sobremesa en el patio. A jugar al balón y que acabara en la finca de al lado. Olía a batallas de globos de agua. Y a esos amores fugaces. Olía a las canciones de la década pasada. A los mercadillos y las excursiones improvisadas.

Olía a todo eso que había perdido su aroma natural. Pero seguía oliendo.

lunes, 1 de agosto de 2022

La familia y los mundos que la orbitan

La película Cinco lobitos dirigida por Alauda Ruiz de Azúa, gran triunfadora en el último festival de Málaga y todavía en las carteleras desde su estreno en mayo, cuenta la historia de Amaia, una joven que acaba de ser madre y se muda un tiempo con sus padres al sentirse desbordada por la situación, no sólo por lo que supone cuidar a una criatura indefensa, sino por todas las limitaciones laborales, sociales y familiares que impiden la conciliación en pleno siglo XXI (por que sí, ciertamente se ha empezado a hablar del tema sin que sea un tabú, pero pocas veces se ha llevado a la gran pantalla y mucho menos se han dado pasos en la vida cotidiana). Hasta aquí el punto de arranque. Porque el argumento principal va por otro camino. O así lo entendí yo.

Gran parte de la publicidad (al menos como la leí todo este tiempo) es que la película trata de cómo, aunque seas madre, al volver a casa de tus padres, sigues siendo hija. Pero lo que cuenta la historia es que aunque tú vuelvas a casa y te pretendas etiquetar solo como hija, eres madre (o adulta en general) y vas a asumir ese papel de forma natural, aunque lleve más tiempo de lo pensado.

Los temas principales están muy cuidados desde el diálogo y el subtexto, que siempre está presente pero sin resultar un acertijo. El largometraje habla de cuidar y que te cuiden aunque no lo parezca. Del cariño que no se demuestra pero está.

Un poco larga aunque tampoco sabría decir qué le sobra porque sabe cuidar a los personajes secundarios. El elenco es sobresaliente cumpliendo, aquí sí, cumpliendo las expectativas: el trío protagonista que forman Laia Costa, Susi Sánchez y Ramón Barea consigue hacerte olvidar que estás en un cine y lo que sucede bien lo podrías estar cotilleando junto a la puerta de tu habitación. Destaca también la fotografía, cuidada y preciosista como buena película rodada en el Pais Vasco.

En definitiva: está bien. Cumple los estándares de calidad, en ciertos términos los supera, pero al final es otra película sobre la familia "perfecta" que acaba desestructurada y las dificultades a las que nos enfrentamos las mujeres. No va mucho más allá. Quizá tampoco sea eso necesario.

sábado, 30 de julio de 2022

A ti también

La norma es clara desde el principio: nada de primera persona que sea en primera persona. Es decir, es válido el término yo y todas las conjugaciones que ello implica, siempre y cuando se trate de un otro. Cuando sea un juego de palabras. De escritura. De gestos despistados. Eso está permitido. Y aún más, es casi una obligación un par de veces al año. Lo que viene a su vez a significar que todo lo demás es una prohibición. Una cláusula estudiada a conciencia. Y, seamos sinceros, de la misma forma, preparada para incumplirse.

Hasta hace tres años observaba los términos gracias y por favor como complementos decorativos al final de una frase, innecesarios, ignorados, ni siquiera un sujeto que se sobreentiende por la forma del verbo. El signo de interrogación que es invisible cuando se pronuncia. Era así no por decisión propia, sino como resultado de la observación de su existencia.

Cobró sentido entre los descerebrados de los ingleses. Ellos, que omiten la exclamación del principio y pronuncian lo que buenamente les viene en gana, lo hicieron real. De una sinceridad tan natural que podía rasgar los tímpanos. Como la magia de revelar una fotografía analógica. Como llevar la mascarilla y aún así saber que la otra persona te sonríe cariñosa.

Y de regreso fueron apaleadas. Palabras expulsadas. Desterradas. Por un tiempo. Porque aquí también hay lugares en que cobran vida. Oasis de caricias que no llegan a rozar la piel y la penetran hasta la raiz. Como encontrar un tesoro bajo la forma de la piedra más común del monte.

Afortunada YO de poder vivir en ese monte y construir mi castillo en base a esos dos términos.

miércoles, 27 de julio de 2022

Partículas

Se infla. Rápido. A trompicones. Se vacía. De forma violenta. Coge más aire. Más. Lo expulsa. Apenas el oxígeno puede llegar a la sangre. El dióxido de carbono se queda, repite el ciclo a través del sistema circulatorio. Ejerce de guía turístico entre las bacterias y discute con las plaquetas. Explora. Presta más atención. Se hace una vaga idea del exterior gracias a las venas más superficiales. Juega con las proteínas y miente a los glóbulos blancos. Miente a todos. Hace como que no ha visto los carteles que le indican la proximidad de los pulmones. Trata de ignorarlo. Pero ahí está de nuevo, el ritmo incesante de un corazón acelerado, incomodado con las arterias que le sostienen. Trata de escapar, de ir en dirección contraria, de adherirse a una célula y desenmascarar al ácido desoxirribonucleico.

Las compuertas se abren. Es arrastrado. El aire salvaje del exterior lo recibe. A trompicones. Agresivamente. Un mundo en el que comprueba cómo se infla. Y se desinfla. Rápido. Más rápido. Con los ojos muy abiertos. La mirada perdida. Enfocada en algún otro lugar. Con la piel sudorosa y las manos incapaces de controlar el temblor. Sacudidas regulares. Evidentes. Sin prisa por detenerse. Con la necesidad del vértigo, de desafiar a los cambios de temperatura y rivalizar con nuevas melodías. Deseoso de dar con el argumento que le permita culpar al cielo. Por eso de los cambios de presión. O que justifique que el viento solo quiso mecer suavemente su melena y no supo contener su intensidad hasta descubrirlo enmarañado.

Se desinfla. Cede. Lentamente. Con delicadeza. Se acciona con un interruptor. Con la luna guiando las mareas. Con la noche despertando los sueños y el día durmiendo las pesadillas. Se desinfla. Cede. Se accionan los músculos de forma involuntaria. Respira.

viernes, 22 de julio de 2022

Una pena. Todo

Tenía la sospecha, por el trailer y la sinopsis, de que no me terminaría de convencer, pero con ese título, y precisamente sobre lo que trata, tenía que verla. Y la anterior película de Nely Reguera, María (y los demás), me había gustado bastante. La intuición no suele equivocarse. Ésta vez tampoco.

La cámara sigue el viaje a un campo de refugiados en Grecia de una mujer, médico jubilada con un contacto frío con su familia y aburrida de la vida de jubiladas de sus amigas. En su labor como voluntaria, choca con un mundo lleno de férreas normas y un niño sin familia del que se encariña. Contado casi en formato documental, es precisamente esto lo que creo que se debería haber profundizado. En todos los aspectos, porque se intuye que juega con esta forma de contarlo en ciertos planos pero no termina de apostar por ello. Es ficción, lo sabemos. Pero es una gran realidad. Y eso también lo sabemos. ¿Por qué no sacarle más partido a la historia con esos otros recursos? No hablo de llevarlo todo al drama más absoluto (que sin duda es lo que sucede a diario), pero al final es como que trata de hablar de algo serio y se queda en la superficie.

Hay humanidad, hay un guion con ciertos diálogos muy pulidos, hay una protagonista sólida (tanto como construcción textual como en la interpretación de Carmen Machi) y un elenco de secundarios que termina de construir ese campo de refugiados desde la ironía, pero al final La voluntaria es una película sobre la vida que se queda plana, carente de vida.

viernes, 15 de julio de 2022

Ilusión

Ahora se ve. Es solo una estructura pero lo suficientemente rígida para apoyar los pies. Y no caerse. Otra cosa es encontrar el equilibrio, eso es diferente. Una cuestión de tiempo.

Lo que pasa es que ya estaba ahí. Está. Le hace falta una mano de pintura y un par de arreglos,... las goteras, esa ventana sin cristal, los tres azulejos partidos,... quizá añadir una nueva habitación. Es aquel hogar en otra casa. Demasiado parecida. Luego distante.

No encaja. Chirría. Hace saltar las alarmas. Es una puerta que necesita que le engrasen las visagras; la primera vez hace gracia porque recuerda a una casa encantada. Después la broma se hace pesada.

A lo mejor es un gran trampantojo. Parece pero no es. Hay conexiones que logran un efecto placebo. Ni siquiera es algo natural. Enlaces de un hilo invisible para que pueda quedar todo amarrado. Para que no se lo lleve el viento.

El problema es que es arena. Fina. Suave. Casi una caricia que con el viento desgarra.

O agua. Que se evapora y aun encapsulada se escapa. La de todo un océano. Ausente y risueño.

Un escalón. Eso también puede ser. Para llegar al siguiente nivel. Una escalera que aun bajando te hace subir. Unas zapatillas a las que regresar. Solo que ahora aprietan. No se tiran. Tampoco se guardan en una caja al fondo del armario. Simplemente están. Como estarán y estuvieron.

Una estructura desde la que se ve el mismo jardín. Con el mismo arbolito de siempre. Y el tronco igual de enclenque. Las raíces tampoco han sido modificadas genéticamente. No se ven, pero ahora llegan más allá. Las hojas han descubierto nuevos colores, así como que deben desaparecer con el frío y dar sombra con el calor. El mismo jardín que ya no sueña con flores ni las ansía. Porque sabe que vendrán.

martes, 12 de julio de 2022

El texto sí pero poco más

Recientemente se ha podido ver en el Teatro de la Abadía el espectáculo Sólo yo escape. Procedente del festival Temporada Arte (un relevante festival de artes escénicas del otoño catalán) y del Teatre Lliure de Barcelona, se ha convertido, bajo mi punto de vista) en una decepción más de la temporada.

La historia nos habla de un grupo de ancianas que comparte un rato de charla en el jardín, pasando por elementos cotidianos hasta los pensamientos más profundos de todos y cada uno de esos personajes. El texto, esto sí, está lleno de recovecos, con diálogos naturales donde las unas se cortan a las otras, con frases cargadas de subtexto y, en espcecial, unos monólogos que muestran la perfecta construcción de los personajes.

Pero ya está. Porque creo que la dirección va en contra de todo eso. El texto habla de la tercera edad desde un punto de vista moderno (demasiado actual si se tienen en cuenta los fragmentos que hablan de un futuro próximo apocalíptico pero fue escrito previamente a la pandemia...) y la dirección creo que pretende subirse a ese mismo caballo y acaba por generar un mundo que llama la atención pero no conjuga con lo demás: desde el vestuario a la escenegrafía (y me detengo un segundo aquí porque sobre las tablas vemos cuatro sillas y una pared llena de plantas. Creo que se pueden hacer grandes maravillas sin, o con muy pocos, elementos sobre el escenario si se sabe jugar precisamente con el espacio, con el equilibrio, con la coreografía, con las luces,... y eso aquí no pasa, hay movimiento pero la escena es estática). Lo mismo sucede con la videoescena, desde luego que los recursos de proyección son un elemento que está ganando cada vez más relevancia, pero hay que utilizarlos con un fin determinado, como lo son todos los demás; aquí se proyectan los números al inicio de cada fragmento (¿para qué?) así como un texto en el mismo estilo de las interrupciones que lleva un personaje haciendo toda la obra (¿qué aporta?).

Vuelvo al texto para hablar de las interpretaciones. Sí, es un texto muy picado lleno de interrupciones, los monólogos como fragmentos individuales son geniales y la parte de la rabia es lo mejor con diferencia, pero ya. Por ratos parecía que leían el texto, casi terminabas por entender el patrón de cuándo una iba a pisar a la otra porque se veían demasiado preparadas. No hay cariño entre los personajes pese a que el texto sí lo deja ver, nunca se acercan las unas a las otras. Es como poner la televisión cuando llegas a casa cansado de todo el día trabajando. Ruido de fondo. Sin apenas silencios. Y cuando lo hay, en los últimos minutos, ya casi no tiene sentido. Es una cuestión de ritmo y no creo que sea nada fácil, pero ahí está, por ejemplo, la ya lejana Hermanas de Pascal Rambert que hace esto mismo y lo hace parecer fácil.

En conclusión, si ya venía pensando que había sido una temporada teatral muy floja en Madrid, sospecho que en toda España. Han sido varias las apuntas por textos sobre la tercera edad pero los montajes se quedan en banalidades para sacarles el dinero precisamente a esos que pretenden homenajear. Menos mal que queda el teatro alternativo.

viernes, 8 de julio de 2022

Cuento de hadas y dragones

Fue arrancado, sacado de contexto y vapuleado. Pasó a ser un socavón en la tierra cubierta de hojas secas. O la gota que cae del árbol y se choca contra el agua hundiéndose hasta el fango sin dejar ondas en la superficie.

Fue una mañana que despertó nublada y se desvaneció en la cama. Quizá antes. Un atardecer soleado que empuja la bicicleta entre los campos de trigo. O puede que ahora. En la noche de lluvia de estrellas con la luna llena obviando cada sombra. Cuando en la casa del pueblo crujen las escaleras y el eco se pierde entre el jolgorio. Y los niños dicen ver fantasmas.

Fue una trenza que pretendía recoger el pelo salvaje. Y una sonrisa a medias en el espejo retrovisor. Fue el río deslizándose lentamente entre las piernas. El viento agitando con delicadeza el vestido de volantes azules. Pero también el frío a través de la ventana mientras los pies se acercaban a la chimenea. Aquellas tazas de café en la sobremesa que confundían cuándo había acabado la comida y empezado la cena.

Fue un misterio perfecto, sin detective ni abogados de por medio. La curiosidad permanente como punto del signo de exclamación. El instinto certero como base de cada interrogante. La conclusión de una historia inventada en una conversación verosimil.

Fue la bocanada de aire que se perdió en el silencio. Un bostezo al despertar de la siesta en el jardín. Un suspiro en la distancia. Un pensamiento estando cerca.

Fue un ramo de flores y un perfume barato. Detalles y generalidades. Una caricia con las uñas recién pintadas. Un último beso que no lo era.

Fue dulce. Amargo. Indigesto. Fue una bañera de hielo y la vomitona en el retrete. El sudor seco sobre la frente y ojeras tatuadas.

Fue el error que tenía ser.

domingo, 3 de julio de 2022

Hueco

No existe. Oficialmente no es nada. No tiene ni forma ni lugar. No se puede nombrar; tampoco definir su edad. Ni el momento histórico al que pertenece. Son huesos sin forma de esqueleto. El hallazgo de una cantera no excavada. O la ropa que siempre queda en el cesto de la colada.

No existe ni tiene voluntad de ello. Ni siquiera como vacío legal. Es plastilina, esa que está formada por una variopinta gama de colores y se ha quedado seca y dura después del primer uso. Y precisamente por eso no se quiere tirar, porque apenas se ha utilizado. Tampoco es un desperdicio ni se puede reciclar.

No existe aunque se pretenda buscar en las mentiras las mil y una formas del engaño. Esa es la parte más absurda. La del fingimiento constante, tanto que parece lo real.

jueves, 30 de junio de 2022

Amigos de pueblo

Nosotros no nos mataremos con pistolas es una película catalana dirigida por María Ripoll. En tono de comedia dramática, profundiza en la amistad de un grupo de treintañeros que vuelven a juntarse en las fiestas de su pueblo tras mucho tiempo separados.

Como argumento, hay mil películas más por el estilo y desde luego que juega con los clichés y estereotipos corriendo el peligro de ser evidente, pero sabe mantenerse siempre al límite. Obviamente la diferencia aquí siempre está en la caracterización de los personajes (quizá incluso en alguna interpretación).

El otro tema relevante (un acierto demasiado superficial) es la salud mental, el suicidio en concreto. Se habla y no se habla de ello. Se muestra y se evita. Como en la propia realidad. Una pena.

A nivel formal no tiene nada en concreto que resaltar. Sospecho que la fotografía podría haber sido más preciosista pero no era el objetivo.

Destacar, eso sí, el título, porque no es nada sencillo dar con uno lo suficientemente concreto sin revelar demasiado pero que al ver la película se entienda el por qué. Lo mismo con el cartel.

No es una gran película y los personajes dan para mucho más, pero supero mis (bajas) expectativas.

lunes, 27 de junio de 2022

El telefonillo

Subió el escalón del portal y tiró directamente de la puerta. Estaba cerrada. No era habitual. Se acercó al telefonillo. Pulsó la tecla del tercero A con sus largas uñas de manicura perfecta, la mano izquierda coloreada de rosa chicle; y la derecha, en un llamativo verde lima.

-¿Siiiii? - se escuchó una voz femenina rasgada al otro lado.

-Soy yo.

La anciana colgó de inmediato y la joven de deportivas de marca apretó otra vez el telefonillo. Cuando descolgaron no hubo respuesta.

-Soy yo, abre - insistió pacientemente.

-¿Yo? No conozco a ningún yo - y cortó la comunicación.

La joven con un top naranja fosforescente bien ceñidito echó un vistazo a la calle. Quizá algún vecino regresara del trabajo en aquel momento y al menos le abriría el portal. Hubiera aceptado incluso cruzarse con la del primero que todavía la seguía tirando de los mofletes. Pero no fue así y se decidió a pulsar nuevamente el botón del tercero A.

-Abre, abu.

-¿Abu? ¿Pero tú quién te has creído? ¿Quién te ha dicho a ti que yo soy una ancianita indefensa? - Probablemente hubiera sido ella la última en entrar. Se aseguraba hasta cinco veces de que había quedado bien cerrado.

-Pero abu, que soy yo - perseveraba mientras se subía el pantalón vaquero. Era corto. Muy corto. Apenas un trozo de tela agujereada por el que se le escapaba medio culo.

-Y vuelta la mula al trigo, que no te conozco. Lárgate de aquí o llamo a la policía.

Respiró hondo y se maldijo por no haber hecho caso a su madre y llevarse las llaves. Pulsó una vez más el telefonillo.

-Soy Mónica - escupió la joven según escuchó que atendían al otro lado.

-¡Ay, hijita, espera un segundo que te abro! Pasa enseguida y asegúrate que se cierra, que hay por ahí un tal Yo que no sabes que rato más malo me ha hecho pasar.

Mónica atravesó la entradita. Se miró en el espejo: la bronca de su abuela iba a ser monumental. El portal quedó abierto.

jueves, 23 de junio de 2022

Aurora

Ya pasó. Fue otro momento. El que no llegaron a mostrar en los telediarios porque se emitía el episodio de la última serie de moda. El del niño que pintarrajea el catálogo de unos grandes almacenes como lista de los deseos para sus majestades los Reyes Magos. El de la tarta de cumpleaños dispuesta sobre la mesa con las velas encendidas y nadie alrededor para la celebración.

Ya no es. Se fue a otro tiempo. A una época que no existe en los libros de Historia. Descansa a la sombra de un ciprés y se enreda entre las hojas del helecho. Se diluye. Flota. Cuando el viento sopla, abraza a las palabras olvidadas y conjuga los sueños en duermevela con los secretos a medianoche. Se abrasa. Arde. Protege sus frutos. En la tierra. En el agua. En el aire. En el fuego. En un mundo al que no pertenece ni quiere volver.

Ya. Es nada. Pero fue.

martes, 21 de junio de 2022

En las tardes de primavera

Alguna vez ha estallado el tiempo, ha reventado en mil pedazos que han salido al mundo exterior, se han acoplado a la órbita de un planeta lejano y han acabado absorbidos por un agujero negro.

Alguna vez han dominado las estrellas, se han hecho con el poder de las mareas y han destruido la interacción de toda fuerza gravitacional, incluso han conseguido hacer desaparecer cualquier norma de la física moderna.

Alguna vez han existido los sueños y los fantasmas. Ha sucedido en esos días de verano en que la noche se acoge a la luna nueva y las luciérnagas olvidan cómo su cuerpo de escarabajo emite luz.

Alguna vez los dinosaurios han escapado de la extinción, han encontrado un recoveco entre los fósiles del museo y se han alimentado del polvo que se acumula en las bibliotecas.

Otras veces el reloj se ha parado.

martes, 14 de junio de 2022

El hilo invisible

Llegaron a la vez. Ella entró por el extremo izquierdo y él por el derecho. Era casi imperceptible pero les unía un hilo.

Nicole se sentó a la sombra, sobre el césped, en el centro del jardín. Desenfundó su guitarra y se quitó las gafas de sol. Rasgó un par de cuerdas. No sonaba muy bien. Sacó el móvil y se puso los auriculares.

Jon se fue a un rincón del jardín donde el sol calentaba con fuerza. Se descalzó y se quitó la camiseta. Extendió una toalla amarilla y dejó su mochila encima. Se puso las gafas de sol. Hizo un par de flexiones. Se le daba realmente bien. Sacó el móvil y se puso los auriculares.

Comenzaron a recoger a la vez. No cruzaron una sola mirada. Ni siquiera el uno advirtió la presencia del otro. Ella salió por el extremo derecho; él, por el izquierdo. Era casi imperceptible pero el hilo se había roto.

viernes, 10 de junio de 2022

Paz

Ni siquiera leer. Entrar en comunión con el vaiven del océano y dejar que con el viento se diluyan los segundos.

Observar a los paseantes, descalzos, de a dos o en solitario. Seguir a esa pareja anciana que se adentra con facilidad en el agua. Contar el número de veces que los correderos van de extremo a extremo de la playa y hacer un cálculo rápido de la distancia que llevan sobre sus deportivas. Vigilar a las gaviotas. Querer adivinar cuándo la marea ha llegado a bajamar.

Tumbarse sobre la arena y perder la vista entre las nubes que se deslizan lentamente por el cielo. Escuchar un rumor. El de las olas y el que va por dentro.

martes, 7 de junio de 2022

Mayo

Para hablar de energía, hay que hablar de latidos, de miradas que se cruzan en un compás arrítmico y de descargas eléctricas con electrones que no recuerdan cuál era su órbita original.

Para hablar hay que dar voz, pensarse como emisor y seleccionar un mensaje, encontrar el código adecuado y un receptor que apueste por valorarse como testigo de la comunicación.

Para cargar una batería no hacen falta cables. Ni una toma de corriente en la pared recien pintada. Basta con una fuente de energía. Que permita la desconexión y fortifique la muralla. O saber apagar a tiempo el dispositivo antes de que el chip se incendie.

miércoles, 1 de junio de 2022

Blast: una fiesta de luz y color

¿Se puede cambiar el mundo a través del teatro? Bajo esta premisa, el pasado mes de septiembre se lanzó una peculiar convocatoria en busca de jóvenes artistas que dieran voz a un término al que acompañan cada vez más adjetivos: crisis.

El Centro Dramático Nacional acoge en el Teatro María Guerrero esta original propuesta de Teatro en vilo coproducida con Barco Pirata y que sigue sobre las tablas hasta el 19 de junio.

Blast habla de parar y tomar conciencia. De escuchar y de escucharse. Del silencio. De proponer y buscar la revolución. Del odio. De estar harto. De equivocarse. De ir a terapia. De querer y de quererse. Blast es básicamente un ensayo sobre la sociedad en que vivimos y se supone queremos cambiar.

Pero también es una obra en la que el público tiene la obligación de participar. En un momento determinado, uno de los intérpretes le pide a los espectadores que se pongan de pie para hacer un experimento. Va recitando situaciones que implican renuncias y el público se va sentando cuando se siente identificado. Muy pocos quedan de pie. La vida cotidiana. Las renuncias. La vida diaria. Bajo esa experiencia colectiva y casi como parte de una misa, se realiza una colecta de dinero para comprar entradas para este mismo espectáculo y que otras personas sin recursos puedan igualmente verla. Algo así tan sencillo, tan inocente como querer cambiar el mundo desde un escenario.

Sobre el escenario hay personas y personajes. A veces más evidente el personaje (lógico en realidad aunque debiera no llamar tanto la atención) a través del texto, recordándonos demasiadas veces el objetivo que tienen, individual y colectivo; y otras, la persona, con unas interpretaciones que, sin duda se aprecian trabajadas, pero que se pierden en varias ocasiones. Lo que aquí podría entenderse como parte de la performance. Si es que en algún momento termina de resultar ello creíble. Pero se queda a medio camino.

Son dos horas de espectáculo que, si bien físicamente pueden ser largas y a nivel dramatúrgico podrían cuestionarse ciertas explicaciones y autoreferencias, visualmente componen una revolución de colores desde el mismo momento en que se eleva el telón: sobre un escenario completamente blanco destaca una bola roja gigante. El vestuario y los escasos (pero más que suficientes) elementos escenográficos siguen una cuidada línea en esta dirección.

En cuanto a la luz, se mantiene prácticamente plana con el uso de un foco puntual para realzar ciertos speechs. Esa correcta sencillez se rompe por completo en la última parte, cuando de nuevo toman fuerza los colores a los que se le suman seis bolas de discoteca que inundan de vida todo el teatro. Y pasa a ser una fiesta. Antes de que te hayas dado cuenta, te han sumergido en otro mundo. El de ahí dentro. Y quizá el de afuera. De esos dos mundos también trata la obra.

Es una propuesta eminentemente musical, sobre todo la primera media hora y el final (la mayor parte en directo). La batería hace retumbar el teatro y el piano acompaña las melodiosas voces del elenco. Y luego hay otra parte de música actual reconocible en una suerte de fiesta que habla de la juventud y del amor. Está muy bien que los jóvenes sean también jóvenes.

Constantemente me viene al recuerdo otra función que tuvo lugar en ese mismo escenario unos meses atrás: Comedia sin título. Sobre todo por las luces y la iconografía (mucho mayor en aquella otra sin duda) pero también por algo que aquí se muestra de formas sutil: son varias las referencias al propio acto de representar, dirigiéndose a los técnicos, con lenguaje de entre bambalinas,... Quizá ya no resulte tan original y en ocasiones incluso sobreactuado, pero sí que es cierto que cumple con los objetivos de la obra que al final es lo importante.

En conclusión: Es una experiencia teatral en todos los sentidos, que en primera instancia entra por los ojos y después provoca una larga charla o autoreflexión sobre todas las hipótesis que lanza.

sábado, 28 de mayo de 2022

En un claro del bosque

Miró de soslayo, casi queriendo ahorrarse esa visión y a la vez incapaz de no prestar atención. Permanecía recostado sobre una capa de hojas secas en medio de un claro del bosque. Su frente perlada por el sudor contrastaba con el intenso frío que llevaba horas instalándose entre los árboles, mientras que en sus manos se mezclaban el barro y la sangre. Al principio intentó escapar. Era inútil. Ni siquiera intentaron frenarle. Apenas consiguió arrastrarse un par de metros.

Bien podría haber jurado que en su delirio por las graves heridas, sus ojos le querían hacer ver lo que no era. Sin embargo, era tan cierto como que seguía vivo, que una docena de hombrecillos de escaso metro que levitaban y lanzaban rayos de entre sus dedos, acababan de liberarle de un centenar de guerreros que le llevaban prisionero. Ahora que, viendo cómo aquellos seres se deshacían a sangre fría de sus captores, no tenía tan claro que su destino hubiera mejorado.

miércoles, 25 de mayo de 2022

Mutante

Su sombra era de color verde. Verde como los campos del norte. Lo descubrió en una discoteca, entre copa y copa. Por supuesto, la única lógica entonces era la cogorza que llevaba encima. Morreo por aquí, vomitona por allá y un par de bailes después, Daniela y Roberto comentaron que ya se estaba pasando de pijo con eso de colorearse la sombra. Lo que venía a suponer que no se trata exclusivamente de una alteración en su visión, sino que también era evidente para sus cologas de desmadre.

Empezó a asustarse de la mutación cuando ya hubo pasado la resaca. Revisó las publicaciones del Instagram. Todo debía haber comenzado en algún momento entre el 17 de marzo y el 23 de junio. En la imagen del 17 de marzo posaba disfrazado de superhéroe con un cubata en una mano y un porro en la otra, junto a un montón de gente en semejantes condiciones, algunos de los cuales no recordaba ni su nombre. En la del 23 de junio, dos días antes de la fiesta, sonreía junto a Daniela y Roberto desde la playa. Ahí ya se apreciaba una débil coloración de su sombra.

Pasó el resto de la semana encerrado en su habitación, dándole vueltas al origen de su metamorfosis. Diría que no había sucedido nada en particular en su vida en el transcurso de aquellas semanas. Ni una discusión grave, ni una defunción, ni un descalabro en sus gastos, ni siquiera una bajada de notas en la universidad.

Con el paso de los días, fue descubriendo que el verde adaptaba su tonalidad a las condiciones lumínicas siempre a favor de llamar la atención: cuanto más se esforzaba él por pasar desapercibido, más brillante se volvía la silueta.

Su llamativa aura se convirtió en su pesadilla de los diecinueve a los treinta y dos años, lo que para él era una vida entera echada a perder. Para entonces, había abandonado la universidad y se había instalado en una cabaña entre las montañas más escarpadas de la provincia.

Aquella tarde apareció un grupo de excursionistas que no mostró ninguna emoción en particular a la tonalidad de su sombra. El sorprendido fue él al descubrir que todos ellos tampoco generaban la típica oscuridad como respuesta a los rayos del sol y demás fuentes lumínicas, sino que se teñían de morado, azul, amarillo y demás gama de colores. Todos y cada uno de ellos. Sin excepción. Hombres y mujeres. Jóvenes y mayores. Aún temeroso de estar metiéndose en una secta de la que no poder salir después, se dedició a establecer conversación con ellos. Eran majos. Amables. Alguno un poco más borde que otros. Pero personas todos ellos. Quizá hubiera llegado el momento de retomar su vida.

sábado, 21 de mayo de 2022

Correr al amanecer

Nunca antes había visto un cuerpo muerto. Ni siquiera en un telediario. Ariel era esa clase de personas que a sus veintisiete años parecía no haber roto un plato, y en verdad no lo había hecho. Aún. Era una especie de princesa que vive su propio cuento de hadas.

Era la cuarta vez que se proponía tomar la costumbre de correr por la playa al amanecer. Quizá fuera la última. Era una persona físicamente activa pero lo de hacer deporte por mejorar su forma física, simplemente no iba con su personalidad. Y aún así volvía a intentarlo.

Se calzó las mismas deportivas que en las otras tres ocasiones. El sol despuntaba ya sobre el horizonte y en calle solo encontró gente malhumorada que iba o venía del trabajo. El paseo marítimo, en cambio, era un chorreo continuo de ancianos charlatanes que caminaban infinitamente más rápido de lo que Ariel corría.

El primer kilómetro lo hizo al trote, esforzándose por controlar la respiración. Había un hombre sentado en la arena, con la cabeza apoyada sobre las manos. Parecía triste.

Durante el siguiente kilómetro redujo aún más la marcha. Le resultaba tremendamente aburrido. Pensó que, quizá, si hubiera llevado los auriculares y fuera escuchando música, sería mucho más ameno. Pero también le parecía una pena negarse a escuchar el ritmo de las olas en calma.

Luego encontró su pierna. Pálida. Fría. Aunque no se atreviera a tocarla. Tenía una cadena de plata en el tobillo con el nombre de Julieta grabado en una placa. No tenía claro si el resto del cuerpo estaba sepultado bajo la arena o se trataba exclusivamente de la extremidad cercenada. Sacó su móvil del bolsillo y marcó el número de la policía. Dio un tono. Dos.

Enseguida escuchó su nombre. El de Julieta. El hombre triste caminaba hacia Ariel con el rostro enfurecido. Mascullaba algo. Estaba borracho. Ariel permanecía inmóvil, incapaz de hacer nada.

Él se dejó caer abatido junto al miembro mortecino. Lo apretó con fuerza entre sus dedos con la mano izquierda y con la derecha cogió un puñado de arena que, en un movimiento torpe, pretendió lanzar a Ariel. Forcejearon. Se revolcaron en el suelo.

Para cuando llegó la policía, eran dos los cadáveres.

lunes, 16 de mayo de 2022

Materia combustible

Una punzada. Aguda. Repentina. Pasajera. Luego constante. Como la lluvia. Pero sin llegar a los ojos. En el pecho. O en las entrañas. Profunda. Enraizada. Una corona de espinas. Y la flor del cerezo. Un mito de la Antigua Grecia. Y una leyenda en las calles de la capital. Aquellos días. El polen flotando en la primavera. Un gesto inocente. Un pensamiento ajeno. Las voces de una tarde fría.

Afilado. Poroso. Ingenuo. Esa mirada que actúa como sentencia. Las noches vacías cuando las estrellas fugaces cruzan el cielo. Y no buscan dónde posarse. Palomas mensajeras sin tratado de paz. Vidas ajenas. Caminos cercenados. Algunas madrugadas que quedaron pendientes. La aurora que ya no precede al amanecer. Pedazo de pan sin boca que alimentar. Esperas. Una tras otra. Segundos que ya no cuentan las horas. Luna de abril en busca de su octubre.

Amargo. Ácido. Insípido. Látigo y punzal que han de ser escondidos. Caudal que se desborda para ser torrente salvaje. Naturaleza descarnada. Hoguera de verano. Piel desnuda. Luces titilantes de una casa desvencijada. La arena deslizándose entre los dedos. Y un recuerdo difuso. Motor que ya no sabe rugir. Curiosidad perdida.

sábado, 14 de mayo de 2022

Algunas tardes

Está escondido. Entre el cesto de la ropa sucia y el estante de libros pendientes de leer. Se agazapa entre las sábanas, lo suficientemente cerca de la almohada y lo suficientemente alejado del despertador. Aguarda en un rinconcito de la habitación sin acechar pero sin perder de vista su objetivo.

Se recuesta en la alfombra y se arrastra por el parqué. Encuentra sustento junto al radiador. De vez en cuando se acomoda en el sofá, pero solo en los momentos en que no hay nadie viendo el telediario. Brinca sobre los cojines al escuchar que todos roncan y en el instante en que empiezan las vacaciones, se hace amigo de los peluches y el frigorífico.


Se sube al techo en invierno y permanece junto a la ventana en primavera. Vagabundea entre los zapatos que quedaron demasiado pequeños y el reloj que siempre marca la misma hora.

Trata de echarse una cabezadita sobre el cuaderno inacabado de matemáticas. Sueña que puede dormirse en las fotografías familiares y entonces vuelve a esconderse. Entre los juguetes olvidados al fondo del cajón y los calcetines perdidos en la lavadora.

Se acobarda y deja que las cortinas sean agitadas de forma violenta. Se retrae y el humo avanza. Entre las horas muertas y los silencios ahogados. Entre el día y la noche.

martes, 10 de mayo de 2022

Volver a tierra firme

Emerge de un lugar desconocido. Casi de forma espontánea pero seguro que motivada por procesos químicos. O físicos. Primero agita la superficie y enseguida se hace visible. Algo así como el llanto de un recién nacido en un embarazo del que no se tenía constancia. Por irreal que pueda parecer.

Tiene garras y se sujeta fuertemente. No hace daño. Al contrario. Insufla nuevos aires y permite estirar las alas. Volar es como aprender a montar en bici. El mismo vértigo. Luego ya el cuerpo descansa sobre una corriente cálida de la misma forma que las piernas dejan de pedalear en la bajada de una cuesta. Arriba, todo se ve diferente. Por imposible que pudiera haberse pensado antes.

Se posa con delicadeza y adopta una posición en la que permanecer alerta mientras la calma se instala por dentro.

sábado, 7 de mayo de 2022

Luminiscencia

Se ha apagado. No es algo así como una vela que consume toda su mecha y licua la cera hasta desaparecer por completo. Tampoco es una bombilla que ha visto de pronto su filamento partido en dos. Ni siquiera puede decirse que el móvil se haya quedado sin batería y no pueda encenderse la linterna. No. No es eso.

Podría, más bien, asemejarse a estar en una habitación con las persianas completamente bajadas y el cuerpo tan entumecido que no se pueda alcanzar la correa para subirlas. Hay luz. No se ha extinguido. Está ahí. Sigue ahí. Fuera.

Quizá esté bien ese ratito a oscuras. Una especie de calma en tensión. A la espera de lo desconocido. A la espera o a la pausa consciente del tiempo. De que no todo tiene que ser bonito. Ni tampoco feo. De seguir en esa habitación. 

miércoles, 4 de mayo de 2022

Falsedades y otras ocurrencias

Creo que la semana pasada te mentí. Me parece que sí pero no lo tengo claro. Quizá sólo me mentí a mí misma. Porque era más fácil y, de cualquier forma, no quería hablar. De eso sí estoy segura y no me arrepiento. Puede que fuera una verdad a medias, los fragmentos de un mañana aletargada. O demasiados días sin dejar la mente en blanco.

Tengo la certeza de que te he mentido otras veces. Y que me he mentido otras muchas más. Me gustaría que no necesitaré más esa fórmula, que podrá sublevarse la cobardía.

Es solo que los Reyes Magos regresan cada seis de Enero. Un año tras otro. Cuando celebras tu cuarto cumpleaños y al alcanzar los cincuenta y nueve. Pero son otros Reyes Magos. Como son otras las mentiras.

Sé que un árbol tiene raíces, tronco y flores, aunque las primeras no se vean y las últimas en ocasiones aparezcan nada más que en primavera.

Jugar con las metáforas es divertido, pero el lobo con piel de cordero sigue siendo lobo.

Y puede ser también un barco, que debería regresar a puerto. Solo que a veces lo hunde la tormenta. Permanece en el fondo del mar y se transforma en cobijo para peces payaso y sirenas encubiertas. ¿Lo ves? Otra vez la magia y las comparaciones como excusa. No, la magia no.

Por eso creo que la semana pasada te mentí. Porque creer es algo que no se ha demostrado. Claro, que mentir es hacer creer que sí se ha demostrado.

Entonces mejor dejar que los sueños nos pillen creyendo estar dormidos.